La Unión Soviética prestó asistencia naval al Gobierno de la República antes, incluso, de que Madrid lo pidiera oficialmente. En la segunda mitad de agosto de 1.936 se inició el envío de personal técnico, en un ambiente de sigilo, poniéndose al mando del equipo el agregado naval soviético Nicolai Kuznetsov. Pese a todos los esfuerzos que estos asesores realizaron para poner al personal a la altura del material naval del que disponía la flota republicana:
… “nunca consiguieron convertir ese cuerpo maltrecho del ejército en un arma competente. La situación de la Marina española era muy distinta a la de otros cuerpos militares, pues apenas unos días después del Alzamiento se quedó sin ninguna autoridad efectiva”…
Si bien se trataba de una flota no despreciable, su cuerpo de oficiales era practicante inexistente, pues casi todos los mandos habían muerto asesinados a manos de los nuevos reclutas en los primeros días de la contienda.
En el contexto de la asistencia a la Marina republicana, ésta requería jefes y oficiales de buques y submarinos, y por ello, de acuerdo con el Gobierno, se dedicó enviar a España un grupo de seis submarinistas y varios torpedistas para designarlos comandantes de tripulaciones españolas y mixtas (hispano-soviéticas) en los submarinos de la clase “C” y lanchas torpederas, respectivamente. En conjunto, el grupo de asesores soviéticos en la Marina de Guerra Republicana llegaría a sumar setenta y siete personas, que participaron en muchas de las operaciones y combates navales.
La Marina Mercante soviética apoyó también el esfuerzo bélico republicano, al comprometerse con las misiones de transporte de material bélico desde los puertos de partida hasta el territorio leal:
… “Cada travesía a España era para las tripulaciones una operación militar en el amplio sentido de la palabra. Gracias a una organización precisa, a la disciplina y perseverancia de todos los que participaron en las operaciones “X”, alcanzaron los puertos de la República sesenta y seis “Y” (52 entre 1.936 y 1.937; 13 en 1.938; uno en 1.939)”…
En los primeros meses de la guerra los cargueros salían de puertos soviéticos (Odessa, Feodosia, Sebastopol…) y llegaban a puertos españoles, camuflados y enmascarados, con diferente pabellón y nombre supuesto. Pero cuando el bloqueo de la flota nacional se hizo más duro, se decidió remitir los cargamentos militares hasta El Havre o Cherburgo y, luego, por vía férrea cruzar Francia y llegar a Cataluña.
A partir de septiembre de 1.937 los nacionales intensificaron sus operaciones de guerra al tráfico y hundieron varios buques republicanos sin cargamento bélico, aunque ya desde la primavera de ese mismo año, a todos los buques mercantes que hacían la ruta se les dotaba de armas en las bases navales soviéticas, que a menudo eran varias ametralladoras y piezas antiaéreas de pequeño calibre (45 mm) y, en otros casos, cañones de superficie de 75 mm.
LAS LANCHAS RÁPIDAS TORPEDERAS.-
La Unión Soviética, suministrador principal de armamento para la República, remitió entre mayo y junio de 1.937 cuatro modernas unidades ligeras con destino a la Marina gubernamental. Se trataba de unas magníficas lanchas torpederas de tipo G-5 serie 8, desarrolladas en 1.933, y que alcanzaban una velocidad superior a los 45 nudos con mar en calma, velocidad impartida por sendos motores situados a popa. Su armamento consistía en un montaje doble de ametralladora calibre fusil y dos torpedos de 533,4 mm. Las cuatro recibidas fueron bautizadas con los números 11, 21, 31 y 41.
A partir del 18 de julio de 1.936, la gran, mayoría de los buques de la Marina quedaron en poder de las fuerzas leales al Gobierno de la República. Por ello el bando republicano tuvo menos necesidad que su oponente de convertir buques mercantes en navíos de guerra, por mera adición de material artillero y, en ocasiones de blindaje suplementario en zonas concretas de los barcos.
El Gobierno de la República logró poner en servicio todos los destructores clase “Churruca”, que el 18 de julio estaban todavía en construcción. Eran estos los denominados “Almirante Antequera”, “Gravina”, “Jorge Juan” y “Ulloa”, que entraron a formar parte de la flota republicana entre 1.936 y 1.937, armados con cañones de 120 mm como artillería principal.
El Gobierno republicano adquirió y montó en sus buques diverso armamento antiaéreo del que, como les ocurriera a sus oponentes, carecían de manera casi absoluta. También en la zona frente populista, y sobre todo en el norte vasco, cántabro y asturiano, se utilizaron con profusión mercantes y pesqueros armados para completar las unidades de guerra presentes en esos teatros de operaciones.
La denominada Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi, en su escaso año de vida, mantuvo operativos, por ejemplo, nueve bous armados, veintisiete dragaminas y una veintena de lanchas de diversos cometidos.
En el Mediterráneo, con base en los principales puertos murcianos, levantinos y catalanes, operaron varias flotillas de vigilancia compuestas por pesqueros y lanchas patrulleras de circunstancias, armadas con diversos y antiguos cañones y ametralladoras.
BUQUES DE GUERRA INCORPORADOS A LA MARINA REPUBLICANA.-
Los seis destructores en construcción en Cartagena el 18 de julio de 1.936 se fueron incorporando a la flota republicana a medida que la factoría naval los iba entregando. El primero de ellos fue el “Almirante Miranda”, cuyas obras estaban prácticamente finalizadas. Entró en servicio el 25 de julio y se incorporó a la flotilla de destructores de Cartagena. Un mes más tarde salía a la mar el “Gravina” y tres semanas después el “Escaño”. El 24 de octubre de 1.936 se incorpora a la flota republicana el “Ciscar”.
Los dos últimos destructores, cuyas obras estaban mucho más retrasadas, el “Jorge Juan” y el “Ulloa”, entrarían en servicio al año siguiente, el 30 de agosto y el 20 de noviembre de 1.937, respectivamente.
Al parecer solo había en Cartagena, destinados a los primeros destructores, un total de nueve cañones Vickers de 120 mm y 45 calibres Modelo “F”, circunstancias que obligó a desmontar uno de los cinco cañones Vickers Modelo “D” de cada uno de los siete destructores en servicio de la primera serie de la clase “Churruca”, para armar con todos ellos, en la medida de lo posible, los cuatro destructores cuya entrega estaba prevista para los meses siguientes. Para completar el armamento de los nuevos destructores cuya entrega estaba prevista para los meses siguientes. Para completar el armamento de los nueve destructores se llegaron a utilizar, durante un breve espacio de tiempo, las piezas Vickers de 101,6 mm y 40 calibres procedentes de los destructores “Alsedo” y “Lazaga”, cuya operatividad en los primeros meses de la guerra era bastante escasa.
En total la Marina Republicana dispuso de treinta y cinco cañones de 120/45 Modelo “D” y otros catorce del Modelo “D”. Los dos últimos destructores entregados a la Marina republicana, fueron armados con los cañones Vickers de 120 mm procedentes de sus hermanos “Churruca” y “Alcalá Galiano”, ambos averiados y amarrados a los muelles del arsenal en Cartagena hasta el final de la contienda.
La defensa antiaérea de estas unidades, al igual que sus antecesores de la primera serie, estaba encomendada a un cañón Vickers en montaje de gran ángulo de 76,20 mm y 45 calibres, de los cuales la Marina republicana disponía de unas doce piezas, por lo que el “Ciscar”, en abril de 1.937 fue dotado de un cañón similar, de 76,20 mm, pero de solo 34 calibres. Además de estos cañones, los destructores fueron destinatarios de otro tipo de armas antiaéreas en distinta fases del conflicto y se produjeron cambios constantes de este nuevo armamento.
Estos nuevos medios de defensa antiaérea eran, por un lado, ametralladoras de 25 y 13, 2 mm marca Hotchkiss, todas ellas en montajes dobles, adquiridos antes de la guerra aunque montadas en los buques una vez iniciada la misma; y por otro, piezas Bofors de 40 mm y 56 calibres y Oerlikon de 20 mm y 70 calibres, todas ellas importadas por la República a finales de 1.938 y montadas en los barcos es esas mismas fechas.
LAS AMETRALLADORAS ANTIÁEREAS REPUBLICANAS.-
En diciembre de 1.935 se había firmado un contrato con la firma Hotchkiss para la adquisición de diez equipos dobles de ametralladoras antiaéreas de 25 mm y otros diez de 13,2 mm con sus repuestos y municiones. Este material no comenzó a estar en España hasta abril de 1.936, fecha en que llegaron a Cartagena cuatro montajes de 25 mm y diez de 13,2 mm con accesorios y munición.
El día del Alzamiento todas las ametralladoras estaban en el Arsenal de Cartagena sin montar en ningún buque, y a ellas se unió otra de 25 mm que, aunque destinada al cañonero mexicano “Durango”, sería incautada por las autoridades republicanas en Valencia. El resto del pedido jamás llegaría a España. Republicana Ametralladoras-HotchkissTras la sublevación, la Marina gubernamental montó estas ametralladoras en la mayoría de los buques de superficie que quedaron en su poder, como el acorazado “Jaime I”, los cruceros “Libertad” y “Cervantes” o los destructores en el transcurso del conflicto sufrieron múltiples cambios de emplazamientos e incluso alguna pérdida por hundimiento del buque que lo portaba o por inutilización de la propia arma.
Como ayuda procedente del exterior, en el transcurso de la guerra la Marina Republicana recibió varias ametralladoras de 40 mm: unas del modelo Bofors, moderno y eficaz en su cometido antiaéreo, y otras Vickers-Terni, variante italiana de una ametralladora inglesa de montaje naval. Los buques que montaban estas armas fueron los cruceros “Libertad” y “Cervantes”, y los destructores “José Luis Díez”, “Ulloa” y “Almirante Valdés”.
Hasta diciembre de 1.938, la mayoría de los buques de la flota republicana recibieron ametralladoras Oerlikon de 20 mm. El despliegue de estas armas se muestra a continuación:
BIBLIOGRAFÍA:
JOSÉ MARÍA MANRIQUE GARCIA Y LUCAS MOLINA FRANCO. LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
Desde el comienzo del conflicto, los sublevados tuvieron las simpatías de Alemania e Italia. Aunque la mayor parte de la ayuda que estos países comenzaron a hacer llegar, fue a parar el Ejército y a la Aviación, la Armada también fue receptora de algunos materiales, necesarios para incrementar la potencia de la exigua y mal armada flota con la que contaba.
Alemania remitió artillería y direcciones de tiro, casi todo el material procedente de la Primera Guerra Mundial, municiones y cinco lanchas torpederas de diseño francamente moderno y avanzado. Italia, además de artillería y direcciones de tiro anticuadas, accedió a vender a los sublevados cuatro viejos destructores, dos buenos submarinos y cuatro lanchas torpederas, pequeñas y mediocres.
ARTILLERÍA NAVAL GERMANA:
La escuálida flota de los sublevados adolecía de la falta de artillería antiaérea, y las principales peticiones vinieron enfocadas, precisamente en ese sentido. El total de piezas de la especialidad enviadas a la Marina nacional fue de setenta y un cañones y ametralladoras, que se pueden desglosar de la siguiente manera:
Cuatro cañones antiaéreos de 10,5 cm L/45 en montaje C/30.
Cuatro cañones antiaéreos de 10,5 cm Ubts u Tbs Flak L/45.
Ocho cañones antiaéreos de 8,8 cm S.K.C/30 en montaje M.P.L C/30.
Diez cañones antiaéreos de 8,8 cm L/45 en montaje M.P.L C/13. (Más otros cuatro que pasaron al Ejército).
Cuarenta y tres ametralladoras antiaéreas de 2 cm C/30 en montaje C/30.
Dos cañones para tiro de superficie de 8,8 cm SK.L/45 sobre montaje M.L.C/06 (antiguas piezas navales procedentes de la Marina imperial germana con las que se artilló el bou “Álava”.
El minador “Júpiter” recibió los cuatro cañones antiaéreos de 10,5 cm L/45 en montaje C/30, junto a una dirección de tiro EWA, consistente en un telémetro de 3 m de base, graduador de espoletas e instalación telefónica completa para dirigir el fuego.
A mediados de noviembre de 1.937, el crucero “Cervera” cambiaba sus cañones antiaéreos Vickers de 101,6mm por los alemanes Krupp de 10,5 cm L/45 C/30 del “Júpiter”. Montadas en este buque, las cuatro piezas finalizaron la guerra.
Los cuatro cañones antiaéreos alemanes de 10,5 cm Utbs. u Tbts, L/45 se recibieron en El Ferrol a mediados de octubre de 1.936 y se enviaron por ferrocarril a San Fernando, junto con diverso material y munición para las mismas de 25 de ese mismo mes. En principio fueron montadas en los terrenos de la base naval principal de Cádiz, con la consideración de batería experimental. Mediada la guerra, el mando autorizó el emplazamiento de las piezas en el cañonero “Canalejas”, donde se encontraban montadas al finalizar la contienda.
Las cuatro primeras piezas antiaéreas de 8,8 cm SK. C/30 en montaje M.P.L. C/30, recibidas de Alemania vía Legión Cóndor, fueron montadas en el acorazado “España”, buque que, pese a su lamentable estado, fue puesto en servicio en El Ferrol a los pocos días de producirse el Alzamiento militar. Con la pérdida del buque en el Cantábrico, desaparecieron también para siempre los cuatro cañones antiaéreos de 88 mm SK.C/30 alemanes que montaba.
Otros cuatro cañones de 88 mm S.K.C/30 llegaron a Sevilla a principios de noviembre de 1.936, en el vapor alemán “Spezia”, y fueron remitidos a Ferrol con destino al crucero “Baleares” y emplazados por el equipo “negrillo”, mientras no se acabara de alistar el crucero, en un lugar denominado Prado de Caranza, al servicio de la Marina, para defender la entonces inerme base naval principal de El Ferrol. Al final, las piezas fueron montadas en el crucero “Baleares”, a babor y estribor de la chimenea, en los antiguos emplazamientos de las ametralladoras italianas de 40 mm, que fueron retiradas.
Estas piezas, al igual que ocurriera con el crucero “España”, se hundieron con el “Baleares” el 6 de marzo de 1.938, aunque en este caso la tragedia tuvo tintes mucho más dramáticos, pues hubo un total de 788 muertos y desaparecidos.
