La artillería naval es el conjunto de armas de guerra de un buque pensadas para disparar a largas distancias empleando una carga explosiva impulsora.

SACAR UNA AGUJA ROTA DEL FOGON

distintas piezas para limpiar el anima
distintas piezas para limpiar el anima

SACAR UNA AGUJA ROTA DEL FOGÓN:

MODO DE SACAR UNA AGUJA ROTA EN EL FOGÓN, UNA BALA QUE SE ATORA EN EL ÁNIMA DE LA PIEZA, Y UNA CUCHARA EMPEÑADA DENTRO DE LA MISMA.

En las circunstancias de cargar las piezas de Artillería, descargarlas con el sacatrapos, y disponerlas para darlas fuego, ocurren incidentes cuyo modo de remediarlos debe saber el Artillero. Uno de los casos más comunes suele ser el que se rompa una aguja dentro del fogón al tiempo de introducirla para romper el cartucho.

Rota la aguja en el fogón por este estilo, si la pieza está cargada, es preciso descargarla con el sacatrapos y foguearla para que no quede pólvora alguna; hecho esto se reconoce si la aguja entra mucho en el hueco del ánima, pues es preciso cortarla rasante al fogón con una tajadera o un cincel bien amarrado en una asta que se mete por la boca de la pieza hasta dar con la aguja, y luego se afirma dicho cincel contra el metal y la aguja, y dando con un martillo en el asta por la parte de afuera, se cortará la porción de aguja que tuviere dentro de la pieza rasante al fogón, para empujar el pedazo que ocupa el hueco de él con otra aguja o botadorcillo de hierro; y suponiendo que no se consigna el fin con esta operación, se le aplicará un taladro para deshacerla; si esto no bastare se cargará la pieza solamente con pólvora suelta, poniéndole por taco un zoquete de madera ajustado al ánima de la pieza con un pequeño agujero, para darle fuego por la boca por medio de un estopín largo, con lo que se consigue que el esfuerzo de la pólvora arroje la aguja por el fogón.

Cuando la bala se empeña al entrarla en el ánima del cañón, no conviene violentarla a golpes de atacador, porque si la detención es por ser la bala amelonada, o tener cordón en la junta de la turquesa, se hará más difícil su salida; sólo si se abocará la pieza, y dándole algunos golpes en la joya, la suele arrojar; pero si estando cargada la pieza se quisiere sacar la bala, y esta se detuviere a causa de la cascarilla del herrumbre, o de tener mordida alguna filástica del taco de la pólvora, entonces conviene darle algunos golpes de atacador para que pierda su asiento; y abocando la pieza, como se ha dicho, con los golpes de la joya sale sin dificultad; y para facilitar más su salida se procurará deshacer con la cuchara la cascarilla del herrumbre; y cuando ni con una ni con otra operación se consiga el fin, se le derretirá la carga por el fogón, echándole bastante agua hasta que salga clara, y dejando enjugar el ánima por el mismo fogón se le introduce una corta cantidad de pólvora, y dándole fuego arrojará la bala, y dejará la pieza libre de otro cualquier embarazo.

El incidente de empeñarse una cuchara en el ánima del cañón proviene de tener el ánima sucia y entrecoger alguna costrilla del herrumbre que el ánima depone, o bien de morderla la bala. Luego que se nota empeñada la cuchara se ata un cabo al asta, y se tira rectamente de ella, o se le da un tortor; de esta operación resulta las más veces que se rompe el asta por el encastre del zoquete; en cuyo caso es preciso con un chuzo horadándolo botar la bala, y ver si con un sacatrapos puede tirarse de la cuchara; y si con este método no quisiere salir, el último remedio es romper totalmente el zoquete, abollar la hoja de la cuchara con el chuzo, y entonces puede sacarse con facilidad. Para todo esto se supone la pólvora de la carga derretida con agua, porque sin esta circunstancia sería peligrosa esta faena; y se previene que nunca es conveniente disparar la pieza con semejante embarazo, ni aun con poca pólvora, como algunos lo practican, pues las resultas pueden ser funestas.

aguja Cuchara

Al manifestar Texier de Norbee en su obra los inconvenientes que causa el mayor alcance y acierto de los tiros el excesivo viento o huelga que se da a las balas en las piezas de mayor calibre, se explica de la siguiente forma. La razón que se alega para dar más viento entre las balas y las ánimas de las piezas de grandes calibres, se funda en la necesidad de dar mayor espesor o grueso a las cucharas de que se hace uso para extraer las balas empeñadas; y haciendo ver el poco efecto de este método de sacar las balas haciendo uso de la cuchara, acude a los demás medios simples que acabamos de indicar, preferibles por el constante buen éxito que dicho autor tenía observado, y que son los mismos que nos manifiestan Rovira, Labayru y otro varios autores de Artillería.

ALCANCES DE LAS PIEZAS

grupo de hombres en el cañon
grupo de hombres en el cañon

ALCANCE DE LAS PIEZAS:

INDICACIÓN DE LOS ALCANCES DE VARIAS PIEZAS Y CAUTELA QUE DEBE TENERSE PARA NO CORREGIR DEPRESIONES DE PUNTERÍAS EN EL ALCANCE DE PUNTO EN BLANCO.

Toda persona encargada de la artillería debe tener conocimiento aproximado del alcance de los cañones de los calibres respectivos de que ha de hacer uso, en los distintos grados de elevación que deba darse a las piezas, según las distancias a que están situados los objetivos a quienes se han de dirigir las punterías. Pero son tantas las causas que hacen variar los alcances de las piezas que es poco menos que imposible fijar aquellos con seguridad.

La distinta cantidad de pólvora con que en todos tiempos se ha acostumbrado a cargar las piezas de un mismo calibre, la calidad de cada pólvora, la diversa longitud de los cañones, el mayor o menor viento de las balas, la clase de golpes de atacador dados para cargar las piezas, el estado más o menos húmedo de la atmósfera, y mil otras circunstancias, que sería difícil enumerar, contribuyen a que los alcances de las piezas de unos mismos calibres, reducidos a tablas por la experiencias hechas en varios de los otros.

Muchas de estas tablas hechas en otra naciones y en España desde 1.745 y otros anteriores al 1.756, en que escribió Labayru, hasta el 1.787, por vía de ejemplo se pondrán tres tablas, la que trae Labayru desde el cañón de a 36 hasta el de a 1 a nivel de ánima, raso de metales y elevación de 22 y ½ grados; y las de los alcances de dos cañones, el uno del calibre de a 24, y el otro del de a 18, en las elevaciones de 4 y 8 grados; cuyas dos últimas tablas, como otras varias, se formaron por las experiencias practicadas en el año 1.764 por el Comisario general de Artillería de Marina D. José Blanco Tizón, antecesor inmediato en la Comisaría general al apreciable Rovira, y por último pondremos el alcance medio que por la elevación de 8 grados tuvieron, según dichas experiencias de Blanco Tizón, los cañones desde el calibre de 36 hasta el de a 4, ambos inclusive.

alcances Alcance1

El alcance que da la primera tabla de las piezas de hierro cargadas a bala rasa, como para combate particular, expresados en pies de Castilla, se dedujo, según nos advierte Labayru, por repetidas experiencias hechas al intento.

La segunda tabla de Rovira, es idéntica y copiada de la de Labayru con la sola diferencia de haber reducido a toesas los pies de Burgos.

alcances Alcance2

La tercera tabla son las pruebas de alcances practicadas con un cañón de a 24 español, cuya longitud era de 10 pies, una pulgada y 4 líneas de Castilla, que corresponde a 18 calibres y 6 partes: la de su ánima 9 pies y 7 pulgadas; el diámetro del fogón 2 líneas y 11 puntos, y su adelantamiento 17 líneas y 6 puntos. Año 1.764 por el Comisario general de Artillería D. José Blanco Tizón.Piezas Alcance3.jpg

La primera tabla corresponde a las pruebas de alcances de un cañón de a 18 español cuya longitud era 11 pies y una pulgada de Castilla, que corresponde a 22 calibres y 3 partes; la de su ánima 10 pies, 7 pulgadas y 0 líneas; al diámetro del fogón 5 línea y 10 puntos, y su adelantamiento 25 y 8. Año 1.764.

alcances Alcance5

Hecha la combinación del alcance de varias piezas puede incluirse que por el ángulo de elevación de 8 grados su alcance es el cómo se muestra en la segunda tabla.

La tercera tabla del alcance de varias piezas francesas dirigidas de punto en blanco, y por la elevación de 45 grados, que trae el marqués de Sent Remí.

alcances Alcance6

En nuestros antiguos autores de artillería se acostumbró dividir en tres géneros las piezas de uso común en aquellos tiempos. En el primer género se comprendían los falconetes, sacres, culebrinas, medias culebrinas, y culebrinas bastardas. Todas estas piezas de primer género tenían una longitud de 30 hasta 32 diámetros de su boca, y las denominaciones particulares que hemos establecido entre las piezas de este primer género se daban con arreglo al calibre o bala que calzaban.

En el segundo género se contaron los cañones enteros, medios cañones, cuarto y octavo de cañón; y en el tercer género tuvieron lugar los llamados pedreros. De todos estos tres géneros, en que entran el cañón medio, cuarto y octavo cañón, es el que más conviene por sus dimensiones en longitud y calibre o cabida de balas con las piezas que se utilizan en la actualidad. Así el cañón entero tenía de largo desde la última orla del brocal hasta la última de la culata de 17 hasta 26 diámetros de su boca, y entre iguales extensiones en longitud estaban los medios cuartos y octavos, calzando generalmente los cañones enteros balas de a 40 libras, los medios balas desde a 16 hasta 25.

alcances Alcance7

Consiguientemente excusando dar noticia de los alcances de las piezas del primero y tercer género, copiaremos solo los que da Medrano a las piezas del Segundo. Y son en pasos llamados andantes que contienen dos pies y medio cada uno, donde se aprecia en la cuarta tabla.

Si los 5600 pasos de a dos pies y medio cada uno que tiene de alcance el medio cañón que corresponde al calibre de 24 por su mayor elevación, los reducimientos a pies, resultarán 14000 pies de Castilla por el cañón de a 24 del tiempo de Medrano; y siendo de 2000 toesas el alcance, por su mayor elevación, del cañón francés de a 24 que trae la antecedente tabla del Marqués de Sent Remí, reducidas a pies de Castilla, nos dan igualmente 14000 pies.

En la primera tabla que se expuso de los alcances, resulta que el cañón de a 24 disparado a 22 grados y medio de elevación de 9798 pies; y faltando a esta elevación lo menos 14 grados para conseguir el máximo alcance debemos contar que el cañón de 24 de Labayru disparado por 36, 40 y aún 45 grados, hubieran llegado o excedido los mismos 14000 pies. La concordancia de los alcances de estas piezas entre los calibres de a 33 y 24 franceses y españoles, por experimentos hechos en ambas naciones por distintos profesores, debe tenerse presente para dar a la primera tabla de alcances que trae Labayru alguna mayor consideración de aquella que algunos no quieren dispensarle.

Respecto a que todas las experiencias de Blanco Tizón se hicieron dando a las piezas algunos grados de elevación, y ninguna se hizo colocando la pieza a nivel del ánima, que es cuando tiene su ánima igualmente distante del suelo, sin elevación alguna arriba ni abajo, copiaremos los alcances de que en dicha posición dan varios autores, al cañón de a 24 y otros de crecido calibre.