Los otros diez cañones antiaéreos de 88 mm L/45 en montaje M.P.L. C/13 fueron montados en el crucero auxiliar “Mar Cantábrico” (cuatro), en el minador “Vulcano” (dos) y en el crucero “Navarra” (cuatro). Los cuatro entregados al Ejército se emplearon en la defensa contra aeronaves del Cuartel General del Generalísimo.
La casa Rheinmetall fabricó y puso una versión naval de su ametralladora antiaérea de 20 mm Flak 30, a la que montó sobre un afuste de candelero para fijarla a bordo de los buques de guerra, y colocó unos apoyos para que el tirador, que disparaba en posición erguida, situara los hombros. El arma funcionaba por corto retroceso del cañón y su alimentación se realizaba a base de cargadores de veinte cartuchos que se acoplaban por el costado izquierdo. Además para la recogida de vainas, se le acoplaba un cestón de grandes proporciones, evitando que los casquillos disparados rodaran por la cubierta y se convirtieran en un peligro para los propios sirvientes.
El estudio y seguimiento de las ametralladoras antiaéreas navales de 20 mm C/30 es, quizás, el más complicado de los referentes a las armas alemanas, ya que tuvieron una vida muy azarosa en la Marina nacional: pasaron de unos buques a otros y eran muy pocas las unidades navales que las montaron de manera continuada durante el conflicto.
Por la mediación de la Legión Cóndor, se recibieron ametralladoras de este modelo; además, a través de HISMA (Hispano-Marokkanische Transport-Aktiengesellschaft), llegaron a un total de veinte máquinas. Las lanchas torpederas enviadas por Alemania a la Marina nacional, así como la lancha de la Luftwaffe, que operó en apoyo a la escuadrilla alemana de hidros de Baleares, denominada “Pollensa”, montaban como única arma además de los tubos lanzatorpedos, una ametralladora de 20 mm C/30, contabilizando de esta otra manera otras seis ametralladoras del mismo calibre anterior.
Además del “Baleares” y del “Canarias”, recibirían ametralladoras Flak de 20 mm C/30 el crucero auxiliar “Domine”, los bous “Santa Urbana”, “Ciriza”, “Tritonia” y “Juan Mari”; el destructor “Velasco”, los minadores “Júpiter” y “Vulcano”, los cruceros auxiliares “Mar Cantábrico” , “Ciudad de Valencia” y “Puchol”, los cañoneros “Cánovas del Castillo”, “Lauria” y “Canalejas”, el bou “Álava”, así como los torpederos nº 2, 7 y 9 y los destructores de origen italiano “Velasco-Ceuta”, “Velasco-Melilla”, “Huesca” y “Teruel”.
Los cañones alemanes de 8,8 cm S.K.L/45, M.L. C/06 eran piezas navales para tiro de superficie, y la referencia C/06 puede dar una idea de su antigüedad en la Marina germana. La Armada nacional solo recibió dos ejemplares de este modelo, que fueron recibidos en Vigo, en el mercante alemán “Maccabi”, el 22 de mayo de 1.937.
Se tomó la decisión de utilizarlos para el armamento del que sería clasificado como guardacostas “Álava”, antiguo buque bacaladero de la PYSBE, capturado por los nacionales medio hundido en el puerto de Bilbao en junio de 1.937. En septiembre fue artillado con ambos, montados uno a proa y otro a popa, además de dos ametralladoras de 20 mm Flak C/30, aunque estas durarían muy poco emplazadas en este buque.
MEDIOS PARA LA DIRECCIÓN DE TIRO NAVAL.-
Las baterías antiaéreas navales de 105 mm L/45; 88 mm L/45 y 88 mm SKC/30 suministradas por Alemania venían acompañadas por direcciones de tiro modelo EWA, telémetros de coincidencia de 3 y 1,25 metros de base, graduadores de espoletas, predictores AM-17 y todo tipo de aparatos ópticos para garantizar la eficacia contra aeronaves de los cañones. En total se adquirieron ocho equipos de dirección de tiro antiaérea, de los cuales dos se perdieron en el transcurso de la contienda, al hundimiento del acorazado “España” y el crucero “Baleares” (permanecieron seis aparatos montados en otros tantos buques nacionales durante el resto de la guerra).
A mediados de 1.937, y debido a la práctica inexistencia en los buques de la flota nacional de elementos para la dirección de tiro, el Estado Mayor de la Armada solicitó a Alemania el envío de sistemas directores de fuegos, para los minadores “Júpiter”, “Vulcano”, “Neptuno” y “Marte”, cañonero “Calvo Sotelo”; crucero “Navarra” y cruceros “Canarias” y “Baleares”.
Destinada a cada uno de los cuatro minadores y el cañonero, se adquirió una dirección de tiro para los cañones de superficie Vickers de 120 mm, que compartirían la artillería principal de los buques. Con destino al crucero “Navarra” se adquirió un sistema de dirección de tiro para los seis cañones de superficie de 152,4 mm Vickers montados en el citado buque. Los plazos de entrega al igual que ocurriera con los sistemas de los minadores y cañoneros, oscilaron entre finales de 1.937 y principios de 1.938.
Por último, se adquirió un sistema de dirección de tiro antiaéreo y de superficie para los ocho cañones de 120 mm (cuatro a babor y otros cuatro a estribor) que montaban los cruceros “Baleares” y “Canarias”. La dirección de tiro alemana del “Canarias” quedó montada totalmente a finales de abril de 1.938 y permaneció en el buque hasta después de finalizada la Guerra Civil española.
LA AYUDA NAVAL ITALIANA.-
Desde los primeros momentos de la sublevación, cuando estuvo claro que el Arma Submarina al completo quedó en manos de los frente populistas, la exigua Marina de los sublevados vio la necesidad acuciante de solicitar a los países que habían aceptado respaldarlos, la cesión de algún sumergible que compensara la aplastante superioridad del enemigo. Tras las reticencias de Alemania y Portugal, Italia dio su aprobación a ceder la utilización a los nacionales de varios submarinos con dotación propia, pero con un “comandante adjunto” español, que asesoraría al comandante real del buque y que figuraría como comandante efectivo si este tuviera que dar la cara ante buques de la Marina de Guerra de otro país.
Por otro lado, y debido a la carencia casi absoluta de destructores, también se solicitaron a Italia algunas unidades para aliviar el enorme esfuerzo que realizada el “Velasco”, único buque de estas características en manos de los sublevados. En este caso, las unidades navales vendidas fueron unos viejos destructores, agotados y poco efectivos, aunque, como en muchas ocasiones, la Marina nacional supo sacarle provecho durante la campaña.
Además de Artillería naval para poder armar algunas de las unidades de la flota nacional y unos pocos bous, la Regia Marina envió cuatro pequeñas lanchas torpederas de dos modelos diferentes, cuyo resultado no merecieron la pena.
ARTILLERÍA NAVAL ITALIANA.-
Al igual que ocurrió con la ayuda alemana a la Marina sublevada, Italia consintió enviar a los nacionales varios cañones (todos ellos antiaéreos, excepto los cuatro 120 mm Armstrong para los cruceros auxiliares), para así dar cobertura y mejorar la mala defensa contra aeronaves, de la que adolecían los buques sublevados. En concreto fueron piezas de 100/47 OTO; de 76,2/40 Ansaldo-Armstrong; de 40/39 Vickers-Terni; de 20 mm Scotti y de 13,2 mm Breda.
Cañón OTO 100/47 Mod. 1928. Referencia: https://www.all4shooters.com/it/Tiro/cultura/Museo-navale-la-spezia/?p=1
Los cañones de OTO de 100/47 Mod. 1.928 era una réplica de los Skoda Mod, 1.910, piezas que llegaron a Italia en grandes cantidades procedentes de botín de guerra al finalizar la Primera Guerra Mundial. Ocho de estos cañones llegaron a España en el vapor “Argentina”, procedentes de Italia en octubre de 1.936 y con destino a los cruceros en construcción “Canarias” y “Baleares”.
Cuatro de ellos fueron montados en el “Baleares” hasta que pudieron ser sustituidos por los originalmente propuestos en el proyecto del crucero: los Vickers de 120 antiaéreos fabricados en la factoría de San Carlos (Cádiz). Se recibieron otros tres OTO en 1.937, que serían transportados a Palma en marzo de ese mismo año por el “Baleares”.
Todos ellos fueron entregados al Ejército durante la contienda, que los utilizó para la defensa antiaérea de la isla de Mallorca.
La mayoría de las piezas antiaéreas de 76,2/40 mm Ansaldo-Armstrong que Italia envió a España fueron empleadas en tierra. Los buques de la Marina nacional que montaron este tipo de piezas fueron los siguientes: crucero auxiliar “Mar Negro”, cuatro piezas; cañoneros “Dato” y “Cánovas del Castillo”, dos piezas cada uno; minador “Júpiter”, dos piezas; y destructores “Ceuta” y “Melilla”, dos piezas cada uno. En total, la Marina nacional tuvo embarcados catorce cañones de este modelo, que actuaron como defensa principal de hasta nueve de sus buques principales.
Los montajes Vickers-Terni de 40/39 mm suministrados por Italia a la Marina nacional, armas anticuadas y poco efectivas, los llevaron buques como el “Canarias” y “Baleares” , que los cedería al “Júpiter” al montar en El Ferrol la batería antiaérea de 88/45 mm Flak, y los pequeños destructores adquiridos a Italia, “Huesca” y “Teruel”, como antiaérea principal. En total fueron 10 ejemplares.
Vickers-Terni de 40/39 mm. Referencia: http://www.navweaps.com/Weapons/WNBR_2pounder_m2.php
Las ametralladoras Issota Fraschini de 20 mm “Scotti” eran modernos antiaéreos navales; se conoce la presencia en España, adquiridos directamente al fabricante italiano, de nueve de ellas, de las que cuatro fueron embarcados en el crucero “Navarra”, tres en el crucero auxiliar “Mar Negro”, una en el destructor “Velasco” y otra en el cañonero “Dato”.
Ametralladora Issota Fraschini de 20 mm “Scotti”. Referencia: https://it.wikipedia.org/wiki/Scotti-Isotta-Fraschini_20/70
Por último, Italia suministro ametralladoras de 13,2 mm Breda tanto en un sencillo afuste individual como en un sofisticado y efectivo afuste doble.
BIBLIOGRAFÍA:
JOSÉ MARÍA MANRIQUE GARCIA Y LUCAS MOLINA FRANCO. LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
La necesidad de contar con buques de gran porte, capaces de acoger a bordo una variedad de armamento de diferentes calibres, provocó que la Marina nacional requisara varios barcos mercantes y los transformara en “cruceros auxiliares”. Eran estos el “Ciudad de Palma”, “Ciudad de Valencia”, “Dómine”, “Ciudad de Alicante”, “Ciudad de Mahón”, “Puchol”, “Lázaro”, “Mallorca”, “Rey Jaime I” , “Rey Jaime II” y “J.J. Sister”, y principalmente, tras su captura, los gemelos “Mar Cantábrico” y “Mar Negro”.
En el transcurso de los cuatro primeros meses de guerra, la Marina nacional había conseguido armar en total a nueve barcos mercantes, que conservaron su propia dotación, aumentada en el personal de marinería necesario para el manejo del armamento y una pequeña guarnición de Infantería de Marina.
Para el armamento de dichos buques se utilizaron diferentes materiales artilleros, aunque casi todos ellos eran de la casa Vickers y de calibre 120 y 101, 6 mm, procedentes los primeros de los Talleres de Artillería de “La Carraca”, donde se construían los cañones de los destructores clase “Churruca”, y los segundos, del material recuperado del primer acorazado “España”, perdido años atrás en el cabo Tres Forcas, aunque se consiguió salvar su artillería.
Uno de los primeros vapores armados fue el “Domine”, un moderno buque de 6.900 toneladas de registro bruto, perteneciente a la compañía Transmediterránea, dedicado al tráfico comercial con Guinea, aunque su carrera como buque armado solo duró de septiembre de 1.936 hasta enero de 1.937, momento en el que fue desartillado y pasó a desempeñar diversas comisiones como buque de carga y pasaje. Según González Echegaray, fue artillado con cuatro cañones Vickers de 101,6/50 calibres.
En el arsenal de La Spezia (Italia) fueron armados tres buques mercantes de nombres: “Ciudad de Palma” (ex “Príncipe Alfonso”), “Rey Jaime I” y “Mallorca”. El primero había sido construido en Italia en 1.930, tenía 5.650 toneladas de registro bruto y se le montaron dos cañones de 120 mm Armstrong y otros dos antiaéreos de 76 mm Ansaldo. Los otros dos eran también de origen italiano, aunque más antiguos y pequeños que el anterior. En este caso, serían armados con una pieza de 120 mm y otra de 76 mm cada uno.
Los vapores denominados “Ciudad de Valencia”, “Ciudad de Mahón” y “Ciudad de Alicante” también fueron habilitados como mercantes armados. El primero, de 2.497 toneladas de registro bruto, fue artillado en Cádiz y El Ferrol y quedó con un cañón de 120 mm Vickers, uno de 101,6 mm también Vickers y dos ametralladoras. El segundo de 2.150 toneladas, fue armado en Cádiz con piezas Vickers de 101,6 mm y una ametralladora alemana C/30, de 20 mm. Por último, al “Ciudad de Alicante” (ex Infante Don Juan), de 2.900 toneladas de registro y perteneciente a la Transmediterránea, se le montaron a finales de 1.936 un cañón de 120 mm, dos de 101,6 mm, otros dos de 47 mm, todos ellos de la casa Vickers, así como dos ametralladoras antiaéreas de 13,2 mm Breda.
Los buques “Lázaro” y “Puchol”, de 1.514 toneladas de registro, eran antiguos mercantes construidos en Italia a finales del siglo XIX, lo que no fue obstáculo para amarlos en los primeros meses de la contienda con un cañón de 120 mm, dos de 101,6 mm y otros dos de 47 mm (todos ellos de la casa Vickers), así como una ametralladora antiaérea de 13,2 mm Breda en cada uno.
Los buques mercantes “Rey Jaime II” y “J.J. Sister”, tras ser capturados por el crucero “Canarias” en el Mediterráneo en septiembre de 1.937, fueron transformados en mercantes armados y empleados por la Marina nacional. Ambos rozaban las 3.000 toneladas de registro bruto, pertenecían a la compañía Transmediterránea, habían sido construidos en Italia y habían servido como buques prisión en la zona republicana en los primeros momentos de la guerra.
LOS CRUCEROS AUXILIARES.- “MAR NEGRO” Y “MAR CANTÁBRICO”.-
La motonave “Mar Cantábrico”, de 6.632 toneladas de registro bruto y 7.500 de carga fue apresada por el “Canarias” en el golfo de Vizcaya, cargada de armamento y pertrechos de guerra con destino al norte republicano, procedente de Norteamérica y Méjico. Debido a su tamaño, sus características y el amplio radio de acción, el Estado Mayor de la Armada Nacional pensó transformar ese magnífico buque de carga en crucero auxiliar.
Antes incluso de la finalización de las tareas de descarga del material que transportaba el buque, el Contralmirante Jefe del Arsenal de El Ferrol ordenó a la factoría de la Sociedad Española de Construcción Naval ferrolana reconocer y reparar todas las averías del navío para dejarlo en perfecto estado. El 27 de junio de 1.937, el almirante Cervera ordenaba el armamento del “Mar Cantábrico” con arreglo a los planos presentados en el EMA por los ingenieros de la SECN de El Ferrol, bajo la dirección del capitán de navío José María González-Llanos Caruncho, verdadero impulsor y alma máter de todos los proyectos de armamento y modificaciones de buques de guerra durante la contienda.
El “Mar Cantábrico” fue armado con cuatro cañones Vickers de 152.4 mm L/50, cuatro piezas antiaéreas de 88 mm L/45 sobre montaje C/13 y con otras tantas ametralladoras antiaéreas alemanas de 20 mm C/30 en montaje naval. La batería principal fue solicitada al Ejército que la desmontó del frente marítimo de El Ferrol y la entregó a la Marina; y la antiaérea procedía del material enviado por los alemanes con destino a la Marina nacional. La importantísima tarea de la dirección de tiro fue encomendada a sendas alzas directoras para material de 152,4 mm, también procedentes de la artillería de costa, así como a un par de telémetros antiaéreos de tres metros de base.
La motonave mercante, habilitada como crucero auxiliar de la Marina de guerra, rindió magníficos servicios a la causa nacional, realizando misiones de escolta, exploración, transporte de material o interceptación del trafico mercante enemigo hasta el final de la contienda, en que sería desarmada y devuelta a sus propietarios.
Los resultados obtenidos en la transformación de este buque fueron tan buenos que más adelante, en la factoría de Sestao, una vez caído Bilbao, se procedió a hacer la misma operación en su gemelo, el “Mar Negro”, que también sería apresado por la escuadra nacional con camiones, víveres y efectos diversos para el bando republicano cuando regresaba de Rusia y frente a la costa de Argel. Era el 1 de septiembre de 1.937.
El “Mar Negro” era un vapor de 6.632 toneladas de registro bruto perteneciente a la Marítima del Nervión. En este caso, la batería principal del crucero auxiliar, sería idéntica a la del “Mar Cantábrico”, incluida la procedencia; únicamente variarían las piezas antiaéreas, que en esta ocasión eran de procedencia italiana, y que materializaron en cuatro cañones Ansaldo-Armstrong de 76,2 mm y otras tantas ametralladoras antiaéreas de 20 mm Scotti.
Los trabajos de conversión de este buque en crucero auxiliar se llevaron a cabo de una manera más completa por disponer de materiales de acero en mayor cantidad que cuando se armó el “Mar Cantábrico” en El Ferrol.
BIBLIOGRAFÍA:
JOSÉ MARÍA MANRIQUE GARCIA Y LUCAS MOLINA FRANCO. LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
PUESTA A PUNTO DE DIVERSOS BUQUES DE GUERRA NACIONALES:
Creyendo que el triunfo del Alzamiento sería cuestión de días, los sublevados vieron pronto la necesidad de emprender operaciones marítimas en el Cantábrico, gran parte de cuyo litoral estaba en poder del adversario. Enseguida pudo hacerse a la mar el crucero “Almirante Cervera”, aunque con una dotación reducida. Se emprendió el urgente armamento del “España”, en situación de reserva y en breves jornadas salió a campaña, aunque con tan poca gente que solo podían utilizar una de las torres de la artillería principal. Se consiguió que el “Velasco” pudiese salir a la mar, con su dotación original, que permaneció a las órdenes de su comandante, el Capitán de Corbeta Calderón, desde el principio.
Rápidamente aumentó la eficacia de los buques de guerra y de los bous auxiliares armados, y ellos contribuyeron a la caída del norte, e iniciaron el bloqueo de la costa enemiga, apresando muchos buques que transportaban material de todo tipo a la España Republicana, y que constituyeron, una importante fuente de aprovisionamiento del bando nacional.
El dominio del Cantábrico por las fuerzas marítimas nacionales, permitió facilitar las operaciones terrestres, impedir el aprovisionamiento de la costa enemiga y prestar apoyo, por lo menos moral a las guarniciones de los cuarteles de Gijón.
Por eso, estos últimos destacaron al norte una flotilla de submarinos, uno de los cuales fue hundido en las costas de Asturias por el “Galicia”, un remolcador convertido en patrullero, en cuyo auxilio acudió el destructor “Velasco”.
EL CRUCERO “CANARIAS”:
El dominio del Cantábrico era un tanto precario, la flota republicana era mucho más poderosa, y como a los nacionales les interesaba extenderlo al Estrecho y al Mediterráneo, se hacía preciso armar todos los buques de que se pudieran disponer. Aunque se pensaba que la guerra iba a ser corta, se emprendieron obras de armamento de varios de ellos, cuyo estado exigía algunos meses de trabajo, comenzando por el crucero “Canarias”, ya que su estado de adelanto podría permitir un armamento en plazo relativamente breve.
Una de las principales dificultades para poner a punto el crucero era la carencia de dirección de tiro de la Artillería Principal, encargada antes a la casa holandesa Hazemeyer, pero todavía no suministrada, pensándose entonces en montarle al buque una de las direcciones de tiro terrestres de la artillería de 15,24 cms, existentes en la plaza de El Ferrol.
Tras los preceptivos estudios y autorizaciones, se consideraron las obras de transformación necesarias para su adaptación al barco y al nuevo calibre de los cañones (203 mm.), y se estimó que en un plazo de un mes podría tenerse finalizada dicha dirección de tiro.
La instalación de la dirección de tiro, no fue perfecta, no todos los mecanismos necesarios para la transformación tuvieron que ser improvisados en talleres poco preparados para esos menesteres. La conversión de la instalación terrestre en marítima no cumplió todas las condiciones normales en las de esta clase y no era apta para tener en cuenta una multitud de correcciones, necesarias en el tiro naval, sin embargo, se pudo acoplar un giróscopo de puntería, adquirido de forma un tanto rocambolesca en Portugal, que supuso una gran ventaja: su instalación permitió apuntar y disparar los cañones.
No disponía de la artillería secundaria de 120 mm, montándose meses más tarde en Cádiz, donde se encontraba en construcción. Para las primeras salidas se acoplaron unos viejos cañones de 101,6 mm, procedente del “España”, en muy mal estado, y algunas piezas Nordenfelt de 57 mm, que habían pertenecido a las viejas fragatas “Numancia” y “Victoria”.
Tampoco existía la defensa antiaérea, aunque su necesidad era algo evidente, debido a los bombardeos que sufrió la indefensa plaza de El Ferrol por parte de aviones republicanos procedentes de la zona de Asturias.
Las incursiones aéreas resultaban muy peligrosas, ya que su objetivo principal eran los cruceros en construcción, utilizándose la artillería principal de 203 mm, que podía disparar en elevación de 70º para tratar de batir los aviones enemigos. Tuvieron éxito cuando dispararon contra un Douglas DC-2 republicano el 28 de agosto de 1936, dándose un susto tremendo los aviadores al ver la explosión tan cercana de varios proyectiles de 203 mm.
Después de finalizados los trabajos de armamento, el 13 de septiembre de 1.936, no sin muchas vicisitudes se hizo a la mar, para probar el funcionamiento de las instalaciones y cargar petróleo. Las pruebas no fueron alentadoras, apareciendo numerosos defectos, sobre todo en la artillería, algo que llevó a dudar de su eficacia. Los hechos se encargaron de demostrar todo lo contrario.
El día 27 de septiembre de 1.936 salían de la ría de El Ferrol con destino al sur, sin las luces y con el mayor sigilo, el “Canarias” y el “Cervera”. Dos días más tarde, el flamante crucero consiguió un sonado éxito que marcó un antes y un después para el desarrollo de la guerra naval. El estrecho de Gibraltar se encontraba eficazmente bloqueado por la Escuadra Republicana. Eran dos destructores de la clase “Churruca”: el “Gravina” y el “Almirante Ferrándiz”, y precisamente contra ese último se dirigió el “Canarias”. Se tocó zafarrancho de combate, y cuando el buque se encontraba a veinte metros, se abrió fuego con los dos cañones de proa. La primera andanada erró el tiro, pero la inmediata corrección hizo que a la segunda salva el “Canarias” hiciera blanco en el destructor republicano, que recibió un impacto a bordo sin tiempo para reaccionar.
A una velocidad de veintiocho nudos, siguió haciendo fuego contra el desdichado destructor, que aún recibiría varios impactos más. En pocos minutos el “Ferrándiz”, estaba fuera de combate y, pese a los grandes incendios que se habían declarado a bordo, continuaba flotando. El “Canarias” suspendió el fuego y procedió a recoger a los supervivientes. Finalizada la operación y tras una gran explosión interna, el “Ferrándiz” pasó a engrosar la lista de buques españoles que reposan en el fondo del mar.
En vista de lo ocurrido en aguas del Estrecho, el Gobierno republicano retiró del Cantábrico el grueso de la Flota y la envió al Mediterráneo, rehuyendo el combate con los dos cruceros y aprovechando las sombras de la noche para conseguir el paso del estrecho de Gibraltar.
Habría que destacar la sólida formación profesional de los mandos de la Marina Nacional y la enorme ilusión y entrega del personal que encuadraba la dotación, demostrando en momentos difíciles un rendimiento magnífico, muy superior al que en condiciones normales hubiera tenido una tripulación de leva forzosa. Y no debemos olvidarnos de la extraordinaria precisión de las piezas de Artillería cuando están completamente nuevas, como era el caso del “Canarias”.
EL CRUCERO “BALEARES”:
Los buenos resultados obtenidos por el “Canarias” fueron determinantes para que el Estado Mayor de la Armada diese la orden de armamento del otro crucero en construcción, el “Baleares” con la máxima urgencia posible. Los esfuerzos de la factoría ferrolana, fueron mayores que en el anterior, pues hasta el 18 de julio los trabajos realizados en este buque eran de menor envergadura que los desarrollados en su gemelo, teniendo prevista su entrada en servicio a finales de 1.937 o primeros de 1.938.
El 21 de septiembre, ante la inminente salida del “Canarias”, se decidió activar el armamento del “Baleares” y la SECN hizo un esfuerzo verdaderamente brillante, repitiendo en mayor escala las vicisitudes y episodios del armamento del “Canarias”. El 26 de septiembre quedaba lista la torre de artillería principal número 1 y a primeros de octubre se montaban dos ametralladoras antiaéreas alemanas “Flak” de 20 mm. A finales de mes se instalaban cuatro cañones italianos de 100/47 mm OTO que se habían recibido poco antes en el puerto de Cádiz, y el 1 de noviembre pasaba el “Baleares a la denominada tercera situación, embarcando el personal y los primeros marineros voluntarios.
Durante el mes de noviembre, y antes de su primera salida a la mar, se montaron en el buque dos alzas directoras procedentes de la artillería de costa de las baterías del Regimiento de Artillería número 2, así como sendos telémetros procedentes de Cádiz. Por fin, el día 28 de diciembre de 1.936 salía a la mar a efectuar sus pruebas de máquinas el segundo de los cruceros “Washington” de la Marina española.
Pero la realidad fue que el buque salió de El Ferrol con serias deficiencias, ya que le faltaban todavía las dos torres de artillería principal de popa, además de toda la artillería secundaria de 120 mm, al igual que al “Canarias”, armamento que completaría en las distintas recaladas del barco en Cádiz; finalmente, pudo estrenarse en combate con motivo de la conquista de Málaga, a principios del año 1.937.
La entrada en servicio del “Baleares” significó un considerable refuerzo para la Marina nacional que operaba en aguas del Estrecho y del Mediterráneo y permitió un respiro para que se pudieran efectuar obras de reparación en el crucero “Cervera”, que se encontraba ya en muy mal estado por su constante utilización desde el principio de la campaña. En septiembre de 1.937 el “Baleares” se enfrentó, en las proximidades de cabo Cherchel, en la costa de Argelia, con dos cruceros y ocho destructores enemigos, que protegían un convoy compuesto por cuatro buques mercantes. El “Baleares” recibió varios impactos de la artillería de 152,4 mm de los cruceros, que le produjeron averías de menor importancia, reparadas en El Ferrol. El convoy jamás llegaría a su destino.
La madrugada del día 6 de marzo de 1.938, el “Baleares”, el crucero más joven de todos los que se enfrentaban en la Guerra Civil, se iba al fondo del mar en aguas de Cabo de Palos, torpedeado en un encuentro nocturno con la Escuadra enemiga.
LOS MINADORES “JÚPITER”, “VULCANO”, “MARTE” Y “NEPTUNO”:
A principios de 1.937, una vez entregado a la Marina Nacional el crucero “Baleares” y en curso de armamento el mercante “Mar Cantábrico”, capturado frente a Santander con carga de material bélico para la República, comenzaron las obras de alistamiento de estos cuatro barcos, tropezando, con muchas dificultades derivadas de la escasez de medios, pero venciéndose también todos los obstáculos.
Era necesaria la entrada en servicio de estos buques, debido sobre todo, a la escasez o a la inexistencia de destructores en el bando nacional, y aunque en realidad no tendrían capacidad para sustituirlos en todas sus misiones, prestarían muy buenos servicios en los teatros de operaciones navales para enfrentarse con los barcos del adversario.
Entre marzo y julio de 1.937 entraron en servicio dos de los minadores en construcción, el “Júpiter” y el “Vulcano”, que tuvieron ocasión de participar en la campaña del Cantábrico, actuaron como tales minadores en todas las operaciones de esta índole que allí se desarrollaban y que después repetirían en el Mediterráneo.