MODOS DE TRINCAR LA ARTILLERIA

formas de trincado del cañon
formas de trincado del cañon

MODOS DE TRINCAR LA ARTILLERIA:

VARIOS MODOS DE TRINCAR O SUJETAR LA ARTILLERÍA A BORDO DE LOS BUQUES, Y ADVERTENCIAS SOBRE CADA UNO DE ELLOS.

Trincar la artillería a bordo no es otra cosa más que sujetar a la vez la cureña y el cañón en términos que queden sin el menor movimiento posible, a pesar de los muchos que procuran darles los balances, cabezadas y elevaciones y descensos verticales de los buques.

La artillería de todos los puentes y cubiertas suele trincarse de dos modos generales, atendiendo a la posición que puede darse a las cureñas con respecto a los costados del buque. Si la longitud de aquellas y de los cañones quedan perpendiculares a los costados, siéndolo también las ruedas, como cuando están en batería, se trincan de un modo los cañones de la batería del entrepuentes en los navíos y de otro los de los otros parages.

La trinca que se da a los cañones del entrepuente, a causa de que en ella se sujeta parte de la pieza levantando su boca sobre la porta y afirmándola contra la amurada, lleva el nombre de “batiportar la artillería”, y la que se aplica a los demás cañones, por cuanto parte de la caña del cañón queda fuera de la porta, se llama “trincar en batería”. En ambos modos se ve que la posición de las cureñas con respecto al costado del barco es la misma.

trincar abatiportado1

El otro modo general de trincar la artillería de todos los puentes, atendiendo a la posición de las cureñas, es cuando la longitud de estas y la de los cañones resultan paralelas a los costados en el sentido de proa para popa, y las ruedas delantera y trasera de un mismo lado de la cureña arrimadas al trancanil: a este último modo de trincar los cañones y cureñas llamamos “abretonar la artillería”.

trincar abretonado

Es cierto que trincado los cañones en la forma abretonada, se tarda más en disponerlos en batería: y separadamente la reunión de su peso contigua al costado puede aumentar los riesgos de las inundaciones en los fuertes temporales; pero tanto en estos como en otras varias circunstancias la trinca abretonada conduce sobre manera para asegurar los palos y salvar en un todo la arboladura.

Atendiendo a solo los inconvenientes de la trinca bretona en general, sin el conocimiento de sus particulares ventajas, por carecer de sólidos conocimientos de maniobra, y no haber sufrido con fruto desarbolos y otras averías en la arboladura, han llegado a despreciarla en términos de no mencionarla sino para la crítica.

Definidas las tres clases de trincas sigue el nombramiento de la jarcia o cabos que suele emplearse en ellas. Para batiportar o trincar un cañón del entrepuentes se emplean los cabos y maderos siguientes: un braguero, dos palanquines largos, dos trincas principales y una de joya, y en caso de temporal se añaden los cabriones, que son unos pedazos de cuartón con dos mortajas rectangulares “m,m” adaptadas al grueso de las ruedas traseras, y clavados en la cubierta al tope de las mismas, prefiriendo esta figura a la que regularmente se solían tener de una cuña ancha, porque en esta forma a poco que dé de sí la jarcia, montan las ruedas sobre la cuña quedando inútil el objeto con que se ponen estas piezas en los temporales.

trincar Cabrion

Para trincar las piezas en batería según unos solo sirven los palanquines, y la culata se sujeta contra la cubierta, dando una retenida a la argolla que en ella se halla con la veta de un palanquín o con otro cabo suelto. El seno del braguero queda cruzado sobre el primer cuerpo del cañón sujeto con filásticas a los palanquines. Según otros para esta misma trinca solo sirve el braguero, que se afirma cruzado sobre el cuello del cascabel, quedando los palanquines sobre vuelta: y para evitar que se levante la cureña de contera con los balances, se sujeta contra la cubierta, dándole una retenida desde el perno de ojo del eje trasero a la argolla de la cubierta.

Para abretonar los cañones sirven el braguero y los palanquines que se trincan cruzados sobre el frente de la gualdera. Aunque Rovira dice con razón que estos diversos modos de trincar las piezas se explican y entienden más fácilmente con las prácticas de las mismas faenas, y así omite hablar extensamente sobre este punto, a más de lo dicho copiaremos a la letra la doctrina de Labayru en orden a como se trincan los cañones para salir a la mar.

Para trincar las piezas se ha de tener especial cuidado de promediar en medio de la porta, encubriendo la frente del cañón todo lo posible en el batiporte. Se empezará a trincar pasando las vetas del palanquín de abajo arriba de la garganta de la culata, y por el gancho de la amurada hasta tres veces, y se le da un botón de tres vueltas junto a la faja de la culata, de forma que a golpe de maceta y tesar muerda contra el cañón, y enguillando hasta delante del motón se le da otro botón que coja vueltas y guarnes y que dé tantas vueltas cuantas la veta alcance, y se asegura el chicote.

Con el otro palanquín se hace lo mismo; se le dará su trinca de joya, haciendo la primera firme a la argolla, dando cinco vueltas que abracen la dicha argolla y remata con un botón bien socado entre la argolla y la joya.

Sigue la trinca principal para la cual el braguero se pasa por debajo de los pezones del eje delantero, y tomando las dos trincas a un tiempo se hacen firmes por las gasas, una al palanquín y la otra a la pernada del braguero, esto es, encontradas, una a la banda de popa y la otra a la de proa; se le dan a cada una cuatro vueltas, la del palanquín a los dos palanquines, y la otra a las dos pernadas del braguero; tensándolas cuando sea posible a atracar los dos palanquines y los dos bragueros; y hecho esto se le da tres vueltas, una junto a la una pernada o palanquín, otra en medio, y otra junto a la otra, y enguillando el chicote se hace firme en la pernada o palanquín que le corresponde; en cuya conformidad se pueden hacer a un mismo tiempo estas dos trincas y la de joya con más brevedad, seguridad, menos trabajo y menos gente, como se evidencia; y con la misma facilidad se comprende que se desharán, y volverán a dar en todos tiempos.

trincado-1

Sigue después Labayru manifestando los defectos del antiguo modo de trincar, en que se daba a la trinca principal 14 brazas para el cañón de a 24, y por ser demasiado larga se daban muchas vueltas, lo que causaba engorro al trincar y destrincar. Aunque de paso debemos advertir que muchos evitan pasar el braguero por debajo de los pezones del eje delantero de la cureña, a fin de que en el movimiento y juego que la dicha puede tener no luda el braguero y se estropee con el roce.

También es fuerza advertir, que en la práctica de dar una retenida desde el perno de ojo del eje trasero a la argolla de la cubierta, para evitar que la cureña se levante de contera con los balances, prevención de que no habla Labayru, solo se evitará el levantamiento de contera a la bajada del balance; pero no en su caída cuando el barco adrice, y acaso levante el frente o parte delantera de la cureña, a menos que no se trate de sujetarla verticalmente por este otro extremo.

Como los bragueros, palanquines, trincas principales y de joya, estrobos de cureña y gasas para cuadernales y motones, amantes de porta, y aparejuelos y guardines de la misma han de tener una determinada longitud y grueso o espesor, según los calibres de los cañones que deben vestir y guarnecer.

Conviene que se manifieste los casos en que puede ser útil y aun necesario trincar la artillería a la bretona para asegurar la arboladura, según D. Jorge Juan concluye que el punto donde debían suponerse reunidos los pesos en el navío de 60 cañones, que le sirvió de ejemplo, para que el tal navío mantuviese seguros sus palos cuando es posible en los balances, debía estar a 22 pies de distancia del centro de gravedad.

El buque de que se habla tenía solos 42 pies de manga, cuya mitad es de solos 21; donde se ve que aun cuando en dicho buque se colocaran todos sus pesos sobre las mismas bandas o costados nunca llegarían a quedar dispuestos con la ventaja correspondiente a la mayor seguridad de la arboladura. Esta imposibilidad debe verificarse en lo general de las embarcaciones, y así debe concluirse por regla fija, que para asegurar los palos en los balances deben alejarse del centro de los buques hacia los costados todos los pesos cuanto sea posible.

Si cerrada la portería por ejemplo se dejan los cañones horizontales, y lo largo de ellos perpendicular al costado, como cuando se disponen en batería, en tal disposición el particular peso de cada cañón, y el general resultante de todos ellos, cae más cerca del medio del navío o del centro de gravedad del barco; lo cual perjudicará a la arboladura. Diversamente sucederá si los cañones se acercan cuanto es posible al costado, a quien se disponen paralelos en el sentido de su longitud, dejando sus bocas desde proa a popa o al contrario, esto es, trincándolo a la bretona.

No hay duda que estos mismos medios que se han propuesto por conducentes a asegurar la arboladura aumentan el riesgo de las inundaciones de un buque; pero los casos en que los buques sean inundados son menos frecuentes que aquellos en que desarbolan, especialmente los de grueso porte. A la salida de los puertos, en que las jarcias no han dado suficientemente de sí, y por lo mismo no se han tesado varias veces, es muy común sufrir averías en la arboladura, por corta que sea la marejada que se experimente.

DEFINICIÓN DE CALIBRE

descripcion de calibre
descripcion de calibre

DEFINICIÓN DE CALIBRE:

DEFINICIÓN DE LA VOZ CALIBRE Y MODO DE CALIBRAR LAS BALAS Y DEMÁS MUNICIONES, Y TAMBIÉN LAS BOCAS DE LAS PIEZAS.

Por calibre se entiende el diámetro del globo o masa que se arroja con una pieza de artillería, y también el de la boca de la misma pieza. Las masas que actualmente se disparan en la marina con los cañones se reducen a tres especies, que son bala, palanqueta y metralla.

La bala de la figura 4, es un globo macizo de hierro colado. La palanqueta que está en uso es una masa de hierro batido, que muestra la figura 5, que puede considerarse compuesta de dos pirámides hexagonales truncadas iguales, y de un prisma también hexágono que las une por sus bases menores. Las bases mayores de las pirámides son los círculos que circunscriben la figura hexagonal, y forman en esta parte un cordón para que no se lastime la pieza. La causa de emplear en la construcción de las palanquetas el hierro batido y no colado, es por haberse advertido que las de esta última especie salen casi siempre del cañón partidas.

calibre balas

La metralla, figura 6, es un conjunto de balas pequeñas, arregladas unas sobre otras en un zoquete o platillo circular de madera o hierro, alrededor de un arbolete de los mismo, que se levanta perpendicularmente sobre el centro del platillo, y se sujetan por medio de un saquillo de lona, entrelazado con varias vueltas de merlín o piola, según los calibres, a que se llaman trincafiar, y terminan en una gasa, por donde se manejan.

Los platillos y arboletes de hierro comunican mayor impulso a las balas, y ellos mismos tienen un alcance capaz de ofender en los casos de batirse con inmediación, cuyas ventajas preponderan al menor costo que tienen los platillos de madera. Hay otra especie de metralla reducida a un bote de hoja de lata, arreglado en el diámetro a su respectivo calibre, lleno de balas menudas de plomo o de yerro, y cerrado de firme por ambos extremos con tacos de madera.