Montó el “Júpiter”, al principio, cuatro cañones alemanes de calibre 105 mm fabricados por la casa Krupp y dotados de una dirección de tiro EWA. Esta batería, muy eficaz y moderna, sería retirada del buque en noviembre de 1.937 y montada en el crucero “Almirante Cervera”, cuya artillería estaba totalmente descalibrada. Al minador se le montaron cuatro piezas Vickers de 120 mm del mismo modelo que la de los destructores de la serie “Antequera”, además de dos antiaéreos italianos de 76,2/40 mm Armstrong-Ansaldo, tres ametralladoras antiaéreas de 40 mm y 39 calibres Vickers-Terni y dos ametralladoras C/30 de 20 mm, versión naval de la “Flak 30.
El “Vulcano” fue armado desde el principio con cuatro piezas Vickers de 120 mm y 45 calibres Modelo “E” y para su defensa antiaérea se le emplazaron dos piezas alemanas de 88 mm L/45 en montaje MPL C/13 y tres ametralladoras “Flak de 20 mm C/30.
El “Marte”, mucho más retrasado que sus hermanos, no entraría en servicio hasta diciembre de 1.938; llevaba a bordo como armamento artillero cuatro piezas Vickers de 120 mm y 45 calibres Marca “F”, aunque no se llegó a montar armamento secundario hasta después de finalizado el conflicto. Por último, el “Neptuno” no llegó a tiempo para participar en la Guerra Civil, pues sería entregado a la Marina en noviembre de 1.939, una vez finalizada las hostilidades.
De los cuatro buques, únicamente los Júpiter y Vulcano participan en el Programa de Modernización tras los acuerdos con los Estados Unidos, aunque los cuatro recibieron el numeral de fragata. La modernización se llevó a cabo en Cartagena entre 1.958 y 1.961, formando ambos escuadrilla con las dos fragatas de la Clase “Pizarro” que también fueron modernizadas por dicho acuerdo. El Júpiter causó baja en la Armada el 23 de noviembre de 1.974, y el Vulcano quedó relegado a pontón desde el 12 de marzo de 1.977 hasta su baja definitiva producida el 30 de abril de 1.978, siendo este, el último buque de combate en ser retirado del servicio de los que participó en la Guerra Civil. El Marte y el Neptuno permanecieron sin modificaciones hasta que causaron baja en 1.971 y 1.972 respectivamente.
EL CRUCERO “REPÚBLICA”:
El “República”, como se denominaba a este barco desde el año 1.931, se encontraba el 18 de julio de 1.936 fondeado junto al Arsenal de “La Carraca”, con sus calderas y máquinas completamente inútiles. Los primeros días se utilizó como batería flotante, ya que aún montaba sus nueve cañones Vickers de 152,4 mm, que le serían desmontado para emplazarlos en baterías terrestres en la costa del estrecho de Gibraltar.
Tras la caída de Bilbao, en junio de 1.937, se vio la posibilidad de armar este viejo crucero y se estudió en la factoría ferrolana de la SECN un proyecto de reforma, presentado en Salamanca. Una vez finalizado, este mereció la aprobación del Estado Mayor de la Armada, que ordenó el traslado a remolque hasta El Ferrol. El buque fue remolcado desde Cádiz a El Ferrol a finales de julio de 1.937 con una nueva denominación, “Navarra”, que había entrado en vigor el 19 de junio anterior. Las obras de habilitación de este buque se empezaron realmente en los últimos meses del año 1.937, iniciando el desguace de las partes de la estructura afectada por el nuevo proyecto.
Un recorrido de todo el casco y sus servicios, que quedaron prácticamente nuevos, y después, en la modificación de la artillería, ya que en lugar de los antiguos cañones se montaron otros, de 152,4 mm también, pero de mayor ángulo de elevación, pertenecientes a baterías de costa, modificándose además profundamente toda la disposición de alojamientos y de servicios del barco, que quedó así mucho más modernizado y con aspecto completamente diferente.
Por lo que se refiere a su armamento, el nuevo crucero montó una batería principal, situada en la línea de crujía, de seis cañones Vickers de 152, 4 mm, entregados como en otras ocasiones por el Ejército, procedentes todos ellos del artillado de costa del Cantábrico. Para la defensa antiaérea solicitaron a Alemania cuatro cañones de 88 mm L/45, idénticos a los montados en otros buques de la Marina nacional, y a Italia otras tantas ametralladoras Scotti IF de 20 mm y 70 calibres.
En julio de 1.938, el “Navarra” se incorporó a la flota nacional y se integró en la División de Cruceros, junto al “Canarias” y al “Cervera”, sirviendo de revulsivo para la Marina nacional, todavía sin responder del terrible golpe sufrido tras la reciente y trágica desaparición del crucero “Baleares”.
EL CAÑONERO “CALVO SOTELO” Y EL HIDRÓGRAFO “MALASPINA”:
En 1.932 el Gobierno español había suscrito un acuerdo con el mejicano para construir en España una quincena de buques para la Armada de aquel país. Al comenzar la Guerra Civil, el último de los buques encargados por el Gobierno de Méjico, un cañonero bautizado como “Zacatecas” y construidos en los astilleros de Echevarrieta, en Cádiz, todavía no entregado.
Su botadura se produjo el 27 de agosto de 1.934, y pocos días después de iniciado el conflicto sería incautado por las autoridades nacionales ante la evidente inferioridad de su flota frente a la republicana y el posicionamiento de Méjico a favor del Gobierno de Madrid. Por esas fechas el buque se hallaba en La Carraca a medio terminar, debido en gran medida a los problemas financieros de Echevarrieta, que obligaron al Estado a intervenir el astillero gaditano el mes de mayo de 1.936.
El “Zacatecas debía ir artillado con dos cañones de 101,6 mm y 45 calibres, sistema Vickers; dos cañones de 57 mm; un montaje antiaéreo doble Hotchkiss de 25 mm y cuatro ametralladoras antiaéreas de 20 mm.
Lo más curioso de este buque, que además de cañonero, podía actuar como transporte de guerra. Pero los sublevados dispusieron una artillería más potente, con cuatro cañones Vickers de 120/45 Mod. “F”, como las de los destructores de la serie “Antequera”, dos cañones Nordenfelt de 57 mm, así como sendas ametralladoras antiaéreas Breda de 13,2 mm.
Tras desmontar dos cañones de 120/45 por falta de estabilidad que provocaba en el buque su excesivo peso, así como los dos cañones de 57 mm, el buque quedó artillado de forma definitiva con dos cañones Vickers de 120/45 Mod. “F” y dos ametralladoras Breda de 13,2 mm.
Tras la guerra sirvió como Escuelas de Flechas Navales y como buque nodriza de la flotilla de lanchas torpederas adquiridas en Alemania en 1.943. Fue baja en la Lista Oficial de Buques de la Armada el 9 de abril de 1.957.
En mayo de 1.937 entraba en servicio con la Marina nacional el buque hidrógrafo “Malaspina”, al que más adelante se le llegaron a instalar sendos cañones de 76,2 mm Elswick que pertenecían a los buques “Larache” y “Arcila”, que fueron desarmados.
BIBLIOGRAFÍA:
JOSÉ MARÍA MANRIQUE GARCIA Y LUCAS MOLINA FRANCO. LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
En el momento del Alzamiento militar del 18 de julio de 1936, los hombres y los navíos de la Marina española se repartían entre las bases navales principales de El Ferrol, Cartagena y Cádiz, y las secundarias de Mahón (Menorca), Ríos (Vigo), Marín (Pontevedra), La Graña (El Ferrol) y Puntales (Cádiz). Además de los buques de superficie, la Armada disponía de dos flotillas de submarinos situadas en Cartagena (Murcia) y Mahón, y los aviones e hidros de la Aeronáutica Naval, con bases en San Javier (Murcia) y el Prat de Llobregat (Barcelona).
La situación de los buques de guerra españoles el día del Alzamiento, analizando su armamento artillero y su valor militar, así como mostrar la composición material de las dos Marinas surgidas de la sublevación “nacional y republicana” y su enorme desfase en cuanto a medios de combate, motivo fundamental de todos los pedidos del Estado Mayor de la Armada nacional a sus aliados alemanes e italianos, e incluso portugueses a lo largo de la contienda civil española.
Los buques de mayor porte de la Armada española eran dos acorazados supervivientes del Plan de Escuadra Maura-Ferrándiz, denominados “España y Jaime I”, unos barcos construidos en los astilleros de El Ferrol entre 1.909 y 1.921 y poderosamente artillados, cada uno de ellos con cuatro torres dobles de 305 mm y 50 calibres, veinte cañones antitorpedos de 101, 6 mm y 50 calibres, Marca “E”, además de dos antiaéreos de 76,2 mm y 34 calibres, todos ellos diseños de la casa inglesa Vickers.
Tras los acorazados, la importancia en cuanto a su porte la tenían los cruceros, nacidos a la sombra de la llamada “Ley Miranda” aunque construidos durante la dictadura de Primo de Rivera.
Eran los denominados “Príncipe Alfonso”, más tarde llamado “Libertad”, “Almirante Cervera” y “Miguel de Cervantes” de 7.976 toneladas de desplazamiento y que contaban, cada uno de ellos con ocho cañones Vickers de 152,4 mm y 50 calibres y cuatro antiaéreos de la misma firma de 101,6 mm y 45 calibres, todos ellos fabricados bajo patente en España.
Otros dos cruceros, más antiguos, el “Republica”, anteriormente “Reina Victoria Eugenia” y el Méndez Núñez, más antiguo que los anteriores, estaban aún en servicio y llevaban también como Artillería principal cañones Vickers de 152,4 mm, nueve el primero y seis el segundo, , montando ambos cuatro piezas antiaéreas Vickers de 47 mm, las primeras de esta especialidad que tuvo la Armada en servicio.
Los destructores que habían al comenzar la contienda, eran de dos clases, los más antiguos eran tres unidades de la clase “Alsedo”, construidos en Cartagena entre 1.921 y 1.925, y que montaban cada uno de ellos tres cañones de 101,6 mm y 40 calibres marca “K” y dos de 47 mm “en montaje de gran ángulo”, ambos modelos Vickers. Los más modernos eran catorce unidades de la clase “Churruca”, armados cada uno con cinco cañones ingleses, fabricados con licencia en España de 120 mm y un antiaéreo de 76,2 mm, igualmente diseños de la casa Vickers.
No todos los buques de este porte estaban entregados a la Marina por parte de los astilleros de la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN), aunque en la medida en que fue posible se alistaron y entraron en servicio con la Marina Republicana.
Por último, citar los cañoneros y los submarinos tipos “B” y “C” en servicio. Referente a los cañoneros, aclarando que los cinco buques en servicio en 1.936, dos de ellos, los denominados “Laya” y “Lauria”, habían sido construido en Cartagena por la SECN en 1.911 y 1.912 respectivamente. Desplazaban 800 toneladas y montaban cuatro cañones Vickers de 76 mm y dos ametralladoras de 7 mm cada uno. Los otros tres denominados “Cánovas del Castillo”, “Dato” y “Canalejas”, montaban cuatro piezas de superficie de 101,6 mm y dos antiaéreas de 47 mm, ambos modelos idénticos a los emplazados en los destructores clase “Alsedo” .
Los doce submarinos, seis del tipo “B” y seis del tipo “C” montaban un cañón Vickers de 76,2 mm y 45 calibres para tipo antiaéreo y superficie.
Como unidades menores, había veintidós torpederos de la 1ª Clase construidos por la Ley de 7 de enero de 1.908, en la factoría de la SECN de Cartagena. De todos ellos sólo quedaban en servicio once en julio de 1.936 y cada uno portaba tres cañones Vickers de 47 mm y tres tubos lanzatorpedos de 450 mm como armamento principal.
LOS BUQUES DE LA MARINA DE GUERRA Y SU ARTILLERÍA PRINCIPAL:
Tras la sublevación del 18 de Julio, el Gobierno de la Republica ordenó partir a sus bases a la mayoría de los buques que estaban en condiciones de hacerlo y dirigirse a diferentes lugares de la costa española para intentar, con su presencia y sus medios artilleros, aplacar la sublevación y hacer acto de presencia en nombre de la legalidad constituida. El “Jaime I”, los cruceros Libertad, Miguel de Cervantes y Méndez Núñez, y muchos de los destructores tipo “Churruca”, cumplieron las órdenes del Ministerio de Marina y, después de petrolear y alistar a la dotación, salieron a la mar.
La base principal de Cartagena y las secundarias de Mahón, Prat de Llobregat y San Javier quedaron en manos de las fuerzas leales a la República, mientras que las principales de El Ferrol y Cádiz y las secundarias de Marín, La Graña, Ríos y Puntales quedaron en poder de los sublevados. De todos los buques de guerra existente en esos momentos, cincuenta permanecieron en el denominado bando republicano, y treinta y uno en el nacional, como se muestra en el siguiente cuadro:
Los sublevados el 18 de julio solo podían contar con seis buques de porte mediano: el crucero “Almirante Cervera”, el destructor “Velasco” y los cuatro cañoneros “Dato”, “Cánovas del Castillo”, “Canalejas” y “Lauria”. Tanto el acorazado “España” como el crucero “República” estaban pendientes de gran reparación y no podían navegar en esos momentos. Los cruceros “Canarias” y “Baleares” y los minadores “Júpiter”, “Vulcano”, “Marte” y “Neptuno” estaban todavía en construcción; y el resto de los buques eran de muy pequeño porte o nulos como navíos de guerra, caso este último de los buques escuela o del transporte.
Como se ha visto en el cuadro superior, en los primeros momentos los nacionales carecían de submarinos y acorazados, la desproporción en lo que respecta a destructores era abrumadora, once frente a uno, y la desventaja era obvia en cruceros, tres frente a uno, lo mismo que en torpedos, seis frente a cinco. La única superioridad en buques de pequeño porte que tenían los sublevados respecto a los gubernamentales era en lo que concierne a los cañoneros, cuatro frente a uno.
Es evidente la desproporción con la que partían los sublevados en cuanto a medios de combate naval, y fue por ello por lo que los esfuerzos en los primeros momentos se centraron, sobre todo, en obtener ayuda exterior para intentar suplir la carencia casi absoluta de potencia frente a su adversario. Los diversos países que intervinieron en favor de uno de los dos bandos enfrentados fueron: Alemania Italia y Portugal en favor del bando sublevado; y la Unión Soviética en favor del bando republicano.