Siendo las balas unas esferas macizas de hierro, se hallarán unas con otras en la razón de los cubos de sus diámetros; y por lo mismo sabido el diámetro de una bala, por ejemplo de 32 libras de peso, se pondrán saber los diámetros que corresponden a las demás de cualquier peso que sean.

Demos el caso que estemos acordes en que la extensión del diámetro de una bala de hierro del peso 32 libras en pulgadas, líneas y puntos, medida de Castilla, reducida a puntos de mayor comodidad en la operación, conste de 1008 puntos, y que se quiera saber el número de puntos que corresponderá al diámetro de una bala de hierro del peso a 2 libras. Cubicando los 1008 puntos de diámetro de la bala de 32 libras resulta su cubo 1024192512. Para tener ahora el diámetro de la consabida bala de 2 libras se hará la siguiente proporción: 32: 1024192512::2 al cuarto término, que será el cubo del diámetro de la bala de 2 libras; y extrayendo la raíz cúbica de dicho cuarto término resultarán aproximadamente 400, que reducidos a pulgadas y líneas, nos darán en dichas dimensiones la extensión del diámetro de la bala de hierro de dos libras de peso.

Del propio modo se puede proceder para concluir los diámetros de todas las demás balas como de 24, 18 y 12 libras, y se formarán tablas donde conste y podamos hallar a un golpe de vista en pulgadas, líneas y puntos de la medida de Castilla, los diámetros de dichas balas.

En vez de valernos del diámetro de una bala de 32 libras de peso podemos también, dado el diámetro de la bala de una libra de hierro, hallar todos los demás por aritmética, según el método que prescribe Labayru en su libro de Artillería.

Supuesto pues que el diámetro de la bala de una libra de hierro es de 315 puntos de Castilla, se cubicarán estos, y se tendrá 31255875, con cuyo cubo se hallarán fácilmente los diámetros de las demás balas en el modo siguiente.

Queriendo saber el diámetro de la bala de dos libras, se multiplicará este por el cubo de una libra y de su producto 62511750, sacando la raíz cubica 397 puntos (igual a 2 pulgadas, 9 líneas y 1 punto) se tendrá el diámetro de la bala de dos libras.

Queriendo saber el diámetro de la bala de dos libras, multiplíquese este por el cubo de una libra y de su producto 93767625, sacando la raíz cubica 454 puntos (igual a 3 pulgadas, 1 línea y 10 puntos) se tendrá el diámetro de la bala de dos libras, y así en las demás como se puede ver en la tabla.

Las mismas operaciones que nos han servido para formar tablas de los diámetros de las balas de diversos pesos, pueden servir para la formación de tablas de los diámetros de las distintas bocas y ánimas de los cañones; cuyas particulares dimensiones se llaman calibres de estos, denominado cañón del calibre a 36, 24 y 18 a aquellos cuyas bocas y ánimas admiten y pueden arrojar balas del peso de sus correspondientes denominaciones en libras y onzas.

calibre Diametros balas

De suerte que se llama cañón de a 24 al que admite y arroja bala del peso de 24 libras. Desde luego se colige que el ánima o hueco del cañón debe ser algo mayor que el diámetro de la bala, y esta diferencia se llama viento o huelga de la bala, lo que absolutamente es necesario por muchas razones. La primera, porque no todas las balas se hacen perfectamente esféricas. La segunda, porque el hierro expuesto al viento y a la humedad cría costra, que le hace de mayor magnitud, y con muchas desigualdades en la superficie; y como debe entrar la bala en el cañón con toda libertad, porque de otra suerte sería fácil que reventase la pieza o se maltratase el ánima, es preciso que el diámetro de esta sea algo mayor que el de la bala; pero muy poco, porque si el viento fuere mucho se perderían muchos ímpetus de la pólvora, que se dilatarían entre la bala y el ánima.

Sobre determinar el viento hay variedad, aquí se seguirá la práctica de los que añaden al peso de las balas un 12 por 100, esto es que si la bala pesa cien libras, sea el diámetro del ánima igual al de una bala de 112 libras. De suerte que así como para hallar los diámetros de todas las balas se tomó por principio el cubo del diámetro conocido de una bala de 32 libras, que son 10241192512 puntos, del mismo modo para hallar las bocas de las piezas se tomará por fundamento este mismo cubo, aumentado en la razón de 12 por 100 que serán 1147095613 puntos, cuya raíz cúbica 1048.85 será el diámetro de la boca en la pieza de a 32; y valiéndose del mismo método que se dijo para hallar las demás balas, esto es, de la proporción de las esferas con los cubos de sus diámetros, se hallarán las bocas de todas las piezas.

Para formar las tablas de los diámetros de las palanquetas y saquillos de metralla, se observará el mismo método con que se han formado los de las balas, atendiendo solamente a que los cubos de los diámetros de las palanquetas y de los zoquetes y platillos, sobre que se forman los saquillos de metralla, deben hallarse disminuido con las esferas de las bocas de las piezas, según lo antiguo en la razón de 16 por 100, y conforme a la práctica presente en la de 15 por 100; y así para hallar el diámetro de la palanqueta o saquillo de metralla del calibre de a 32, por ejemplo, se hará esta proporción: como 116 a 100, o bien como 115 a 100; así el cubo del diámetro de la pieza de a 32 al de la palanqueta o saquillo de metralla de este calibre; y la raíz cúbica será su diámetro; sobre cuyo principio se forman las tablas de los diámetros de las palanquetas y saquillos de metralla de diversos calibres, en medida del pie de Castilla, dándoles el viento o huelga a razón de 15 por 100.

calibre Diametros-palanquetas

DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN

DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN
DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN

DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN:

DESCRIPCIÓN DEL CAÑÓN Y DE TODAS SUS PARTES Y RAZONES QUE HA HABIDO PARA DARLE LA CONFIGURACIÓN QUE TIENE.

Cañón es una pieza de hierro o bronce compuesta de dos o más conos truncados, con un hueco cilíndrico, cuyo eje coincide con el de los conos.

Igual definición abreviada del cañón da D. José Odriozola en su compendio de Artillería. El cañón, aunque de una sola pieza, se presenta en su exterior como un conjunto de tres conos truncados unidos por sus bases que se llaman cuerpos del cañón.

La figura representa un cañón, cuyas partes se nombran del modo siguiente: AB o CD culata del cañón, es la parte de la pieza opuesta a su boca, comprendida entre el plano DE que pasa por la extremidad del hueco interior, y  el plano CA que se concibe tangente al fin del cañón. La parte de la culata AF o bien CG, que es a modo de una bala, se llama cascabel; FH o bien GI cuello del cascabel; y JB o bien KD refuerzo o espesor de metales que se da a la pieza desde el fondo del hueco interior. JL o KM longitud del cañón, bajo cuyo nombre se entiende regularmente la extensión de la pieza comprendida entre el plano ML rasante a la boca y el plano KJ que pasa por el fin del refuerzo BJ. Esta longitud se divide por lo general en tres partes, de las cuales NO o bien KY se nombran primer cuerpo, la segunda OP o bien YQ segundo cuerpo, y la tercera PR o QM tercer cuerpo o caña, y la parte de esta RS o MT que termina el cañón hacía la boca, se llama cuello o brocal.

Descripcion-cañon3

En el segundo cuerpo tienen colocados los cañones dos cilindros o conos truncados macizos llamados muñones “x, x”, y estos son los que descansando o pasando sobre otros dos ojos dispuestos en la cureña, que más tarde se hablará, le sirven de eje para su rotación y fácil manejo. Su situación debe ser tal, que apoyado sobre ellos el cañón quede casi en equilibrio, pero de forma que la parte de la culata exceda algo en peso a la de la boca, a fin de evitar el cabeceo o embique de esta con los tiros.

El mismo Odriozola dice, montada la pieza se le hace girar sobre los muñones fácilmente con poca fuerza; bien entendido que la posición de dicho centro es tal, que montado el cañón su peso le vence hacia la parte del primer cuerpo.

Mr. Carlos Dupin hablando de los cañones cortos del General Congreve, después de manifestar que esta primera idea de empelar cañones más cortos para el servicio de los buques, lo fue ya del marino francés Texier de Norboc, y nosotros debemos añadir con mucha autoridad lo fue de nuestro General D. Francisco Javier Rovira, dice refiriéndose a los cañones de Congreve; estos cañones por estar más reforzados o ser macizos hacia la parte de la culata que a la de la boca, tienen su centro de gravedad mucho más atrás que lo general de los demás cañones. Esta es una ventaja real y verdadera, de que su autor ha sabido aprovecharse dando a la caña una mayor longitud de la que parece podía comportar la extensión total de la pieza. Por este medio ha conservado, en cuanto ha sido factible, una dimensión que tiene la gran ventaja de alejar de los costados y jarcias fijas o muertas de los buques las llamaradas que despiden las piezas de artillería.

Los cañones propuestos por Mr. Paixhans, añade Dupin, son de la misma figura o forma y tienen las propias ventajas que los cañones del General Congreve.

WXRV es el hueco cilíndrico de la pieza llamado anima, el cual debe hallarse colocado en el medio de los metales, de forma que su eje BL sea coincidente con el cañón AL.

ZW oído o fogón, es un taladro cilíndrico que se hace en la pieza en el primer cuerpo para comunicar el fuego a la carga; su situación es por lo general rasante al fondo del ánima, y su dirección perpendicular al eje, pero es más conveniente que tenga algún adelantamiento, y también se estima preferible en el concepto de muchos que tenga alguna oblicuidad hacia la culata, formando un ángulo agudo en esta parte.

NECESIDAD DE PERFECCIONAR LA PÓLVORA

distintos tipos de polvora
distintos tipos de polvora

PERFECCIONAR LA POLVORA:

NECESIDAD DE CONTRAERNOS A PERFECCIONAR LA PÓLVORA DE NUESTRO USO ACTUAL, Y DE ADVERTENCIAS RELATIVAS A LA OPERACIÓN DE DARLA GRANO, CONCLUYENDO CON LA FACILIDAD QUE PUEDE TENER UN MARINO DE FABRICAR ALGUNA CORTA PORCIÓN DE PÓLVORA, Y UTILIDAD DE ESTE ARBITRIO, PUESTO EN USO POR HERNÁN CORTÉS EN LA CONQUISTA DE MÉJICO.

Vistos los inconvenientes de resultarían de separar cualquiera de los tres simples de la composición de la pólvora de nuestro uso, y la dificultad por no decir imposibilidad, de reemplazar con otra alguna de las sustancias diferentes, ya por los riegos de inflamarse al menor calor o solo contacto, como sucede con el oro fulminante, ya por otras circunstancias, debemos concentrarnos a perfeccionar en cuanto sea factible la pólvora, que tantos siglos hace empleamos en el servicio de las armas de fuego, en conocer de pronto por varios medios su buena o mala calidad, modo de corregir los deterioros que por humedades y otros incidentes haya contraído, y finalmente en conocer la fuerza que es capaz, por experiencias y pruebas en pequeño, adaptadas a los efectos que más en grande debe producir, en el servicio de todas las armas y ramos que son en general objeto de la Artillería.

Tocante a perfeccionar las pólvoras se dijo, que el modo de conseguirlo no consiste tanto en la proporción o relación que tengan entre si las cantidades de los tres ingredientes que la componen, cuanto en la buena calidad de ellos, trituración y mejor mezcla e incorporación de los mismos.