BIBLIOGRAFÍA:
JOSÉ MARÍA MANRIQUE GARCIA Y LUCAS MOLINA FRANCO. LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
La política naval de cualquier nación consiste en determinar cuáles han de ser las líneas de acción necesarias, tanto de medios navales militares como comerciales, para llevar a buen fin la consecución de los objetivos marítimos nacionales en cada momento histórico.
Por tanto la Armada es la encargada de garantizar y defender en caso de conflicto el que las corrientes de tráfico propio continúen funcionando, y al mismo tiempo interfiriendo las del enemigo. Este concepto tan simple es el prioritario en la guerra naval y es conocido como “Dominio del mar”.
Consecuentemente con este concepto básico, se hacen precisas las siguientes condiciones: unos objetivos nacionales claramente definidos, una política exterior que sirva a estos objetivos, voluntad de llevarlos a cabo, medios económicos de acuerdo con las necesidades, industria capaz de ejecutarlos y contar con una clase política que recoja las necesidades estratégicas navales nacionales.
En España, prácticamente, ninguna de estas condiciones se cumplió en el periodo histórico que va desde 1.898 a 1.936, decisivo en la vida nacional y especialmente para la Armada. Pero a pesar de todas las diferencias añadidas, la capacidad del pueblo español fue una realidad y por ello causa una mezcla de sensaciones entre la tristeza y el asombro.
Tristeza al contemplar la falta de líneas directrices y de medios que han caracterizado la política naval española durante cuarenta años transcurridos desde la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; asombro, pues a los diez años justos Maura y Ferrándiz, con su “Programa Naval”, pudieron poner los cimientos de una nueva Armada, que la Primera Guerra Mundial había de frenar en su desarrollo, pero que la voluntad del almirante Miranda y los programas posteriores de la dictadura del general Primo de Rivera, demostrando una gran constancia y fe en el porvenir naval, hicieron realidad con la construcción de una serie de unidades, hasta conseguir una Armada muy bien equilibrada en sus medios navales de superficie, aéreos y submarinos, que, en el año 1.936, llegó a ocupar en el conjunto mundial el sexto lugar entra las principales Marinas del momento.
Fue en esta etapa cuando se inicia el ocaso de las hostilidades de la Gran Guerra cuando la Armada se moderniza en todos los aspectos, tanto técnicos como en la formación de su personal, dando el salto en el aire, nace la Aeronáutica Naval y el Arma Submarina. La fundación de la Escuela de Guerra Naval en 1.925, complemento natural al Estado Mayor de la Armada, se pusieron los cimientos de una estructura orgánica moderna.
Los objetivos navales de España en esos años cruciales de tensiones, principalmente en el Mediterráneo, determinaron la constitución de la Escuadra en relación a los tres elementos que la formaban: buques de superficie, submarinos y medios aéreos. Acorazados, cruceros y destructores que en los años de la República formaron un contingente de buques muy modernos en cantidad suficiente para ser considerada una fuerza respetable. Los medios submarinos constituidos por los tipos “B” y “C” que en número de doce unidades, junto con la Aeronáutica Naval, proporcionaban a España un peso considerable a nivel mundial.
Esta fuerza se puede considerar como la actual de Acción Marítima, aunque descentralizada por no existir un mando único, y operaba con total independencia de los mandos jurisdiccionales.
En todo este periodo de tiempo será la Escuadra la fuerza más importante de la Armada, con medios modernos en cuanto a cruceros y destructores.
Se puede decir, sin caer en un falso triunfalismo, que la Marina concebida en la década de los años veinte al treinta tiene durante los años previos al Alzamiento Nacional del 18 de julio, una preparación y unos medios navales muy modernos. La dinámica que se produce a raíz del final de la campaña de Marruecos era fundamental para la reorganización de una Marina que, hasta estos años se había dedicado a mantener intensos cruceros de vigilancia y de apoyo artillero al Ejército, sin un papel netamente naval.
Las nuevas condiciones internacionales y la entrada en servicio de modernas unidades serán determinantes para la Armada Española alcance su valor más álgido en lo que se llevaba del siglo XX, con una fuerza naval moderna y equilibrada en sus medios y un personal bien preparado técnicamente.
BIBLIOGRAFÍA:
JOSÉ MARÍA MANRIQUE GARCIA Y LUCAS MOLINA FRANCO. LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
Janer nació en la ciudad de Savannah, en el estado de Georgia en los EE.UU., al ser su padre, Federico Janer y Macías, cónsul de España en dicha ciudad portuaria, su madre fue Ana Robinson, hija de emigrantes irlandeses. Ingresa por oposición en la Escuela Naval el 1 de Mayo de 1899, consiguiendo el grado de alférez de fragata en 1904, y al siguiente año ascendió a Alférez de Navío. Decidió cursar estudios, realizando curso en la Escuela de Torpedos (Armas Submarinas) de Cartagena, donde se familiarizó con aparatos eléctricos, explosivos y otras cuestiones, para posteriormente obtener el título de ingeniero torpedista y electricista, redondeando sus estudios con los de la Escuela de Artillería de Costa, entonces en la vanguardia de esas técnicas.
Algunos de los inventos y estudios que realizó Janer en esos sus primeros años, fueron:
LA TELEGRAFÍA SIN HILOS.-
No cabe duda de que fue el italiano Marconi el que logró hacerse con la paternidad del invento y con su desarrollo industrial y aplicación, tras su éxito en el primer mensaje trasatlántico de 1901. En España la nueva técnica tuvo uno de sus primeros logros con la instalación el 5 de mayo de 1903 de un equipo en el vapor Giralda, yate real que había sido adquirido en Gran Bretaña. Janer, ya en 1905, no dudó en traducir una obra inglesa entonces básica, la Wireless Telegraphy, realmente un manual de instrucciones, al que completó con toda una descripción de la teoría, técnica y funcionamiento de los aparatos. El mérito de la obra era inmenso, como recordaba la comisión de la Armada que la examinó y aprobó, ya que entonces ni siquiera existían en castellano palabras para designar aparatos, mecanismos y operaciones, y tuvieron que ser ideadas por el propio Janer, se dijo que su parte personal no era imprescindible y se pusieron problemas para su edición, aunque la consiguió finalmente en 1906.
EL TORPEDO DIRIGIDO A DISTANCIA.-
En 1906 presentaba a la superioridad su proyecto de un torpedo dirigido por ondas hertzianas, paralelamente a la propuesta de Torres Quevedo de aquel mismo año, basada en su famoso “telekino”, primer mando a distancia del mundo, pero ambos fueron rechazados por comisiones que, según se demuestra en la lectura de sus escritos, tenían serias dificultades para entender lo que habían inventado y lo que se proponían ambos genios.
LA PRIMERA DIRECCIÓN DE TIRO.-
Pese al avance sensacional en cañones y proyectiles, que podían alcanzar más de diez mil metros, los métodos de puntería apenas habían avanzado desde Trafalgar, con lo que la distancia a que se podía hacer razonablemente blanco, y eso tras de un enorme gasto de costosisimas municiones, era de entre dos y tres mil metros. Todo se reducía a que un oficial, utilizando un telémetro óptico, calculaba aproximadamente la distancia al objetivo, y por medio de la voz o de toques de corneta transmitía ese dato a las piezas y estas ajustaban así su tiro. Janer presentaba el 23 de octubre de 1907 su proyecto de una dirección de tiro, con aparatos eléctricos, luces y pulsadores que permitían transmitir a las piezas con toda comodidad, seguridad y rapidez no solo los datos de distancia, sino otros imprescindibles para el tiro.
Era un gran desarrollo de la idea que esbozó Joaquín Bustamante poco antes de morir heroicamente en 1898, y es de destacar que este gran marino e inventor era primo hermano de Torres Quevedo. Janer había experimentado con todo éxito, valiéndose de materiales de fortuna aportados por él mismo o por compañeros, y con la colaboración de sus comandantes, el nuevo sistema en el Giralda y en el cañonero Nueva España. Pero de nuevo se le negó cualquier apoyo, o se retrasó, aduciendo nimiedades como la verificación oficial de su sistema, prefiriendo los británicos, muy inferiores y mucho más caros. Pero Janer tuvo paciencia y supo continuar esta batalla hasta ganarla.
Formó parte de la entonces recién creada Liga Marítima, defensora e impulsora no solo de la reconstrucción de la Armada, sino de todas las actividades marítimas españolas, desde los astilleros y el negocio naviero a la pesca y actividades deportivas. Comenzó así sus frecuentes colaboraciones en la revista de la Liga, Vida Marítima, y en todas sus actividades, publicando un libro de relatos de ambiente marítimo que se entregó como premio a los alumnos más aplicados en los cursos organizados por la Liga, De terra et mare, prologado por el almirante Auñón.
Fue destinado al acorazado España, primero de los dreadnoughts españoles, buques que llevaban su artillería principal del mismo calibre, justamente para aprovechar los nuevos sistemas de tiro y poder batir eficazmente a sus predecesores desde distancias de más del triple que las anteriores y con mucha mayor contundencia. Entonces, y como director de tiro del acorazado, resultaron evidentes las ventajas de todos sus estudios y trabajos previos sobre las modernas direcciones de tiro, control de fuego y correcciones.
Publicó en 1915 nada menos que tres manuales sobre el nuevo tiro naval, e incorporó los avances y experiencias de la Primera Guerra Mundial, y su gran obra Balística Exterior: telemetría y tiro naval, completada con una colección de tablas para el cálculo, que fue la obra clásica durante muchos años sobre la cuestión.
Un ya consagrado Janer recibió el encargo, tras largas propuestas por su parte, de crear una nueva Escuela y Polígono de Tiro Naval, donde los Oficiales se especialicen en Artillería, para lo que eligió la entonces pequeña villa pesquera de Marín, en Pontevedra de la que fue su fundador y director, a la vanguardia de la técnica mundial.
POLÍGONO DE TIRO NAVAL (MARIN)
CURSO II, AÑO 1.922.
1.- T. de N. D. Manuel Arnaiz Torrez.
2.- C. de C. D. Rafael García Rodríguez.
3.- C. de C. D. Jaime Janer Robinson
4.- C. de C. D. José Mª Villena.
5.- C. de C. D. Angel Suances Piñeiro
6.- C. de C. D. Francisco Moreno
Él mismo eligió los terrenos, dirigió las obras y se ocupó de todos los detalles, dando un gran impulso a la localidad, que le mostró su más cordial agradecimiento en muchas ocasiones.
Pronto se convirtió en uno de los centros más adelantados del mundo en esa especialidad, por donde tenían que pasar todos los buques de la Armada para su adiestramiento artillero.
CURSO XXXV, AÑO 1960. ÚLTIMO CURSO DESARROLLADO EN MARÍN ANTES DEL TRASLADO DE LA ESCUELA A SAN FERNANDO.
Muchos de sus locales e instalaciones los ha heredado la actual Escuela Naval Militar.
La guerra ardía en Marruecos, especialmente tras el Desastre de Annual de 1921, y Janer fue destinado al viejo crucero Cataluña como tercer comandante, ya ascendido a Capitán de Corbeta. En él le llegó su final frente a M’Ter, cuando el viejo crucero fue alcanzado por el disparo de un cañón marroquí emplazado en la costa, que le mató instantáneamente y causó otras graves bajas a la dotación el 3 de marzo de 1924, cuando no contaba aún cuarenta años de existencia.
Fue enterrado con todos los honores en Ceuta, mientras el Ayuntamiento de Marín, en sesión extraordinaria de 11 de marzo 1924, decidía colocar su retrato en el Salón de Plenos, poner su nombre a la avenida principal de la localidad y pedir a la Armada que trasladara sus restos al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando en reconocimiento a su gran labor y mérito.
Pese a algunos sentidos homenajes, como la construcción de un monumento en la misma Escuela de Tiro, las cosas se fueron dilatando. En 1943, la Escuela Naval ocupó los edificios e instalaciones de la de Tiro Naval y esta se trasladó a San Fernando.
Hasta marzo de 1966, y por iniciativa del entonces ministro de Marina almirante Pedro Nieto Antúnez, que había sido profesor en la Escuela de Tiro, se llevó a cabo el solemne traslado de los restos de Janer al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, conducidos desde Ceuta a bordo de la fragata Vicente Yáñez Pinzón.
La Escuela de Tiro fundada y dirigida por Janer, tuvo otras ubicaciones tales como Sóller (Mallorca) en 1936. Crucero “Canarias”, y volvió a Marín 1944, pero ya compartiendo instalaciones con lo que actualmente es hoy la Escuela Naval Militar que fue trasladada en 1943. Allí continuó su labor docente hasta que en 1960 se ordena su traslado a San Fernando (Cádiz) para ocupar los terrenos de la antigua Batería de la Ardila.
BIBLIOGRAFÍA:
AGUSTÍN RAMÓN RODRÍGUEZ GONZÁLEZ: VIDA Y OBRA DE JAIME JANER ROBINSON
ESPEJO DE NAVEGANTES. Blog de arqueologia Naval. http://abcblogs.abc.es/espejo-de-navegantes/2014/05/04/jaime-janer-robinson-un-gran-marino-ilustrado/
COMIENZOS DE SIGLO HASTA COMIENZOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
A comienzos de siglo XX, la debilitada España, tras el desastre que siguió a las pérdidas coloniales en la guerra hispano-estadounidense de 1898, sumió al país en una honda crisis que afectó a toda la sociedad española y sobre todo a las Fuerzas Armadas y, concretamente, a la Marina, se puede decir que desapareció y a la que se achacaba el fracaso de la guerra.
El régimen de la Restauración se vio muy afectado por la guerra de Cuba, y por la pérdida de la Flota de las colonias. Por lo se inician movimientos regeneracionistas, con grandes aspiraciones y con la mira puesta en un cambio que permitiera España recuperar la confianza en sí misma, y restaurar su posición internacional, que habría de acometerse en todos los órdenes, desde el político al social, pasando por el económico, industrial e intelectual.