Es notorio que la pólvora ya bien mixturada, pero en estado de polvo finísimo, aunque tenga todos los elementos para producir sus efectos, sería de ningún servicio, porque atrayendo la humedad del aire se liquidaría el salitre, y tampoco podría conservarse sin pronto deterioro en ninguna clase de vasijas. Separado de esto el polvo que necesariamente había de quedar pegado a lo largo de las paredes de las ánimas de todas armas, expondría a los cargadores a varias desgracias, y causaría muchos otros perjuicios. Por estas razones se hace preciso dar el grano a la pólvora.

Pero no debemos inferir que por esta operación adquiera más fuerza la pólvora de la que tendría en su estado de polvo, si fuese factible conservarlo tan seco y puro como después resulta el grano. Es cierto que generalmente hablando, en cuantas experiencias se hagan con iguales cantidades de pólvoras granada y sin granar, la desventaja caerá sobre esta última, ya por la imposibilidad de que el polvo carezca de la humedad que le perjudica, ya porque puesta la pólvora en polvo en el fondo del anima de cualquier cañón, al menor esfuerzo del atacador de polvo se esparce y separa de modo que sucedería que la pieza se cargase con agua, aire u otro liquido. Se advierte para que se oigan con desconfianza las aseveraciones relativas a la mayor fuerza de la pólvora granada, siempre que estén fundados en experiencias hechas sin las debidas precauciones.

En la obra de D. Francisco Rovira, publicada en Cádiz en 1.787, se leen las siguientes expresiones. Si la pólvora tiene algunos granos reducidos a polvo se inflama también con mayor lentitud, mayormente hallándose atacada, como lo está regularmente en el cañón, cuyo efecto no fuera tan sensible si estuviera sin alguna presión, experimento que cita Mr. Muller haberlo practicado el Coronel Desagulier, y encontrado de igual fuerza la pólvora en grano y en polvo; pudiendo citar otra experiencia propia practicada con un morterete de prueba, por lo cual encontramos ser poco menor el alcance de la pólvora molida, puesta en la recamara sin alguna opresión, pero sobrepuesto un taco y oprimida, fue mucho menor su potencia.

Labayru, autor de 1.765, que escribió para las mismas escuelas de Artillería de Marina, funda la inutilidad de la pólvora en polvo en las razones que todos sabemos, y hemos dado de liquidarse las partículas del salitre con la humedad del aire, pero también dice que la pólvora se reduce a grano a fin de que por los vacíos entre grano y grano se comunique a todos prontamente el fuego, y se encienda casi instantáneamente, logrando de este modo el mayor esfuerzo para arrojar la bala o bomba.

perfeccionar Tratado-Labayru

  Por las experiencias del Coronel Desagulier y las de Rovira, que las ventajas de la pólvora granada sobre la que se mantiene en polvo, solo se verifican cuando oprimidas ambas en la recamara por los golpes del atacador se esparce y separa como líquido la que está sin granar, Por lo mismo es infundada la especia de razón teórica que da Labayru, diciendo que la multiplicidad de granos y de los intersticios entre los mismos contribuyen a que sea más instantánea la inflamación de la pólvora.

Este autor no reflexionó que cada grano de pólvora es un pequeño cuerpo aislado que contiene porciones de azufre, carbón y salitre coagulado. Prescindiendo de la mayor dificultad que presentan los granos para inflamarse, por la especie de barniz que cubre su superficie, respecto al puro polvo, ¿Quién no advierte que el incendio de un grano se ha de comunicar al otro por orden sucesivo, y con transcurso de tiempo tanto mayor, cuanto mayor sea su número? Por lo que Labayru establece, la pólvora de granos más menudos sería de mayor potencia que la de granos mayores, opinión que destruyen las experiencias del Caballero D´Arcy de su Teórica de Artillería.

Texier de Norvec, Caballero de la Orden militar de S. Luis, Jefe de División de la marina, en sus reflexiones sobre Artillería de la misma, impresas en París en 1.792, se explica en estos términos respecto a la operación de dar grano a la pólvora. La pólvora después de granada ha producido tantas variaciones en los ensayos que de ella trató de hacer el químico Mr. Baumé, que fue preciso examinarla en polvo seco y fino, y antes de darla el grano, porque este mixto tiene menos fuerza a medida que se humedece más para darle el grano; consecuentemente la pólvora pierde mucho de su fuerza en la operación de granarla.

Este accidente va anexo a todas las pólvoras; porque sin la operación del grano serían de poco o ningún servicio. Por lo tanto el polvorista o fabricante debe cuidar de dar el grano cuando la mezcla tenga la menor humedad posible. La pólvora después de granada ha sido siempre de menos fuerza que la que ha estado en polvo, por las experiencias que se han hecho. Consiste esto en que el nitro se cristaliza aisladamente dentro de cada grano; lo que se observa, rompiendo estos y mirándolos con un microscopio; así no puede estar tan bien mezclado entre las partículas de carbón y azufre.

Mediante las nociones que acabamos de dar para la formación de la pólvora, podrá muy bien cualquier marino hacerse con una corta porción de ella, aunque necesite crear, por decirlo así, los ingredientes que la componen. La existencia de una poca pólvora a bordo de los barcos es de absoluta necesidad para pedir auxilio de otros en la mar por medio de cañonazos, y también en las cercanías de las costas y entradas de los puertos.

Es muy fácil carecer de la pólvora que se sacó para el armamento del buque, por haberla consumido en los combates, anegado con el fin de precaver funestos resultados en la propagación de un incendio y por otras causas. En cuyo caso hallándose un oficial en una isla o continente de gentes incultas, puede adquirir el salitre, mediante la exposición de médanos de tierra al influjo atmosférico, y elaborarlo y afinarlo por las coladas y evaporaciones del agua de que hemos hablado.

perfeccionar Solis

Respecto al carbón sobran medios para tenerlo; y en cuanto al azufre que podría en caso necesario excusarse, aunque con menoscabo de la bondad del mixto, se deben aprovechar las noticias acerca de la existencia de antiguos volcanes, en cuyas cercanías y con más certeza en las de los vigentes, no puede faltar azufre de superior calidad. Hernán Cortés se halló en este caso durante la conquista de Méjico. Es digno de leerse la Historia de la Conquista de Méjico, escrita por Don Antonio Solís; donde este autor pinta el volcán de Topocatepec a vista de la antigua ciudad de Tlascala, y al intrépido Capitán Español Diego de Ordaz, trepando con dos soldados de su compañía por los riscos del monte, hasta llegar a la boca misma del cráter del volcán, en medio de los temblores de la montaña, y una espesa lluvia de fuego y de ceniza.

Esta bizarría de Diego de Ordaz no pasó entonces de una curiosidad temeraria; pero el tiempo la hizo de consecuencia, y todo servía en esta obra; pues hallándose después el ejército con falta de pólvora, para la segunda entrada que se hizo por fuerza de armas en Méjico, se acordó Cortés de los hervores de fuego liquido que se vieron en este volcán, y halló en él toda la cantidad que hubo menester de finísimo azufre para fabricar esta munición; con que se hizo recomendable y necesario el arrojamiento de Diego de Ordaz, y fue su noticia de tanto provecho en la conquista, que se la premió después el Emperador con algunas mercedes, y ennoblece la misma facción dándole por armas el volcán.

EFECTOS DE LA PÓLVORA

quemandose la polvora
quemandose la polvora

EFECTOS DE LA POLVORA:

DE LA PARTE QUE TIENE EN LOS EFECTOS DE LA PÓLVORA CADA UNO DE LOS TRES SIMPLES QUE LA COMPONEN, Y RESULTAS DE SUPRIMIR ALGUNO O REEMPLAZARLOS CON OTROS.

Fabricada ya la pólvora, y descritas en sus correspondientes artículos por separado las propiedades de cada uno de sus tres ingredientes, podemos reflexionar con algún fundamento acerca del particular servicio que cada uno presta en el modo de obrar del todo de la mixtión.

Esto consiste en que aplicando a la pólvora una ascua ardiendo, un carbón encendido u otro cuerpo combustible que tenga el fuego en movimiento, la pólvora se convierte repentinamente en llama, detona y se dilata igualmente en todos sentidos, pasando a ocupar un espacio prodigiosamente mayor que el primitivo, e impidiendo por lo mismo en todas direcciones cuantos cuerpos u obstáculos se le ponen por delante.

En consecuencia el azufre por su propiedad, habrá tomado la llama; el carbón a quien el azufre la comunica, la mantendrá con vigor; y ambos cuerpos combustibles puestos en movimiento ígneo y en contacto con el salitre, serán la causa que este se inflame, detone y se dilate en todos sentidos.

Del servicio que presta cada uno de los tres ingredientes para los efectos de la pólvora, debemos concluir que, hallándose cualesquiera otras sustancias capaces por si solas o en unión con otras de prestarnos iguales servicios, podemos reemplazar con ellas los simples que componen la pólvora de que hacemos uso, o bien limitar el número de los cuerpos que entran en su composición, reduciéndolo a dos y acaso a uno solo.

En cuanto a esto último podría pensarse que, sin carbón y con solos azufre y salitre, produciría la pólvora los mismos efectos. Porque consistiendo su fuerza de dilatación del salitre, y siendo el azufre causa de su propia inflamación, parece que está de más el otro cuerpo combustible. No obstante, como la llama del azufre, es tenue, se apagaría al impulso del fluido elástico producido por una diminuta cantidad de salitre, y quedaría el mixto sin efecto alguno. Menor inconveniente resultaría de formar la pólvora sin azufre, y con solo salitre y carbón. Pero también, en este caso, la menos disposición que tiene el carbón para tomar la llama haría más lenta y tarda la inflamación del salitre, malogrando la circunstancia de lo instantáneo de su dilatación, que es en lo que principalmente consiste la bondad de la pólvora.

Respecto al salitre debemos tener presente que según Mr. Amontons, Dulak y otros, la llama de la pólvora se dilata en cuatro o cinco mil veces su volumen; la fuerza de expansión del ácido nítrico de la pólvora es a la del aire en su estado natural 9.215 veces mayor o más elástico que la del aire natural. En cuanto a la dilatación y fuerza del agua, reducida a vapor por la acción del fuego, sabemos que es 14.000 veces su volumen considerado en el estado natural de hielo; y así las sales u otras sustancias acuosas, capaces de una inflamación, podrían reemplazar al salitre con ventaja.

Los adelantamientos de la química presentarán nuevos medios para perfeccionar la pólvora actual. El oro, preferible a los demás metales destinados a servirnos de monedas por su ductilidad y demás caracteres, a que los otros nunca pueden alcanzar, al paso que ya ocupa un lugar distinguido en la medicina para el uso de las fricciones, y reemplaza al mercurio en su aplicación para varias enfermedades, proporciona la formación de una pólvora de efectos portentosos.

Uno de los resultados de mayor pasmo que nos presentan las operaciones químicas, dice el abate Richard de su Historia natural del aire y de los meteoros, es la fulminación del oro, su explosión es de las más violentas que se conocen, un calor mediano basta para ponerla en acción, procediendo una pequeña llama azulada a la detonación y explosión. Un regular roce o frotamiento causa los mismos efectos que el calor. M. Facio, joven químico, al cerrar dentro de un frasquito de cristal un poco de oro fulminante, apretó con algún esfuerzo el tapón, cuyo roce bastó para producir la fulminación del oro, arrojando a Facio a algunos pasos de distancia, y dejándolo ciego.