Esta situación no cambió en lo sustancial, a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, España seguía siendo un país agrario, que no podía competir con otros países en un aspecto global de desarrollo económico, industrial y tecnológico como es el de los buques y las armas navales. También existía la urgente necesidad de contar con una escuadra que le diera un mínimo peso en la política internacional y, simultáneamente, asegurara la defensa de sus costas y archipiélagos de su imperio colonial.
Los intentos de resurgimiento en los comienzos del nuevo siglo no darán un resultado positivo. Los presupuestos se discuten, y a la Marina se la mantiene en entredicho. En el año 1903, siendo ministro de Marina Ferrándiz en el primer gobierno Maura, presentó en las Cortes el 25 de enero de 1904, aproximadamente un mes después de su nombramiento, un proyecto de ley sobre reforma en la organización de los servicios de la Armada y programa sobre armamentos navales, que se limitaba a pedir 1,5 millones de pesetas para la adquisición de «un torpedero sumergible de 100 a 110 tm y 13,5 millones para 12 torpederos de 150 tm, junto otras unidades menores.
Según datos extraídos del libro de Fernando de Bordejé, “Vicisitudes de una Política Naval”, se resumen los principales planes navales proyectados entre 1898 y 1908.
El año 1905 contempló los planes de los ministros Cobián (396 millones, 8 acorazados de 14.000 tm) y Villanueva (400 millones, básicamente el proyecto Cobián). También en este mismo año se produjo la que probablemente fue la más importante transformación en el diseño naval durante toda la época de los buques de guerra dotados de blindaje, la botadura del Dreadnought (acorazado monocalibre).
El año 1906 el ministro Alvarado promulgó un plan de 8,1 millones para construir cañoneros de 800 tm y un buque escuela, este plan tampoco vio la luz.
José Ferrandiz y Niño.
Los proyectos de reforma naval planteados por sucesivos ministros Cobián, Villanueva, Alvarado y Alba fracasan igualmente. Pero en el momento en que Antonio Maura llegó al poder, el 25 de enero de 1907, uno de los empeños que ya traía era la continuación de los trabajos para la construcción de una nueva escuadra. Para ello vuelve a nombrar ministro de Marina al capitán de navío de primera clase (Contraalmirante actualmente) José Ferrándiz y Niño, que ya había ocupado el cargo en el gobierno de 1903-1904. Consiguen la aprobación de la Ley de Organizaciones Marítimas y Armamentos Navales, de 7 de enero de 1908. Siendo su objetivo más ambicioso que la simple construcción de un cierto número de buques de combate, por muy complejos y novedosos tecnológicamente que pudieran ser. La ley tenía varios propósitos:
1.- Obtener las primeras unidades para la flota que se consideraba debía disponer España, sustituyendo la escuadra y buques perdidos en Cuba y Filipinas y renovando las envejecidas unidades heredadas de la época de la Restauración.
2.- Potenciar la industria nacional, tanto la de construcción naval militar como la auxiliar, dejar sentadas las bases fabriles con que plasmar las construcciones previstas en los sucesivos programas navales.
3.- Plantear reformas profundas en la organización del Ministerio de Marina y en la Armada, en los campos de la organización, la gestión y administración y el personal naval.
El plan se estructuraba en seis partes, tres de ellas dedicadas a los trabajos de mejora a realizar en los arsenales, y las otras tres, a la construcción de buques y a la adquisición de armas y equipamientos. El conjunto de buques de combate y auxiliares contemplados en el plan se distribuía en tres rúbricas distintas, según la tabla siguiente:
La ley aprobada, en su parte económica, dedicaba las siguientes cantidades a los distintos asuntos:
La aplicación práctica de la Ley se realizó aproximadamente tres meses más tarde, mediante un concurso dirigido lo que en la actualidad denominaríamos “externalización”. Toda la construcción militar que se desarrollara en España se realizaría a través de la sociedad adjudicataria del concurso, lo mismo se puede decir de las obras, modificaciones y modernizaciones de los buques de la Armada. El resultado del concurso se hizo público el 14 de abril de 1909, siendo adjudicataria la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN).
La SECN no se centró exclusivamente en la construcción naval militar. Puso en marcha factorías para suministrar al Ejército piezas de artillería de campaña, antiaérea y de costa, también en asociación con la inglesa Vickers-Amstrong. Para la construcción de artillería disponía de la Factoría de Reinosa y de los Talleres de Artillería de La Carraca.
Casi toda la artillería para la armada montada por los buques fabricados por la SECN se construyó en sus instalaciones o en empresas españolas ligadas al grupo.
Son excepción las piezas de 305 mm de los acorazados de la clase España y la primera torre del crucero Canarias, todas ellas de construcción inglesa. Los principales montajes construidos fueron:
203,2 mm/50 cal. Armstrong. Armaban los dos cruceros pesados de la clase Canarias. la primera torre se construyó en el Reino Unido.
152,4 mm/50 cal. Vickers. se montaron en los cruceros de las clases Reina Victoria Eugenia, Blas de lezo y Cervera.
120 mm/45 cal Vickers. Piezas antiaéreas para los cruceros de la clase Canarias.
120 mm/45 cal. Vickers. Dos tipos. Instalados en los destructores de la clase Churruca y los minadores del tipo Marte.
101,6 mm/40 cal. Vickers. Dos tipos. En la batería secundaria de los acorazados de la clase España, en los destructores de la Clase Alsedo y en los cañoneros de la Cánovas del Castillo.
101,6 mm/45 cal. Vickers. Piezas antiaéreas. En los cruceros de la clase Cervera.
Cañones Vickers de 76,2 mm 50 calibres.
Cañones de desembarco Armstrong de 76,2 mm y 17 calibres. Para los cruceros.
Cañones antiaéreos Vickers de 76,2 mm y 45 calibres. Para los destructores de la clase Churruca.
Tubos lanzatorpedos para buques de superficie y submarinos, minas submarinas, lanza cargas de profundidad, proyectiles para los buques de la armada, hasta los de calibre 305 mm, reparación de piezas de artillería.
Como consecuencia directa del concurso del contrato firmado con la SECN se construyeron treinta y dos buques de combate:
EN EL ASTILLERO DE FERROL:
Acorazados: España, Alfonso XIII y Jaime I.
La artillería principal de los Acorazados eran ocho cañones Vickers y por Armstrong, de 305 mm. y 50 calibres, montados en cuatro torres dobles, rayado uniforme, una vuelta en treinta calibres, 72 rayas, cierre de tornillo, obturación por galleta plástica. Puntería por anteojos de hasta 21 aumentos, fuego local, 12 disparos por minuto y una dirección de tiro mecánica rudimentaria, pero la primera que tuvimos, sistema ROCORD fabricada por Barr & Stroud por telémetro de coincidencia. Veinte cañones Vickers de 101,6 mm., dos montajes Skoda de 47 mm., dos cañones Vickers antiaéreos de 47 mm. montado en la segunda década , dos cañones de desembarco de 70 mm., y 2 ametralladoras de 7 mm. Maxim, siendo esta su artillería original. Durante la Guerra Civil Española en 1937 modificaron su artillería.
EN LA FACTORÍA DE CARTAGENA:
Destructores: Bustamante, Villaamil y Cadarso.
Su armamento principal eran cinco cañones Vickers de 57 mm/50 cal., y cuatro tubos lanzatorpedos de 450 mm., en montajes dobles y giratorios.
Cañoneros: Recalde, Laya, Bonifaz y Lauria.
Montaban cuatro cañones Vickers de 76,2 mm/50 cal. fabricados en Placencia de las Armas, y dos ametralladoras de 7 mm Vickers.
Torpederos: Denominados 1 a 22, (Los presupuestos para los dos no construidos se dedicaron a la financiación del destructor Velasco).
Armamento del Torpedero número 1 (Revista Ibérica)
Iban armados con tres cañones Vickers de 47 mm/50 cal. fabricados en Placencia de las Armas y tres tubos lanzatorpedos (uno sencillo y otro doble) de 450 mm fabricados por la propia SECN.
El 21 de octubre de 1909, Maura presenta su dimisión, y a partir de este momento hasta el comienzo de la I Guerra Mundial, los presidentes de gobierno y ministros de Marina que se sucedan tienen el acierto político de dar continuidad al Programa Ferrándiz, por esta razón se puede hablar de una etapa antes y otra después de Ferrándiz.
Canalejas se convierte en un fiel continuador de la política de Maura y Ferrándiz en Marina, y, en 1911, consigue para el presupuesto del Departamento un incremento del 25% más que en relación con el de 1907. El asesinato de Canalejas, el 12 de noviembre de 1912, frustra un proyecto de construcciones navales que quería ser complementario del de Ferrándiz y que suponía un incremento de la fuerza a flote, obras en los arsenales y bases secundarias. El Plan comprendía la construcción de 3 acorazados, 3 destructores, 6 sumergibles, 9 torpederos y 4 cañoneros.
En octubre de 1913, Eduardo Dato nombra Ministro de Marina a Augusto Miranda, continuando con el plan Ferrándiz. El 7 de mayo de 1914 Miranda presenta a las Cortes una ley de Construcciones Navales, llamado el Primer Plan Miranda de 1914 en el cual se contempló inicialmente, la construcción de dos acorazados, dos cruceros, un cazatorpederos y tres submarinos, pero Miranda decidió retirarlo antes de su discusión para modificarlo radicalmente en vista del estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de ese año.
El 17 de febrero de 1915, S.M. el rey don Alfonso XIII, sanciona la segunda Ley de Escuadra, llamada “Ley Miranda”, marcando un hito en la historia de la Marina, esta ley sirvió también para el nacimiento del Arma Submarina de la Armada.
Las unidades previstas y autorizadas fueron: 4 cruceros rápidos; 6 destructores; 28 submarinos; 3 cañoneros y 18 guardacostas.
Acorazados Rápidos: Méndez Núñez, Blas de Lezo, Príncipe Alfonso y Almirante Cervera.
Destructores: Alsedo, Velasco, Lazaga, Churruca, Alcalá Galiano y Sánchez Barcaiztegui.
Cañoneros: Cánovas del Castillo, Canalejas, y Dato.
Submarinos: De los 28, se adquirieron 4 (3 a Italia y 1 a Estados Unidos) y se construyeron 12 .- 6 Clase “B” (B-1 a B-6); 6 Clase “C” (C-1 a C-6).
Submarino Isaac Peral
El armamento de estos buques, sufrieron muchas modificaciones durante de la Guerra Civil española, donde se describen los cambios realizados.
El incremento de los precios y redefinición de algunos de los buques previstos en el programa de Miranda obligaron al nuevo ministro de Marina José Gómez Acebo, a la ley de 11 de enero de 1922 para asegurar la continuidad de la tarea, así como el Real Decreto de 22 de febrero de 1922, que fijaba los tipos de la segunda pareja de cruceros y del segundo trío de destructores. Con ello se aseguraba el cumplimiento del plan anterior.
La crisis marroquí, que no hacía sino agravar la ya muy tensa situación política interna, condujo a la dictadura del general Primo de Rivera en 1923. Siendo Ministro de Marina, el vicealmirante don Honorio Cornejo y Carbajos, en marzo de 1926 propuso un nuevo programa naval que implicaba la construcción de otro crucero, el Cervantes, y un nuevo trío de destructores, todo ello en un plazo de cuatro años y por un coste de 110.380.000 pesetas, que fue aprobado el día 31 de ese mes y año.
Dada la favorable situación de la Hacienda, y con el apoyo personal de Primo de Rivera, el 9 de julio de aquel mismo año se aprobó uno nuevo, que incluía tres grandes cruceros pesados, otros tres destructores, nada menos que doce submarinos tipo C, dos buques tanque y tres guardacostas de 250 toneladas. La cuestión de los cruceros pesados motivó una seria polémica en la Armada, ya que aunque veloces y con potente artillería, tenían una protección muy escasa, de modo que eran vulnerables incluso a piezas de mediano calibre. Así que se tomó la decisión de dejarlos en dos, Canarias y Baleares, por Real Decreto de 16 de mayo de 1928, y destinar la cantidad asignada al tercero a realizar otros seis destructores, pues dos de los destructores Churruca del primer trío habían sido vendidos a la República Argentina.
Cruceros: Miguel de Cervantes, Canarias y Baleares.
El Crucero Canarias a la finalizacion del Armado:
8 cañones SECN de 203 mm, 8 cañones Vickers BL 4,7″/45 de 120 mm, 3 ametralladoras Flak de 20 mm y 12 tubos lanzatorpedos de 533,4 mm.
Crucero Canarias
El Crucero Baleares tuvo modificaciones en su artillería pero en el verano de 1937 portaba:
8 cañones SECN de 203 mm, una copia del cañon inglés Vickers BL 8″ Mk VIII, 4 cañones Vickers BL 4,7″/45 de 120 mm. 4 cañones 8,8 cm SKC/30 en montaje MPLC/30, 3 ametralladoras C/30 de 20 mm, 12 tubos lanzatorpedos de 533,4 mm y Directores de tiro: EWA y Predictores: AM-17.
Destructores Clase Churruca.- Primera Serie y el Segundo Pedido de esta misma fase: José Luis Díez, Almirante Ferrándiz y Lepanto, Churruca, Alcalá Galiano y Almirante Valdés.
Su artillería tuvieron varias modificaciones durante la Guerra Civil, la original fue: 5 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D, 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2 mm AA, 4 ametralladoras Vickers-Maxim modelo 1906 de 7×57 mm, 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm, 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Segunda Serie: Almirante Antequera, Almirante Miranda, Císcar, Escaño, Gravina, Jorge Juan y Ulloa.
En esta segunda serie a lo largo de su existencia aun sufrieron más modificaciones en su artilleria que los de la primera.
Almirante Antequera: En julio de 1936.– 5 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañones Vickers QF 3″ 20 cwt de 76 mm AA; 4 ametralladoras Vickers Mk II de 7×57 mm Mauser; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Almirante Miranda: En el otoño de 1936.– 3 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D; 1 cañon Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañon Vickers BL 4″ Mk VII/50 cal modelo E de 101,6/50 mm; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 13,2 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Císcar: En el otoño de 1936.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Escaño: En el otoño de 1936.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo D; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 13,2 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Gravina: En el otoño de 1936.- 5 cañones Vickers BL 4″ Mk VII/50 cal modelo E de 101,6/50 mm; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA
Jorge Juan: En julio de 1938.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañon Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 13,2 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Ulloa: En julio de 1938.- 4 cañones Vickers BL 4.7″/45 cal de 120/45 mm modelo F; 1 cañones Vickers QF 3″ 20 cwt de 76,2/45 mm AA; 1 ametralladora Hotchkiss de 25 mm; 2 montajes triples de torpedos Whitehead W-533 de 533,4 mm; 2 lanzacargas de profundidad Vickers.