Otras experiencias acreditan que el oro calcinado con el agua fuerte, sal amoniaco y aceite de tártaro precipitado, acercándole un juego mediano se inflama con una detonación pasmosa. Una pequeña cantidad de esta cal de oro excede, en el estrépito y demás efectos, a todos los que puede producir la pólvora de cañón de mejor calidad. Una sola diferencia, pero muy notable, advierte Richard en el obrar de ambas pólvoras, y consiste en que la pólvora de Artillería se dilata y hace esfuerzo en todos sentidos, al paso que el oro fulminante limita, o a lo menos efectúa más sus esfuerzos, en el sentido o dirección vertical de arriba para abajo.

Pólvora Compendio-Artilleria

En confirmación de lo dicho en este articulo, en el Compendio de Artillería, armas y municiones de Odriozola ya citado, además de la pólvora común hay otras inflamables con solo el calor producido por el rozamiento o el choque, de que algunos cazadores han hecho uso, y se denominan pólvoras fulminantes, pero los riesgos de su uso no la hacen admisible para el servicio. El mismo autor sigue diciendo, que para dar mayor fuerza e inflamabilidad a la pólvora común, convendría, según algunos, agregar a sus tres ingredientes algún otro, y en especial el colorato de potasa pulverizado, que es fulminante por solo el choque, ya en amalgama con ellos, ya mezclándole con la pólvora en seco al cargar las minas y piezas de Artillería, sin ejercer entonces presión alguna sobre la carga. Pero no se ha hecho aun en esta parte novedad para el uso de la guerra, y ciertamente atemoriza el gran peligro de accidentes funestos que podrían sobrevenir, en el manejo de una composición tan detonante, cuando apenas bastan precauciones contra la misma pólvora ordinaria, a pesar de no inflamarse sino por medio de un fuego activo.

FORMACIÓN DE LA PÓLVORA

Taller para hacer la polvora
FORMACIÓN DE LA PÓLVORA

DE LA FORMACIÓN DE LA PÓLVORA:

En la formación de la Pólvora y con los simples ingredientes referidos (salitre, azufre y carbón), se hace el compuesto de la pólvora. Algunos autores españoles de Artillería, tales como Medrano que escribió en 1.699, dicen que según la cantidad de cada materia se hace más o menos fina la pólvora, la que según su grado de finura o potencia, dividen en tres géneros, llamando del primero a la que lleva seis partes de salitre, una de azufre y una de carbón; del segundo a la que contiene por cinco partes de salitre, una de azufre y otra de carbón; y del tercero que también denomina de munición, a la que consta de cuatro partes de salitre, una de azufre y una de carbón.

Los autores modernos, como son Labayru y Rovira, al darnos la anterior distinción de clases de pólvoras de los antiguos, refiriéndose sin duda a estos mismos, distinguen las pólvoras con los nombres de seis as y as, cinco as y as y cuatro as y as. Pero no se halló en la obra de Medrano, tal denominación de as, sino la de fino o primer género, entrefino o de segundo, y de munición o de tercero.

pólvora Layburu

En el año 1.756 en la que Labayru escribió su Tratado de Artillería, dice que según el asiento hecho por el empresario general para la composición de un quintal de pólvora se ponían las cantidades siguientes:

  • Salitre………. 76 libras.
  • Azufre……… 11 libras.
  • Carbón………14 libras.
  • TOTAL:……. 101 libras

Que componen 101 libras, reduciéndose a 100 porque una libra de pólvora suele exhalarse en el trabajo, y según esta proporción produce una pólvora casi tan fina como la antigua llamada del primer género o de seis as y as.

Rovira en su obra publicada en 1.787 dice que se ha fabricado la pólvora de munición en España con 78 libras de salitre, 11 de azufre y 13 de carbón, cuya calidad al parecer debiera ser más sobresaliente que la de seis as y as, por tener a proporción mayor porción de salitre.

fabrica-salitre

También añade que en 1.787 se componía cada picada en la fábrica de Alcázar de San Juan de 57 libras de salitre, ocho de azufre y nueve de carbón. En la de Granada constaba cada una de 60 libras de salitre, 8 y ¼ de azufre y 10 ½ de carbón.

De cuyas dosis, en composición con lo anteriormente usado, resulta que en la primera de dichas fábricas aumentan las dosis de salitre y azufre y disminuyen las de carbón; y en la de Granada aumenta la de carbón y disminuye la de salitre y azufre, pero las diferencias no son sensibles, consintiendo en onzas por quintal de pasta. Refiriéndose Rovira a experiencias hechas por el caballero D´Arcy, en su teórica de Artillería, sobre estas diferencias en los ingredientes de la pólvora dice: haber encontrado que la perfección de la pólvora depende más de los medios que se emplean para mezclar y unir los materiales que la componen, que de la proporción de estos mismos materiales.

Además de las clasificaciones hechas y denominaciones dadas a las pólvoras en este articulo, según sus calidades, suelen dividirse en suertes al clasificar la pólvora después de graneada, según la diferente magnitud del grano, y se llama pólvora de cañón a la de grano más grueso, que pasa por una criba cuyos agujeros tienen una línea de diámetro, y no pueden pasar por otra en que solo tienen cinco puntos; pólvora de fusil a la que pasa por la criba de cinco puntos de luz en sus agujeros, y no pasa por un tamiz de cerda algo ralo; y la pólvora refina o de caza a la que pasa por el tamiz de cerda y no pasa por uno de seda, no tan tupido que impida el paso al polvo.

Prevenido el salitre, azufre y carbón, todo de buena calidad, se pica o muele perfectamente cada ingrediente por sí solo, tomando luego de cada uno la cantidad correspondiente, a fin de que reunidos los tres cuerpos, no exceda su peso de las 50 o 51 libras de que es capaz el mortero donde debe hacerse la mezcla.

Estos tres simples se revuelven muy bien y se humedecen con suficiente agua clara, y se hace una masa que tomada en la mano no se pegue, y puesta en el mortero que Labayru quiere sea de piedra, y Medrano de madera, se bate y pica con una mazo de madera de carrasca que puede guarnecerse de cobre, evitando todo instrumento de hierro por lo peligroso de su contacto.

El tiempo necesario para batir esta pasta, a fin de conseguir la perfecta incorporación de los tres materiales, deberá ser distinto según la mayor o menor velocidad en el movimiento de los mazos. Rovira prescribe el tiempo en 72 horas, suponiendo que el mazo de 24 o 26 golpes por minuto. Labayru establece 48 horas, sin expresar la velocidad del mazo, que sin duda será mayor que la anterior, atendida la gran diferencia de tiempo que cada autor indica para hacer la mezcla.

Mientras se trabaja se procura que esté la pasta húmeda para evitar el riesgo de que se inflame, a cuyo efecto se baña con agua de cuarto en cuarto de hora en las 10 o 12 primeras, y de dos en dos en las restantes; en las últimas horas suele batirse la pasta en otros morteros distintos para la mejor incorporación de los ingredientes.

Para conocer cuando están bien incorporados los tres materiales, se pone al sol una porción de masa sobre una tabla lisa y negra; y mirando de la parte opuesta del sol se notará si por todas partes hace igual viso, en cuyo caso estará la mezcla bien hecha; pero si lejos de hacerlo igual se advirtiere que algunas partículas relucen y otras no, es prueba de que no está bien incorporado el salitre con el azufre y el carbón, y así se continuará a batirlo en el mortero.

Si la pólvora que se fabrica fuere en gran cantidad, conviene más molerla en molino y mejor en tahonas, desechando el uso de los morteros. De todos modos, para tomar la cantidad de salitre, azufre y carbón que corresponde a la clase de pólvora que se intenta fabricar, esto es, de primera, segunda o tercera suerte, importa saber el número de libras de peso de la masa que se pone en el mortero, molino o tahona de una sola vez, para una molienda o picada. Sabido, se harán tres reglas de tres en la forma siguiente.

fabricante-polvora-01
http://amodelcastillo.blogspot.com/2015/11/fabricando-polvora-en-la-edad-media-i.html

Supongamos que el peso de la masa que pueda contener el mortero, molino o tahona sea de 50 libras y media. Se dirá para tomar el salitre. Si en 101 libras de mixto entran 76 de salitre, en 50 libras y media 38. Para el azufre: Si en 101 libras caben 11 de azufre, en 50 y media cabrán cinco libras y media. Para el carbón: Si a 101 libras tocan 14 de carbón, a 50 y media tocarán siete libras.

Se ve que hemos tomado por norma las cantidades de cada simple en entraban en las 101 libras de todo compuesto de la pólvora, según el asiento hecho por el empresario, y que se practicaba en el año 1.756. Para cualquier otra variedad, tanto en lo que establezca respecto a las cantidades de los simples que deban entrar en cada quintal de pólvora, como la masa de que sea capaz cada picada de los morteros, o admitan de una sola vez las tahonas, no habrá más que alterar los términos de las reglas de tres indicadas.

Molida la composición de suerte que esté bien hacha el polvo, y cuando la pasta tiene tal grado de sequedad que no se pega a las manos al manejarla, se echa en una criba o harnero que tenga los agujeros a proporción del grano que se quiere dar a la pólvora, se quiere decir, que si ha de ser menudo lo serán también los agujeros de la criba, y al contrario.

Para que vaya pasando la mixtión hecha grano, se volverá alrededor de la criba con la mano, o bien se pondrán encima de la pasta o mixtión dos maderos, que pueden ser cuadrados o cilíndricos, los que por su presión la harán pasar con mas brevedad al mismo tiempo que se fuera acribando. Concluido lo dicho se saca la pólvora a secar al sol sobre unas mantas, y en tiempo nublado, con especialidad en invierno, se sacará en piezas donde se tengan hornos de hierro dispuestos con toda precaución.

Después de seca se volverá a cribar la pólvora en otra criba, cuyos agujeros sean más pequeños que el grano, para quitarle el polvo y aun podrá añadirse el pasarla por tamiz a fin de que quede más limpia. En este estado puede embarrilarse la pólvora. El caballero D´Arcy encarga que cuando se trate de dar el grano a la pólvora debe estar la pasta en estado de sequedad, porque de lo contrario en el acto de enjugarse al fuego atraería este la humedad a la superficie de los granos donde se cristaliza el salitre, separándose de los otros dos materiales.

Aunque Medrano, autor del año 1.699 no se haga mérito de otras operaciones, que las referidas para dejar la pólvora en estado de meterla en los barriles y servirnos de ella, vemos en Labayru, autor del año 1.756, y probablemente se verá en otros admitida otra operación llamada de dar pavón o lustre a los granos, lo que verifican poniendo cinco arrobas de pólvora granada en un tonel, al que dan vueltas por tiempo de dos horas y media, con lo que quedan los granos igualados y con más lustre.

Rovira, que trae también esa operación, advierte que muchos la tienen por perjudicial, y que en el año 1.787, en que escribía, no usaban ya el pavón en la fábrica de Alcázar de San Juan, y en la de Granada solo empavonaban por espacio de media hora, persuadidos de que el barniz o lustre que adquieren los granos mediante esta operación, dificulta que las chispas prendan en ellos.

En el compendio de Artillería o Instrucción sobre armas y municiones de guerra de D. Jose Odriozola y Oñativia, Capitán del referido Cuerpo, impreso en Madrid en el año 1.827, se describe un modo de hacer pólvora, usado en tiempo de la llamada República francesa. Pero el mismo autor dice que los facultativos encuentran varios defectos en algunas operaciones del tal método, y por consiguiente en el todo resultado.

También en el Prontuario de Artillería que hemos citado, hablando de la pólvora, se indican varios modos de hacer pólvora, y hablando de algunos empleados en Francia dice, que el primero de ellos se diferencia poco del que nosotros empleamos en España, que el segundo lo experimentó Morla, pero con pruebas en pequeño, que no ofrecen comparaciones exactas; el otro no se ha experimentado.

formación Prontuario

Respecto a la pólvora fabricada sin azufre manifiesta que da tanto alcance como la que no tiene, pero no inflama bien en los cebos, detona lentamente, sus granos no tienen consistencia, produce mucho humo que estorba a los Artilleros, y se deteriora pronto en los transporte.

DE LA PÓLVORA Y TODAS SUS PARTES

haciendo polvora un grupo de personas
haciendo polvora un grupo de personas

DE LA PÓLVORA Y TODAS SUS PARTES:

El principal agente y el alma, por decirlo así, de todas las partes de la Artillería es el cuerpo mixto o compuesto de otros tres que llamamos pólvora. Los tres cuerpos que componen la pólvora son el salitre, el azufre y el carbón.

DEL SALITRE.

Salitre es una de las muchas sales que en varias partes nos presenta la naturaleza y palpable como la harina, escarcha o pequeños copos de nieve sobre la superficie exterior de muchas firmes e incultas, sobre las rocas de las montañas, y los muros y paredes de los edificios.

Esta sal, de color blanquecino, llevada a la lengua se liquida con la humedad de la saliva, y deja un gusto que participa de amargo, salado y algo picante. Como apenas existe sal ni cuerpo alguno en completo estado de pureza, resulta que este salitre suele estar mezclado con otras sales, sustancias y tierras, que le prestan sus varios colores. Siendo preciso por lo mismo separar de este salitre los cuerpos extraños que lo acompañan, no solo para la composición de la pólvora sino para otros varios usos.

pólvora Salitre

Hablando de esta separación, y del modo de adquirir el salitre en cuanta cantidad se requiera, extrayéndolo de las tierras y demás cuerpos en donde ocultamente se halla depositado, y principalmente robándolo, en cierto modo, al aire atmosférico, que podemos considerar como cuna y receptáculo de salitre.

Esta operación es tanto más necesaria cuanto a que el salitre en cuerpo y visible de que acabamos de hablar, se presenta en tan poca cantidad, que nunca sería suficiente para abastecer las fábricas de pólvoras. Tanto para separar el salitre de las tierras y otros cuerpos que lo contienen, como para extraerlo de la atmósfera, se practica lo siguiente:

Se presentan médanos o montones de tierra bien deshecha y triturada en campo raso a la acción del sol, de los relentes y en general a todos los influjos de la atmósfera por espacio de veinte o treinta o más días según las estaciones. Pasado ese tiempo se revuelve bien el montón de tierra con azadones, palas u otros instrumentos ofreciendo una nueva capa de tierra al influjo de la atmósfera por un espacio de tiempo igual al primero.

Esta operación se repite cuantas veces se considera necesaria para conseguir que todo el montón de tierra esté bastante saturado o cargado de salitre. Hecho esto se transporta la tierra a unas vasijas o cocios, dejando sin llenar la tierra una proporcionada parte superior de ellos para cubrir el agua el tal espacio.

Los cocios, por supuesto, están agujereados; y para que por los agujeros no pueda salir tierra y solo colar el agua, se pone en el fondo de los cocios una capa de paja, esparto u otro material. Los cocios insisten sobre tinas de madera, calderas de cobre, u otros recipientes que reciben agua echada en la parte superior, y que filtra por toda la tierra y coladores. Esta agua de los inferiores recipientes ha extraído considerable porción del salitre que contenía la tierra de los cocios al atravesarla, y lo mantiene disuelto en ella.

Para acabar de quitar el salitre restante a la tierra puede repetirse varias veces la colada. Cerciorados de que ya es poco o ninguno el salitre que queda a la tierra, y que el agua contiene el necesario, se sujeta esta última a la acción del fuego en las mismas u otras calderas, y por medio de la evaporación, exhalada el agua, queda el salitre cuajado, una vez enfriada la mezcla.

Podrá ser que el salitre obtenido por esta primera operación esté aún mezclado con otras sales, grasas y tierras, y para purificarlo se pondrá en otra caldera con cantidad de agua dulce suficiente para disolverlos; se le aplicará continuo fuego, y con una espumadera se le quitará toda la espuma que salga a la superficie. Dejándolo después reposar como unas cuatro horas, según también debió hacerse la primera vez, se conduce el salitre a otras tinas colocadas en paraje fresco, donde al cabo de cuatro o cinco días se halla congelado en forma de radios, claros como si fueran de cristal.

DE LA PROPIEDAD PRINCIPAL DEL SALITRE.

La propiedad principal del salitre, que lo hace útil para la composición de la pólvora, es la de inflamarse y dilatarse con estrepito o detonación en el instante en que se le aplica algún cuerpo combustible encendido o en movimiento ígneo, como leña, carbón u otros semejantes: pero si el salitre se sujeta a la acción del fuego dentro de un caldera, sin el contacto de materia combustible en movimiento ígneo, el salitre ni arde ni detona: y solo se pone en fusión.

COMO SE CONOCE SI ES DE BUENA CALIDAD.

Póngase un poco de salitre sobre una tabla lisa de madera bien seca, y que no contenga resina, y aplicándole un carbón encendido se notará lo siguiente. Si al arder hace ruido o decrepitación como la sal común echada al fuego, indica que no está purificado de toda la dicha sal común, si la llama es espesa y el salitre hace espuma, manifiesta que aun tiene mucha grasa; y si después de consumido el salitre queda la tabla con manchas e inmundicia, da a entender que conserva mucha tierra. Pero si el salitre se consumió todo sin decrepitación y llama blanca, clara y limpia, sin dejar inmundicia, muestra que está bien purificado.

DEL AZUFRE Y SU PRINCIPAL PROPIEDAD.

El Azufre es una sustancia mineral de las muchas que se hallan en las entrañas de la tierra en diferente estado de pureza. Su color en bruto varía según el de las tierras y otros cuerpos en que está mezclado.

La propiedad más marcada del azufre es la de arder siempre que toca el fuego; pero sin estrépito ni detonación, ni consumirse prontamente. En virtud de lo cual sirve para la composición de la pólvora; y para comunicar la llama a otros cuerpos combustibles. A este efecto suelen bañarse y revertirse con azufre pajas, pequeñas cañas de cáñamo, y torcidas de algodón o lienzo, que tomando la llama por medio del azufre, pueden conservarla más duradera y constante que el solo azufre, que la da tenue y expuesta a apagarse por el embate del viento.

pólvora Azufre

Esta proporción que tiene el azufre para encenderse y conservar la llama, unida a la abundancia en que se halla en las entrañas de la tierra, produce varios fenómenos.

Los manantiales de aquellas aguas calientes que vemos salir humeando y casi hirviendo, deben el calor a su tránsito por las cercanías de los fuegos producidos y alimentados por azufre. La erupciones de algunos volcanes, y también temblores de tierra, pueden tener lugar con motivo del agua reducida a vapor, o dilatación de otras sustancias, causadas por las hogueras, abrigadas en las concavidades de la tierra, y sostenida por la combustión del mismo mineral.

DE LA PURIFICACIÓN DEL AZUFRE Y PARAJES DONDE SUELE ENCONTRARSE MÁS PURO.

Para purificar el azufre de la grasa y tierra que contiene se pone al fuego, después de molido, en vasijas de cobre o de barro vidriado, y cuando hierve se le echa sal amoniaco que hace subir la grasa, la cual se procura espumar con cuidado, y la tierra que contiene cae al fondo de la vasija.

Cuando ya no tiene grasa que extraer se echa en unas tinas de figura de cono truncado, y si después de cuajado en su color amarillo fino, y roto manifiesta en lo interior un vacío en forma de roseta, es señal de que está purificado, si no tuviese la concavidad referida y su color tirase a verse, necesitará de mas purificación, siendo el mejor el mas amarillo, mas esponjoso y menos pesado.

También se purifica el azufre por sublimación o exhalación, para lo cual se pone este al fuego en una vasija vidriada, y se cubre muy bien con otra que no lo esté y cada media se muda la vasija superior y se recoge la flor de este mineral que queda pegada a ella.

Cuando se quiere mayor cantidad de azufre así purificado, se coloca en un horno en una especie de crisoles, de los cuales, teniendo cada uno un conducto o cañón que va a comunicarse con otro que sale fuera del horno, por este último se recoge la flor o parte más pura que se sublima o volatiliza en polvo por los canales del crisol. De esta operación resulta el mejor azufre para la pólvora, pero no está en uso por más costosa y prolija.

DEL CARBÓN Y SU MEJOR CALIDAD PARA LA PÓLVORA.

El tercer ingrediente para la composición de la pólvora es el carbón, su naturaleza, uso y efectos son tan notorios, que excusan casi su definición, y así ateniéndonos a lo que se observa cuando se le aplica el fuego, diremos que el carbón contiene una sustancia aceitosa o inflamable, y mucha tierra.

pólvora Carbon

En virtud de la primera arde al contacto del fuego, y lo conserva hasta consumir dicha sustancia combustible; como a efecto y resultado de la segunda deja el carbón, después de arder, la ceniza o tierra que contiene, como otro de sus principios. El carbón más a propósito para la pólvora es el que se hace de las cañas del cáñamo llamadas cañamisas y demás leñas ligeras, como varas de sauce mondadas, adelfa, mimbres, sarmientos y otras.

No por esta general preferencia que se da al carbón formado de las citadas leñas, debe considerarse menos propio para fabricar pólvora el carbón de álamo blanco, encina y otras maderas duras; pero la menos facilidad que presta para ser pulverizado, y la opinión de que el carbón de estas leñas duras se halla mezclado con muchas materias groseras que impiden su pronta inflamación, nos conduce a desecharlo en parangón con el primero. Puede servir para conocer la buena calidad del carbón la observación de que después de molido no se apelmace ni presente partículas relumbrantes, sino un negro muy subido.

DEFINICIONES

Libro antiguo
Libro antiguo

DEFINICIONES:

DEFINICIÓN DE LA PALABRA ARTILLERÍA, Y DE LAS PRINCIPALES PARTES EN QUE ESTA FACULTAD SE SUBDIVIDE:

Por la palabra Artillería se entiende generalmente aquella facultad que no solo trata de fabricar la pólvora, construir y manejar los fusiles, cañones, morteros y demás armas de fuego, sino también los cohetes y otros fuegos artificiales de que hacemos uso en la guerra, y en la sociedad para el recreo.

La extensión que con el discurso del tiempo ha sido preciso dar a varias partes de la Artillería, ha obligado a clasificarlas separadamente, y a darles distintos nombres, como también a sus profesores. En consecuencia respecto a que los hombres, sin más auxilio que el propio de sus manos, manejan fácilmente los fusiles, escopetas, pistolas y otras armas de chispa que en la actualidad constituyen la principal parte de la armadura o armamento del soldado, se denominan Armeros sus fabricantes, Fusileros o Escopeteros los que los manejan, y Armerías los edificios y sitios donde estas armas de chispa, juntamente con otras blancas, se depositan.