Tras el golpe de estado de Primo de Rivera y la desintegración del régimen monárquico de S. M. Don Alfonso XIII en España vino a unirse la crisis económica mundial de 1929, agravándose, con el conocido resultado de la proclamación de la II República el 14 de julio de 1931. Durante la segunda república, se continúan las construcciones en curso, pero no se encargan nuevas, ya que los planes navales republicanos no fueron muy ambiciosos.
Siendo Ministro de Marina el farmacéutico José Giral Pereira, el plan de construcciones navales de Giral, de 30 de agosto de 1932, se basaba solo en la construcción del futuro submarino D-1, designandose este proyecto Sigma II, y autorizandose en septiembre de 1932. Plan reducido a la construcción , para el que se presupuestaron 17.402.000 pesetas, que solo pudo ser terminado tras la Guerra Civil. También se encargaron dos aljibes de 800 toneladas.
Siendo ministro de Marina durante la Segunda República Juan José Rocha García, se crea el Plan de Rocha García, de 19 de enero de 1934, convertido en Ley el 27 de marzo de ese año, que incluía dos minadores (Júpiter y Vulcano) por 32 millones de pesetas, dos nuevos submarinos D por 34.800.000, un planero, el Malaspina de 6.700.000, y 2.160 minas y 325 torpedos, aunque las primeras quedaron en 455, y la compra a la CAMPSA del petrolero Plutón.
El Armamento inicial del Minador Júpiter fue: 4 cañones Krupp de 10,5 cm L/45 en montaje C/30; Directores de tiro EWA y Predictores: AM-17.
El Armamento inicial del Minador Vulcano fue: 4 cañones Vickers de 120/45 mm modelo F; 2 cañones de 8,8 cm SKC/30 en montaje MPLC/13; 3 ametralladoras C/30 de 20 mm; Lanzador de minas (Vickers-Elia-H-16-A, Vickers H-5, EME, “Carbonit”, EMC II, EMD, Vickers H-2 y Motala); Directores de tiro EWA y Predictores: AM-17.
El Plan de construcciones Royo Villanova, por Ley de 16 de julio de 1935, que autorizaba la construcción de otros dos minadores, (Marte y Neptuno), así como diversas partidas de munición.
El Armamento inicial de los Minadores Marte y Neptuno fue: 4 cañones Vickers de 120/45 mm modelo F y Lanzador de minas (Vickers-Elia-H-16-A, Vickers H-5, EME, “Carbonit”, EMC II, EMD, Vickers H-2 y Motala).
El de Salas o Azarola (se les pueden atribuir a cualquiera de los dos) de 11 de enero de 1936, por el que se encargaban dos destructores más, (Álava y Liniers), y dos nuevos cañoneros minadores, (Eolo y Tritón), por 55 millones entre todos, aparte de seis barcazas carboneras y petroleras, así como un remolcador, que sumaban otros 6.300.000 pesetas.
El Armamento Original de los Destructores Liniers y Álava fue: 4 cañones 120 mm/45; 2 cañones Rheinmetall-Borsig AA 37 mm; 3 cañones AA de 20 mm; 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm (2 × 3); 2 morteros; 1 varadero para cargas de profundidad.
El Armamento de los Minadores Eolo y Tritón fue: 4 cañones de 105/43,5 mm; 4 cañones de 37/80 mm AA; 2 morteros; 1 varadero para cargas de profundidad y 70 minas.
Antonio de la Vega Blanco: El Plan de Escuadra Maura-Ferrándiz.
Francisco Javier Álvarez Laita: Implicaciones industriales del Plan de Escuadra Maura-Ferrándiz.
Revista de Historia Naval Año XXXI 2013 Núm. 122; Retornos Industriales de las inversiones de los Planes de Escuadra.
Agustin Ramon Rodriguez Gonzalez: La Reconstrucción de la Escuadra (Planes Navales Españoles 1898-1920).
Planes Navales Españoles entre 1898 Y 1936: Fallidos, Aprobados y Grado de Cumplimiento.
Miguel Ángel Serrano Monteavaro: Los planes navales de principio de siglo. Aspectos políticos.
Antonio de la Vega: La recuperación naval; Planes de Maura y Ferrándiz.
Armada Española; Proyectos de principios de siglo, Capítulo I; La Marina del siglo XX.
Otras páginas web:
Wikipedia. La enciclopedia libre.
www.todoavante.es
huelvabuenasnoticias.com
envisitadecortesia.com
La Guerra Naval Española (1910-1917) https://sites.google.com/site/buquesgce/http://tecnologia-maritima.blogspot.com.es/2013/08/el-legendario-crucero-canarias-c-21.html
BOLETÍN DEL CONDESTABLE, MAYO DE 1.899; REPRODUCIDO EN 1.932 (NÚMERO EXTRAORDINARIO).
Dedicado por el Cuerpo, a perpetuar la memoria de los Condestables muertos por la Patria en los combates navales de Cavite y Santiago de Cuba en los días 1º de mayo y 3 de julio del año 1.898.
A los pocos días de destruida la mal llamada Escuadra de Filipinas, la prensa toda, por los propios enemigos dio a la publicidad artículos apologéticos de la Marina, haciendo de ella calurosa, brillante y justa defensa. De entre ellos, copiamos lo siguiente:
“Conmueve y enorgullece el relato que los mismos enemigos hacen de la Escuadra Española de Filipinas. En casi todos los momentos de la horrible lucha en la sombra de los héroes de Trafalgar debieron vagar por la bahía de Manila”.
El corresponsal yanqui del Daily Telegraphy vencese a tanto valor y a tan alto espíritu de sacrificio y dice: “Ninguna Marina del mundo ha peleado jamás como peleó en ese día la Marina Española”. Para los tripulantes del “Castilla” tiene el corresponsal yanqui palabras de suprema admiración. “No es posible -dice- imaginarse nada semejante”.
Sin esperanzas, inermes, imposibilitados de toda acción ofensiva, inútiles para la defensa todos los recursos empleados, sufrían impasible sus pobres barcos de madera la destructora lluvia de fuego. Sus bombas caían en el fondo del mar, sin alcance ni eficacia posible, las del enemigo iban sobre seguro a dar en el blanco.
Sin embargo, los buques españoles revolvíanse en movimientos de hermosa acometividad; el “Cristina” avanza hacia la férrea mole del “Olimpia”, el “Castilla” destrozado se agita como si el alma de sus tripulaciones fuera superior a la ruina y a la muerte, y el “Ulloa” batalla y acomete, dándose por rendido únicamente cuando el mar traga la despedazada madera, los cañones, los hombres y la bandera no arriada.
Crucero “Reina Cristina”
¡Página, a un tiempo dolorosa y sublime, esa que han escrito con sangre nuestros marinos!
¡Mísera y negra victoria de la escuadra yanqui!
Ya puede el Capitolio americano ceñir laureles a sus esforzados campeones; la Historia dirá que esos laureles pertenecen a los armadores de sus buques, o a los constructores de sus cañones, no a Dewey ni a sus compañeros, simples guerreros de ventaja. El conocimiento, mediante testimonio interesado, de los sucedido frente a Cavite, debe ser muy consolador para España. En el hermosísimo movimiento del “Cristina” se advierte de que manera querían jugar la vida los marinos de España.
¿Cómo desconocer el peligro inmediato de la aproximación al “Olimpia”? Y el “Cristina” avanza gallardamente como el antiguo gladiador hacia la fiera…
No: el mundo entero lo dirá hoy, no puede ser una victoria honrosa el vencimiento conseguido por la superioridad material de cien poderosos factores contra el valor indefenso. Para que los yanquis demuestren algo se necesita que luchen con nosotros en condiciones de relativa igualdad, no amparados del número y de la calidad en los medios de un combate, librado por ellos a espaldas del honor y hasta con escarnio del derecho de gentes.
Para hacer la guerra marítima, que es completamente distinta de las guerras terrestres, se necesita medir antes las fuerzas navales de los beligerantes: jamás podría el débil vencer al fuerte. En el mar no se juzga la victoria por la decisión del que pelea, sino por las condiciones y el número de buques combatientes.
Un acorazado bien artillado se defenderá con éxito de dos barcos inferiores y los acometerá triunfante, así tripulen éstos los marinos más esforzados e inteligentes del mundo. No es cuestión de fuerza moral; no cabe estrategia, es el poder ofensivo y defensivo de la artillería y de los blindajes el que decide la suerte de los combatientes, dándole inflexiblemente la victoria al que mejor la tiene, y si hay además superioridad de número la obtendrá más rápida, menos costosa y más fatal para el temerario que afronte semejante peligro.
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Cavite
El corresponsal del Heraldo de New York que acompañaba a la Escuadra del Comodoro Dewey, al comunicar a su periódico detalles del combate, describió cuadros horribles. “He visto –decía- ocho marinos españoles horriblemente mutilados; uno había perdido la cabeza, otro tenía mutilado el estómago y el vientre.
Un oficial de complexión robusta y de talla hercúlea, estaba destrozado y quemado”. Desde el momento en que esto leímos, abrigamos la sospecha de que la última víctima lo era el muy digno y pundonoroso Primer Condestable Don Mateo Durán y Bornás, y desgraciadamente no nos engañamos.
Del parte oficial de dicho combate, publicado por la prensa, copiamos los siguientes párrafos:
“Al poco tiempo de empezar la acción una granada reventó en el castillo del “Cristina”, dejando fuera de combate a todos los sirvientes de los cuatro cañones de tiro rápido”.
“Una granada de grueso calibre, perforando los guarda-calores, dejó fuera de combate a un Condestable y doce hombres sirvientes de la artillería”.
“Los cañones del costado con que contábamos, sin averías sensibles, continuaban el fuego y un cabo de cañón con un cabo de mar, únicos que quedaban ilesos, iban disparando los que les dejaban cargados la marinería de la maniobra que sustituyó repetidas veces a la artillería, todos ellos fuera de combate”.
“La insuficiencia de los buques que componían mi pequeña Escuadra, falta de personal de todas clases, especialmente de Condestables y artilleros de mar, las triplicadas fuerzas del enemigo y la ninguna protección de la mayor parte de nuestros buques, todo contribuyó a hacer más cruento el sacrificio que hicimos en aras de la Patria”.
La Correspondencia de San Fernando, en su número del 8 de noviembre, dice lo siguiente:
“En el último correo de Manila escribe un Jefe de la Armada a un amigo nuestro, sobre el combate naval de Cavite y muerte del Primer Condestable Don Mateo Durán, expresándose en los términos siguientes: Tuve el gusto, al par que sentimiento, de ser el último que le vio sumergirse totalmente destrozado y carbonizado al lado de su Comandante Sr. Cadarso, al retirarme con los últimos heridos que pude salvar entre aquel mar de proyectiles y fuego en que se convirtió el crucero, momentos antes de sumergirse hasta la cubierta, tal cual hoy se encuentra contra el Morro del Arsenal.
Impuesto del triste fin de este desgraciado amigo, a quien apreciaba bastante por sus especiales condiciones, le diré también que murió como un valiente, hasta el heroísmo; por cuyo motivo se ha formado el expediente o juicio contradictorio para la Cruz de San Fernando, que ya terminado, se remitió a Madrid en julio último, sin que se sepa aún el fallo del Supremo Consejo, que todos esperamos sea favorable”.
Más tarde hemos sabido que ordenado el abandono del buque, por lo imposible de resistirse en él, su Comandante el valeroso Don Luís Cadarso quiso ser el último en dejarlo, y a él estuvo íntimamente unido el Primer Condestable Don Mateo Durán, resistiendo sus exhortaciones para que se salvase, en espera quizás de momento en que poder alejar de las garras de la muerte a su jefe; pero la última granada del inhumano enemigo que cayó en el “Cristina”, cortó en el mismo instante aquellas dos vidas. ¡Seguro que unidas sus almas, volaron a la mansión de los héroes!
Capitán de Navío D. Luis Cadarso y Rey
¡Noble y triste contraste! En el crucero “Cristina”, el Primer Condestable Don Mateo Durán, después de pelear como bueno, muere por acompañar en el combate hasta el último instante a su Comandante Sr. Cadarso. A los dos meses, en Santiago de Cuba, el 2º Jefe del “Oquendo”, Don Víctor de Sola, en el momento que procuraba la salvación del Condestable Martín Zabala, gravemente herido, con el muere ambos completamente destrozados.
El hoy Segundo Condestable Juan Lamadrid Rueda, en el “Cristina”, sufre la pérdida de una pierna y dominando el dolor su desmedido afán por contribuir a dejar a salvo la honra de sus amadas Patria y Marina, continúa haciendo fuego con el cañón que cree causar más daño al enemigo, hasta que gravemente herido de la otra, cae sin sentido, que no recobra hasta pasado algunos días. Tan heroico comportamiento ha sido premiado con la Cruz Laureada de San Fernando. Igual condecoración ha obtenido el de su misma clase Manuel Autero Liñán, por sus brillantes servicios en el río Cauto (Cuba).
El 1º Don José García Domínguez, en el “Castilla”, recibe una tras otra, múltiples heridas y quemaduras, que de momento no consiguen alejarlo del cañón que por bajas sirve solo, haciéndole su extremado valor descender a desempeñar cometido de clase muy inferior a la suya. Por ello premiado será, como le dice su ilustre Almirante señor Montojo.
El 2º Antonio Revert, resulta herido en el “Ulloa” después de realizar tales proezas de heroísmo que es admirado por los que tantas llevaron a cabo y por ello propuesto está para una alta recompensa. Como resumen, diremos: que los tres buques que, por su situación y porte sufrieron más en el combate, no llevaban más Condestables que los relacionados entre muertos y heridos, y de los restantes ni uno solo resultó ileso.
¿Es posible la conquista de mayor honra para corporación tan humilde?
Cuando conocido sea lo sucedido, en todos sus detalles, seguro estamos que no habrá ni un solo hombre de recta y sana conciencia que pueda imaginar más cruento sacrificio que el en general consumado por aquel puñado de valientes, en aras de su Patria.