Por el mismo estilo la parte de la Artillería que se ocupa de la construcción de los morteros y de su uso, sirviéndonos de ellos para lanzar los proyectiles huecos que llamamos bombas, toma el nombre de bombardería, y se da a sus profesores el de bombarderos.

La otra parte, que tiene por objeto la formación y disparo de los cohetes, tanto de tierra como el aire o varilla con luces, truenos o sin ellos, y que también da reglas para la composición de varios mixtos por cuyo medio se forman vistosos fuegos de variadas luces, y con especialidad las de los globos llamados carcazas, que sirven de noche para iluminar la campaña, toma el nombre de Pirotecnia, y sus profesores unas veces el de Pirotécnicos, otras el de Coheteros, y no pocas y con más propiedad el de Polvoristas, porque al fin su principal trabajo consiste en la composición de los varios mixtos más adecuados, según las circunstancias, para alterar los naturales efectos de la pólvora.

De suerte que la palabra Artillería, bajo la cual hemos comprendido la reunión de todas las partes de que acabamos de hablar, suele también servir particularmente hablando, para significarnos aquella sola parte de esta facultad que se ocupa de la formación y uso de los cañones, propiamente dicho, de distintas longitudes y calibres; y los individuos que con preferencia a otros ramos de la Artillería se ejercitan en su manejo, llevan el nombre de Artilleros, por razón de la clase particular a que su carrera corresponden.

OBJETO DE ESTE TRATADO

Colegio Naval y Arsenal de la Carraca
Colegio Naval y Arsenal de la Carraca

OBJETO DE ESTE TRATADO:

DEL OBJETO DE LA COMPOSICIÓN DE ESTE TRATADO.

Aprobado por el Rey nuestro Señor en 8 de Octubre de 1825 el Reglamento provisional para el establecimiento y gobierno del Colegio Real y Militar de Caballeros Guardias Marinas, propuso el Excmo. Sr. D. Juan María Villavicencio, como a Capitán General de la Real Armada, con arreglo a los artículos 128 y 129 de dicho Reglamento, la formación de tres breves tratados o Cartillas de Artillería, Maniobras náuticas y Táctica naval para la enseñanza de los Guardias Marinas embarcados.

Tratado Villavicencio1
Excmo. Sr. D. Juan María Villavicencio de la Serna
http://ancienhistories.blogspot.com/2016/01/capitanes-generales-de-la-armada_27.html

Al poco de esta propuesta, una reunión de los antiguos batallones de Infantería de Marina con las brigadas de Artillería del mismo Cuerpo, formando de ambos uno solo, denominándose Brigada Real de Marina, ocurrió la necesidad de la formación de un Tratado de Artillería de mar suficientemente extenso para el estudio de dicha Real Brigada, destinados principalmente a la guarnición de los buques, impuestos en todos los ramos de la Artillería, por ser esta arma no solo la principal, sino casi la única del uso de a bordo en el ejercicio de la guerra.

Esto sirvió mandar a S.M. que se formase este Tratado de Artillería sin perjuicio de extender la Cartilla para uso de los Guardias Marinas, los cuales no necesitan hacer un estudio extenso de la facultad como los artilleros de profesión, mayormente cuando el uso de los cañones, morteros y demás armas de fuego está tan ligado a las maniobras en los combates de mar, que es imposible verificar una cosa sin tener conocimiento de la otra.

Las variaciones y adelantamientos en el ramo de artillería se presentan de muchos años a esta parte, que si no lo vemos realizados en nuestros días, en el crecido numero que es de desear, consiste en los grandes gastos que se deben hacer para asegurar un buen resultado, mediante repetidas experiencias. Los morteros por ejemplo han sido de un uso indispensable hasta ahora. Sin embargo, las ventajas que presentan los cañones, especialmente así llamados, para la dirección de los proyectiles de todas clases por los diversos ángulos de elevación y depresión, respecto al horizonte, que conviene dar a las piezas, claman para que se reemplacen los morteros por los cañones en el disparo de las municiones huecas. Esto se consigue por medio de los obuses y cañones llamados a la Villantroys y a la Paixhans, nombre de sus inventores, construyendo las bombas y granadas sin boquillas ni espoletas salientes, concéntricas y en un todo esféricas como las bolas.

TRATADO DE ARTILLERÍA POR D. FRANCISCO CISCAR

Tratado de Artilleria de Marina
Tratado de Artilleria de Marina

TRATADO DE ARTILLERÍA DE DON FRANCISCO CISCAR:

TRATADO DE ARTILLERÍA DE MARINA POR DON FRANCISCO CISCAR, BRIGADIER DE LA REAL ARMADA, EDITADO EN 1.829.

INTRODUCCIÓN.-

Apenas hay autor de Artillería que en la introducción a su obra no trate de la invención de la pólvora, y de la determinada época en que se comenzó a hacer uso de los cañones en las acciones de guerra. Esto se reduce a que por los años de 1.350 un religioso de la Orden de San Francisco, llamado Berthold Schwartz, de nación alemana, machacando dos mixtos en un mortero, notó con pasmo la repentina inflamación de la mixtura y su fuerte explosión.

También advierten que este descubrimiento se debe a principios de siglo XIII a otro religioso franciscano inglés Rogero Bacon. Y el Sr. De Montucla supone que la pólvora y su modo de obrar fue conocido de cierto autor griego de nombre Marco, que lo describe en una obra titulada “DE COMPOSITIONE IGNIUM”.  En las Memorias de la Real Academia de la Historia: 1805 (XXXVIII, [2], 63, VIII, 85, 84, 34, 73 p.): Volumen 4. dice:  «Algunos autores creen que la pólvora es mas antigua, y que lo que Rogero Bacon refiere de ella lo tomó de un griego anterior llamado Marco, autor de una obra intitulada de Compositione ignium. En efecto, en ninguna parte se puede hallar, dice el señor de Montucla, una descripción mas circunstanciada de la pólvora, que en la obra del citado griego: en ella se encuentra señalada, con la misma exáctitud que en nuestras recetas, la dosis de cada uno de los ingredientes de que se compone la pólvora, con la qual fabricaban entonces voladores y petardos; cuya descripcion se encuentra tambien en la expresada obra con una claridad que no dexa duda. La noticia de esta obra, de su autor y del que la poseia en manuscrito, la anunció al público el señor de Plot, en el nuevo suplemento al diccionario de Bayle; pero mientras no consten con evidencia las circunstancias del expresado manuscrito, las de su autor, la edad en que escribió, y el tiempo á que se debe referir el uso de la pólvora en los voladores y petardos que describe, parece que no hay fundamento decisivo para despojará los árabes de la preferencia y primacía en el uso, y, conocimiento de la pólvora, de que hacen repetida mencion en sus historias: lo que se aclarará é ilustrará enteramente, luego que se dé á la prensa el segundo tomo de la Biblioteca Arabigo-Española, donde se debe publicar un tratado sobre la antigüedad, y uso de la Artillería y pólvora entre los árabes, que existe manuscrito en la librería del Escorial». D. Vicente de los Ríos dice que no consta el año de publicación de la citada obra de Marco, y por lo mismo queda en duda si sus conocimientos fueron anteriores o posteriores a los de los religiosos franciscanos antes citados.

Tratado ufano

En cuanto al uso de la Artillería afirma Diego Ufano en su Tratado de Artillería, que se empleó por primera vez en el año 1.366, en una guerra entre genoveses y venecianos en el sitio de Claudia Fosa, que los venecianos trataban de reconquistar, y los alemanes prestaron dos cañones en el acto del sitio. El transcurso de solo dieciséis (16) años desde la invención de la pólvora por el alemán Bertoldo Schwartz, y su aplicación a la Artillería por personas de su misma nación, hace muy verosímil esta opinión de Ufano. Otros no obstante aseguran que en el año 1.312 Albaluadid, Rey moro de Granad, llevó ya Artillería al sitio de Baza, y que según Zurita en sus Anales de Aragón, también el Rey de Granada condujo cañones para sitiar a Alicante en 1.331, y que los moros de España defendieron con Artillería la plaza de Algeciras, sitiándola el Rey D. Alfonso Onceno en 1.343.

Con estas noticias anteriores del uso de la Artillería entre los árabes españoles, que se leen en Zurita y el Padre Mariana, célebres historiadores españoles, no han dudado en opinar que la pólvora y su uso, con aplicación a la Artillería, tuvieron lugar entre los árabes, muchos años antes que aquellos en que florecieron los religiosos franciscanos.

El Sr. Montucla que cita la obra del griego Marco acerca de la “COMPOSICIÓN DE LOS FUEGOS” (“DE COMPOSITIONE IGNIUM”), llama la atención de cualquier persona versada en Historia antigua y de la Edad media, que pueda hablar del prodigioso fuego griego, que para lanzarlo a tal distancia, se valían de tubos o cañones arrojándolos a soplos o mediante aire empujado. Con este fuego incendiaron los griegos una numerosa flota de los árabes, cuya quema frustró los esfuerzos de estos conquistadores del mundo entonces conocido en aquella parte del Imperio romano de oriente, y prolongó dilatados años en Constantinopla el cetro de los sucesores de Constantino su fundador. Consecuentemente pudo muy bien pasar a manos árabes, este fuego griego, averiguada ya su composición, debiendo su origen al mixto de la pólvora.

En orden a su antiguo uso entre los chinos son de parecer también los más de los autores que asciende a la más remota antigüedad. Refiriéndose Diego Ufano en su Tratado de Artillería a una relación de fray Andrés de Aguirre, Provincial de los Agustinos en las Islas Filipinas, dice que la invención de la pólvora y uso de la artillería tuvieron principio en el Imperio Chino, por los años ochenta y cinco (85) de nuestra Era cristiana, habiendo sido su inventor el Emperador o Rey Vitey, quien primero la empleó contra los tártaros y en la conquista de las Indias Orientales. Para recurrir Ufano a esto, de que siendo tan antiguo el uso de la Artillería entre los chinos no hubiesen tenido conocimiento alguno, sus vecinos en toda Asia, África y Europa, acude a la ley gubernativa del Emperador o Rey Tesineson, en la que prohibió, bajo pena de la vida y confiscación de bienes, que dejaran su patria, y menos aun poner los pies en los Reinos y Provincias circunvecinas.

El alto grado de crédito que da el agustino fray Andrés de Aguirre, de la perfección a que han llevado los chinos la Pirotecnia para la vistosa formación de fuegos artificiales, puede considerarse respecto a las demás operaciones que se hacen con la pólvora y artillería, concluyendo con el alto grado de perfección en que están siglos en la China los fuegos de artificio, la antigüedad que tendrá en aquel Imperio el uso de la pólvora y de la artillería.

Como quiera sea de la época de la invención de la pólvora y artillería, lo cierto es que de varios siglos a esta parte son las armas de fuego, y con especialidad los cañones y morteros, los instrumentos principales que deciden la suerte de la guerra; y por eso acostumbraban con razón varios fundidores poner en el cuerpo exterior de tales piezas, además de las armas Reales el mote de la última razón o alegato de los Reyes, y también el de Rayos de los Reyes ofendidos.

GONZALEZ HONTORIA

Gonzalez Hontoria-2
Gonzalez Hontoria-2

GONZALEZ HONTORIA:

DON JOSÉ GONZÁLEZ HONTORIA:

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El Mariscal de Campo de Infantería de Marina y Brigadier de Artillería González Hontoria, nace en Sanlúcar de Barrameda el 21 de julio de 1840 y falleció en Carabanchel (Madrid) el 14 de junio de 1889. 

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la introducción del rayado del ánima y las mejoras tecnológicas, traen consigo numerosas innovaciones que provocaron una auténtica revolución. En los buques, el montaje de piezas de retrocarga tenía la ventaja de no precisar sacarlas de batería para introducirles el escobillón y proceder a la carga.

En España, la Armada se retrasó en la adopción de este material, y en 1870 se interesaba por un proyecto de cañón de hierro fundido de 25,4 cm, concebido por el artillero José González Hontoria, considerado uno de los mejores diseñadores de cañones de su época, programando diversos tipos de cañones, a los que se le denominaron “Trubia y González Hontoria”. La construcción de un ejemplar en Trubia, fue el primero que se fundió allí por el procedimiento Rodman. Presentó entonces un proyecto de sistema completo de artillería naval, ya de retrocarga, que La Llave consideró modesto, por que no contaba con ninguna pieza francamente perforante.

El sistema González Hontoria aspiraba conseguir una artillería  propia de la Armada, que hiciera posible prescindir de la del Ejército en la dotación de botes y equipos de desembarco. Así, su sistema reunía piezas de los calibres de 20, 18, 16, 12, 9 y 7 cm.

Las piezas de 20, 18, 16 eran de hierro fundido por el procedimiento Rodman, con doble tubo de acero, las de 12 y 9 de hierro, zunchado, sin entubar y la de 7 cm. de acero, sin zunchar. El sistema incluía la transformación de los cañones Barrios de 22 cm., en calibre 18 cm., y Rivera de 20 cm. y Vigodet-Alcón de 16 cm. Nº 1, en calibre 16 cm, haciendo aprovechables aquellas piezas que no habían sido transformadas por el sistema Palliser. Todas las piezas de este sistema era de retrocarga, con cierre de tornillo tipo De Bange y fueron adoptadas por R.O. de 24 de septiembre de 1879.

De cada calibre, se fabricaron en Trubia dos ejemplares para ser probados y, habiendo dado buen resultado, se procedió a la fabricación corriente de algunas de ellas.

En 1883, González Hontoria presentó un nuevo sistema que comprendía cañones de acero de 12, 16, 18, 20, 24, 28 y 32 cm, autorizándose la fabricación experimental de las piezas de 12 y 16 cm. en el Havre, por la firma Forges et Chantiers de la Mediterranée. Las piezas dieron un resultado que se dice sorprendió a los mismos franceses y así se adoptó el sistema como “modelo 1883”, añadiéndose posteriormente una pieza de 14 cm.

Adoptado el sistema, la producción de piezas sistema González Hontoria en astilleros privados como los del Nervión y Portilla & White, fue consecuencia del programa naval iniciado con la Ley Rodríguez Arias (1887), un intento de liberarse de la dependencia extranjera, que no llegó a conseguirse plenamente, solo un 40% del valor de los cañones pesados, y un 80% de los pequeños se fabricaba en España, con un 60% como media.

El sistema Gonzalez Hontoria quedó retrasado hacia los años 90 cuando apareció la artillería de tiro rápido. La transformación de la reforma a este sistema requería fundamentalmente pasar de albergar las cargas de proyección en saquetes, a cartuchos metálicos, lo que implicaba la modificación de los cierres de los cañones. Dichos cierres se convirtieron en una pesadilla para las dotaciones, originando muchas averías y accidentes.

Dicha transformación a tiro rápido de piezas González Hontoria, que la Marina calificó “de carga simultánea”, se ven reflejadas en la adopción reglamentaria, en 1892, del cañón de 12 cm., “modelo 1883”, transformado a carga simultánea por Joaquín Rodríguez Alonso. Por R.O. de 22 de junio de 1893 lo fue la transformación del cañón de 7 cm. “modelo 1883”, obra de Antonio Sarmiento y, en 1894, se transformó el cañón de 14 cm. “modelo 1883”, según proyecto de Ramón Albarrán, mejorando los dispositivos de fuego eléctrico y de percusión, modificando también el ánima para hacerlo de carga simultánea.

CAÑONES DE DISEÑO NACIONAL:

SISTEMA GONZÁLEZ HONTORIA.-

  • Cañón de hierro zunchado, 20 cm. Md. 1879.
  • Cañón de hierro zunchado, 18 cm. Nº1 Md. 1879.
  • Cañón de hierro zunchado, 18 cm. Nº2 Md. 1879 (Transf. del Barrios 22 cm.).
  • Cañón de hierro zunchado, 16 cm. Nº1 Md. 1899.
  • Cañón de hierro zunchado, 16 cm. Nº2 Md. 1879 (Tranf. del Nº2 Rivera 20 cm.).
  • Cañón de hierro zunchado, 16 cm. Nº3 Md. 1879 (Transf. del Nº1 de 16 cm.).
  • Cañón de acero 12 cm. Md. 1879 montaje Vavasseur.
  • Cañón de acero 9 cm. Md. 1879 montaje de corredera.
  • Cañón de acero 7 cm. Md. 1879, montaje de corredera o con ruedas desembarco.
  • Cañón de acero 32 cm. Md. 1883, montaje torre de barbeta Canet.
  • Cañón de acero 28 cm. Md. 1883, montaje torre de barbeta Canet.
  • Cañón de acero 24 cm. Md. 1883, montaje Vavasseur giro central.
  • Cañón de acero 20 cm. Md. 1883, montaje Vavasseur giro central.
  • Cañón de acero 18 cm. Md. 1883.
  • Cañón de acero 16 cm. Md. 1883, montaje Vavasseur giro central.
  • Cañón de acero 14 cm. Md. 1883, montaje corredera, giro central.
  • Cañón de acero 12 cm. Md. 1883, montaje Vavasseur giro central.
Hontoria Poligono

 La Marina, tras efectuar en 1930 en la Batería de Experiencias de Torregorda importantes obras de modernización, y a propuesta de su entonces jefe Don José María Fernández de la Vega Lombau decide cambiarle la denominación a la Batería, llamándose desde entonces “Polígono González Hontoria” gracias lo cual ha quedado perpetuado su nombre, hasta que en 1999 se integra formalmente cuando se crea el actual Centro de Ensayos de Torregorda (CET), dependiente del INTA. 

La R.O. de 12 de marzo de 1891 dispuso: “S.M. El Rey (q.D.g.) en su nombre la Reina Regente del Reino, de conformidad con lo acordado por ese Consejo en pleno, se ha servido disponer que los restos mortales del Mariscal de Campo de Infantería de Marina, Brigadier de Artillería de la Armada, D. José González Hontoria, sean depositados en el Panteón de Marinos Ilustres, cuando las prescripciones sanitarias lo permitan”.

Hontoria Sepulcro-Gonzalez-Hontoria

El día 9 de julio de 1907 llegó por fin ese momento, quedando sus restos depositados en una urna en el sepulcro que estaba preparado junto a los de Méndez Núñez y Laborde.

Al morir González Hontoria se continuó durante muchos años artillando nuestros buques con sus cañones de diversos calibres, 64 buques en servicio con un total de 326 cañones Hontoria, siendo la prueba más evidente del convencimiento de los altos mandos de la Armada y de los técnicos españoles, que por primera vez España contara con una artillería naval de fabricación propia superior a la de otros países.

Cañones Hontoria de diversos calibre, montados en los buques:

hontoria Calibre-Cañones

BIBLIOGRAFÍA:

ARTILLERÍA DE RETROCARGA EN LA ARMADA. PRIMERA ÉPOCA, 1879-1895: http://www.catalogacionarmas.com/public/13-retrocarga-marina-1879-95.pdf

PAZ GARCÍA DE PAREDES RODRÍGUEZ DE AUSTRIA. LA ACTIVA VIDA DE GONZÁLEZ HONTORIA: http://www.armada.mde.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/16cuaderno/01cap.pdf

IGNACIO GARCÍA DE PAREDES BARREDA. LOS CAÑONES HONTORIA EN LOS BUQUES ESPAÑOLES: http://www.armada.mde.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/16cuaderno/04cap.pdf

INTA. SUBDIRECCIÓN DE SISTEMAS TERRESTRES: http://www.inta.es/opencms/export/sites/default/INTA/es/quienes-somos/historia/la-subdireccion-de-sistemas-terrestres/

FOTO GONZALEZ HONTORIA: https://desanlucar.blogspot.com.es/2008/02/jos-gonzlez-hontoria.html

 

MECANISMOS DE ÉMBOLO

embolo y cargandolo dos hombres
embolo y cargandolo dos hombres

MECANISMOS DE ÉMBOLO:

Todo mecanismo de esta clase consiste en hacer movible el fondo del ánima formando parte de un émbolo y asegurar la posición de dicho fondo en su sitio, una vez cargado el cañón, por cualquier medio mecánico que satisfaga a las condiciones expuestas anteriormente.

Algunos sistemas de los comprendidos en este grupo son:

Sistema Navarro Sangran:

Este sistema consiste el medio (fig. 125a) en suprimir el cascabel y taladrar la culata, pasando a través de esta en dirección del eje del ánima, un vástago o varilla de hierro, a cuyo extremo anterior va un platillo o disco también de hierro batido de superior calidad, que avanzando hasta la misma noca de la pieza, pueda recibir la carga y arrastrarla consigo hasta el sitio que debe ocupar.

émbolo Navarro

El mayor inconveniente de este sistema, es que en un fuego vivo el calor que adquiere el disco puede ser por si suficiente a la deflagración de la pólvora, y esta fue sin duda la causa de no persistir en las pruebas, quedando la idea sin aceptación.

Sistema Engstrom:

Este ingenioso mecanismo es debido al teniente de navío sueco Engstrom. El cañón (fig. 125b), barrenado en toda su longitud, afecta a la parte posterior del ánima tres formas completamente distintas: tronco-cónica, cilíndrica y la también cilíndrica de menor diámetro, pero con dos canales, rectas a los costados que ocupan cada una la extensión de un cuadrante. El émbolo termina en una parte tronco-cónica, que se ajusta exactamente a la correspondiente del ánima y la base anterior está vaciada formando un casquete o semiesfera cóncava, que constituye el fondo de la recamara.

émbolo Engstrom

La parte posterior restante del émbolo, es cilíndrica, con dos filetes rectos de las mismas dimensiones que las canales que hay en la parte posterior del ánima. El vástago del émbolo pasa a través de un abertura practicada en la pieza “T” y tiene las maniguetas con que se maneja, fijando su posición cuando conviene por medio de una tuerca atornillada en el extremo roscado de dicho vástago. Dicha pieza sirve para contener el émbolo cuando se atrae, y pudiendo después girar la charnela sobre uno de sus costados, deja expedita la entrada del ánima para poder cargar la pieza. La obturación se obtiene por medio de un anillo expansivo de cobre que, ajustado en la parte posterior de la recamara contra la unión de ésta con el émbolo, si dilata en el acto del disparo y evita la salida o escape de los gases de la carga y sus perjudiciales efectos.