La batalla naval que enfrentó el 1 de Mayo de 1898 en la bahía de Manila a las flotas estadounidense y española estaba ya decidida de antemano. La visión más divulgada cree que los barcos españoles eran anticuados navíos de madera, cuyos cañones apenas alcanzaban a los, por otra parte, casi invulnerables acorazados americanos.
La batalla naval de Santiago de Cuba tuvo lugar el 3 de julio de 1898 a la salida de la bahía de Santiago de Cuba. Cervera, convencido de su inferioridad, decidió salir a primeras horas de ese día, navegando hacia el oeste y pegado a la costa para salvar el mayor número de vidas posibles. La decisión del almirante de partir para el combate con luz diurna se fundamentó en su preocupación por la seguridad de sus barcos, una salida nocturna o en un día de mal tiempo hubiese evitado la destrucción total de la flota. Además, la estrechez del canal de salida del puerto obligó a los barcos a navegar uno tras otro.
La guerra hispano-americana ofrece verdaderas dificultades para la crítica, porque le faltan los grandes hechos.
En ella sobresalen, los combates navales de Santiago de Cuba y Manila, los combates terrestres del Caney y Lomas de San Juan y la defensa de la boca de las bahías de Santiago de Cuba y Puerto Rico, y en otro orden, la realización del bloqueo en gran escala y el valor de las obras de defensa del puerto de la Habana, hay que tomar por base el primero de dichos combates, el de la escuadra americana con la escuadra de Cervera, para poder sacar alguna consecuencia que se relacione con el papel que jugaron los barcos y los cañones.
La capacidad de nuestros buques suman 28.600 toneladas, en tanto que los americanos, aun haciendo omisión de los tres barcos mercantes armados en guerra, Gloticester, Resolute y Wiseit, alcanzan las 36.741 toneladas. El diagrama del combate naval de Santiago de Cuba, de origen americano, y que indudablemente tiende a pintar las cosas en forma tal, que resalte su triunfo, concuerda del mismo modo con esa afirmación de superioridad material abrumadora, pues en él se ve que en los distintos períodos de la lucha, cada barco nuestro, tuvo, por lo menos, que sufrir el fuego de tres de los contrarios más poderosos.
El parte del Almirante Sampson, en The Army and Navy Journal, de fecha 30 Julio de 1.898 “que los americanos, al salir de Santiago de Cuba la escuadra española, rompieron sobre ella un fuego muy rápido, ensalzando la faena del Gloucester, por su tiro de gran intensidad sobre el Plutón y el Furor, que sembraba en ellos la muerte”. Dice, que “el María Teresa y el Oquendo, fueron incendiados por las granadas americanas a los 15 minutos del combate. También el Vizcaya ardía con furia. El fuego de las baterías secundarias de tiro rápido de los acorazados, fué muy destructor.
El examen de los buques encallados, demuestra, que, especialmente el Oquendo, sufrió de manera terrible sus efectos: los costados estaban acribillados y en la cubierta se veían los carbonizados restos de los que sucumbieron”. El Cristóbal Colón, añade Sampson, no se rindió hasta que recibió una granada de 13 pulgadas disparada por el Oregon.
Crucero acorazado «Cristobal Colón»
El Capitán del Indiana H. C. Taylor, dice: “Una de nuestras granadas de 13 pulgadas (33 centímetros), se vio entrar y estallar en el María Teresa. Pronto se notó el efecto, sobre los destroyers, de nuestros proyectiles de 6 pulgadas (15 cm.) y de 6 libras (57 mm.), y el de los cañones de grueso calibre, sobre el Vizcaya, a gran distancia. Durante el combate, no utilizamos las granadas perforantes, excepto las de 6 pulgadas (15 cm.) de pólvora sin humo, y está demostrado el buen efecto de las granadas ordinarias, por los incendios a bordo y el poco tiempo empleado en inutilizar los barcos”.
El Capitán Clark del Oregón dice “que el Colón estaba libre y parecía que iba a escapar, pero cuando rompió el fuego con los cañones de la torre de proa, secundado por el Brooklyn, empezó a derivar”.
El Almirante Dewey se expresa así acerca del combate en la bahía de Manila en The Army and Navy Journal, de 18 Junio de 1.898. “Mis barcos sostuvieron fuego continuado y preciso entre 5.000 y 2.000 yardas, que fueron las distancias límites a que se mantuvieron, por medio de una serie de marchas en líneas paralelas sensiblemente a la que ocupaba la escuadra española. El fuego del enemigo era vigoroso, más en general poco eficaz. En los comienzos del combate se dirigieron al Olimpia (buque insignia) dos lanchas, con la intención aparente de ponernos torpedos: una de ellas fué echada a pique enseguida, y la otra, inutilizada por nuestros disparos, embarrancó antes de que pudiera conseguir su objeto.
A las 7 de la mañana, el buque Almirante español Reina Cristina, hizo una tentativa desesperada para destacarse de la línea y combatirnos a corta distancia, pero concentrando sobre él todas las baterías del Olimpia, fue recibido con un fuego tan vivo, que apenas le dio tiempo para volver al abrigo de la costa; el incendio producido por nuestras granadas, hizo presa en él con gran rapidez, siendo inútiles cuantos esfuerzos hicieron para extinguirlo hasta que se sumergió”.
Todos esos textos oficiales, coinciden al ensalzar las excelencias del cañón de tiro rápido, en tanto que son parcos en elogios al gran calibre. De ahí, que no sea extraño, que la opinión en los Estados Unidos, formada a expensas de lo mucho que allí se escribe y se lee, se haya declarado unánime, contra los cañones de 305 y 330 mm., prefiriendo a ellos los de 24 y 25 cm. con la condición de que sean de tiro semi rápido, o lo que es lo mismo, de carga rápida, considerando, sin duda, que la principal enseñanza que se deduce del combate de Santiago de Cuba, está vinculada en la incontrastable ventaja del tiro acelerado ó rápido.
BOLETÍN DEL CONDESTABLE MAYO DE 1.899 Y REPRODUCIDO EN 1.932 (NÚMERO EXTRAORDINARIO).
Triste derroche de heroísmo espléndido.
Evidenciado queda que en aguas de Santiago de Cuba, hubo el luctuoso día 3 de julio de 1898, un espléndido derroche de heroísmo por todos y cada uno de los tripulantes de nuestros incendiados cuatro cruceros y dos destroyers, con el único fin de dejar incólume la honra de la Marina y de la Patria y evidenciar una vez más el valor legendario con que la universal historia nos honra.
Destrucción de la flota del almirante Cervera en la batalla naval de Santiago de Cuba, 3 de julio de 1898, cromolitografía por Xanthus Russell Smith (1839-1929) publicada por J. Hoover & Sons.
Decíamos que las dotaciones de nuestros buques fueron convencidísimas al sacrificio, y nada más cierto, pues desde su salida de Cabo Verde ya lo preveían y después tiempo sobrado tuvieron para conocer el poderío de los colosos que de día y noche nos acechaban, cerrándoles completamente el paso en Santiago. Llegaron a saber que la protección de los buques enemigos, grandes moles de acero de 12.000 toneladas, nos eran inexpugnables y su poder ofensivo infinitamente mayor que el nuestro; que el personal en aquellos estaba a cubierto de un blindaje de torre de acero de 40 centímetros de espesor por otro igual de costado, mientras que los nuestros solo podían ampararse de un mantelete de 3 centímetros de espesor y de efecto únicamente moral, antes de saberse que los cañones medianos de los contrarios atraviesan a una distancia de 200 metros, planchas de acero de 30 centímetros templado al aceite, provistos de precisos aparatos de puntería, con sólidos y sencillos de cierre, y mecanismos de fuego a disposición del apuntador.
Con todas esas ventajas, más la tranquilidad de que su vida estaba asegurada por inmensa mole de acero que la defendía, no llegaron a conseguir en sus disparos ni un tres por ciento de blancos; ni con el fuego diario sobre Socapa, apagar el de dos piezas de mediano calibre y deficientísima instalación, teníamos allí para la defensa del puerto; mientras que con los que les opusimos de 14 centímetros de muy incierta puntería y complicado servicio, consiguieron nuestros artilleros hasta el quince por ciento de blancos; pero sus proyectiles solo atraviesan el mismo espesor de plancha de hierro y no a 200 metros, si no a la boca de la pieza, por lo que resultó completamente nulo el sacrificio de los nuestros, que sin protección del servicio de municiones ni de ningún otro más que el de la de flotación, rodeados de materias muy combustibles, sin haber adoptado el proyectil incendiario, porque a nuestras conciencias repugnan sus destructores efectos, y de que el enemigo ha hecho tan inhumano alarde, hacía abrigar el convencimiento de lo que forzosamente había de suceder y desgraciadamente sucedió: que a medida que nuestros barcos iban asomando a la boca del puerto, eran incendiados.
Surgieron tantos héroes como hombres los tripulaban, todos en los puestos de más peligro multiplicándose para suplir las faltas de los que quedaban fuera de combate, esperaron con arrogancia la muerte, dando gustosos la vida para salvar la honra de su Patria, que se les hizo ver necesitaba de tal sacrificio.
El rápido incendio que se produjo en nuestros buques, dificultó mucho el servicio de la artillería y muy especialmente el de su abastecimiento de municiones; las dotaciones de las piezas que aún podían funcionar, quedaron fuera de combate más de una vez e instantáneamente fueron reemplazadas, y donde quiera que el personal de marinería para ellas escaseaba, allí se encontraba el de Condestables y Artilleros que con sus actos de heroísmo ha dejado escrita una gloriosa página en la brillante historia de tan benemérito cuerpo; dignísimo por todos conceptos de mejor suerte, cuyo cambio no creemos se haga esperar mucho, pues afortunadamente rige los destinos de la Marina un General que conoce sus necesidades y aptitudes, y los Generales, Jefes y Oficiales que han presenciado su heroico comportamiento en la triste jornada de Santiago, estamos seguros que no olvidarán jamás que de este Cuerpo fue un Francisco Zaragoza, que en el “Vizcaya”, por su muerte heroica, mereció del digno Comandante le otorgara para mortaja la bandera de combate que en su desesperada agonía pidió, vitoreando locamente a la Patria y alentando a todos al combate.
Tercer Condestable D. Francisco Zaragoza Such
Al mismo Cuerpo pertenece un Orjales Pita que con su heroísmo sin límites, salvo de muerte segura a ese mismo Comandante y gran número de individuos de la dotación, cogiendo en la cubierta del buque antes que produjeran los destructores efectos para que enviaran, una tras otra, dos granadas del enemigo y arrojarlas al agua donde al caer explotaron. En recompensa instantánea y sublime, obtuvo la honra de ser abrazado por su Comandante y vitoreado en medio del combate, siéndolo más tarde por el Almirante.
Al mismo Cuerpo y buque perteneció José Vila Cobas, que con las piernas deshechas por una granada, murió dando vivas a España y llamando cobardes e infames a los enemigos. Con el encontraron honrosa muerte conquistando laureles para su Cuerpo, seis compañeros más.
En el “Oquendo”, con su Primer Condestable, mueren ocho más, que también en este buque dejó la Providencia con vida a algunos, ¡bien pocos de sus tripulantes!, para que pudieran ensalzar su afán de multiplicarse y acudir a los sitios de más peligro, alentando con su ejemplo, o mejor dicho, pretendiendo alentar a los sirvientes de las piezas, pues su loco desvarío por destrozar al enemigo, les impedía seguramente ver que la dotación toda estaba reducida a un montón de desechos cadáveres que llenaban la cubierta y batería. Sábese por los pocos supervivientes, que no uno, sino la mayoría de los Condestables que del primer disparo recibido del enemigo, no fueron destrozados y si solo heridos, curados unos y sin curar otros, continuaron en sus puestos hasta ser destrozados; y para que este hecho quedase bien sentado, el Tercer Condestable Don Alfredo del Ojo, obligado a ir a la enfermería, escapó instantáneamente y con un cañón de 57 que ve desalojado, hace fuego él solo sin cesar, hasta que sobre él encuentra la muerte.
Su compañero Manuel Martín Zabala es herido gravemente en el brazo izquierdo, y con tranquilidad pasmosa, solicita una compresa que sobre la empuñadura del sable lleva el 2º Comandante, Capitán de Fragata Don Víctor de Sola, quien al observar el brazo mutilado, trata de conducirlo a la enfermería, y en el camino una traicionera granada, que no respeta acción tan noble y caritativa, corta instantáneamente aquellas dos vidas y cae Zabala abrazado a su Jefe, demostrando en la caída su agradecimiento al que quiso salvarle de la muerte.
El triste heroico fin de otros, hasta horror causa el relatarlo, por lo que limitaremos a decir que en el “Teresa”, perdieron la existencia seis Condestables más, completamente destrozados. En el “Plutón”, perece un honorario. El valeroso Segundo Condestable Don Rosendo Escrigas, después de cumplir como bueno en el “Mercedes” y la Socapa, gravemente herido en las trincheras, es conducido al hospital donde falleció a los dos días.
Al siguiente de pisar la ingrata tierra norteamericana, entrega su alma al Todopoderoso el Tercer Condestable Don Manuel Rodríguez Barrios, único de su clase que quedó ileso en la cubierta del “Oquendo”, haciendo fuego incesante y precipitado con un cañón de 57 mm. Se salvó a nado, y en la playa le esperaban los asesinos insurrectos a quienes compra la vida a cambio de un anillo y apretador, únicas prendas que en la mano pudo salvar. ¡Pobre Manolo, que herida tan profunda me causó tu muerte! (Tiene dedicada una calle en el interior de la Escuela de Suboficiales de la Armada). De su igual clase Don José Lago Gil, gravemente herido, pudo con penalidades sin cuento llegar a Santiago, viene a España con los primeros repatriados, y al abrazar a la familia, sus débiles fuerzas no pueden resistir emoción tan fuerte y pierde la existencia.
En el “Colón”, demostrando al mundo entero lo que vale una completa coraza de más o menos espesor y la razón del porqué el casi ningún daño que les hemos causado a los barcos enemigos, no se produjo ninguna baja en el personal de Condestables y si solo unos cuantos heridos leves. De los que lograron sobrevivir a tamaña catástrofe conocemos los relatos hechos muy meritoriamente. Entre ellos hay quien en una batería suplió la falta de muchos descendiendo a funciones, no de su clase, pero sí de la necesidad, y quien al indicarle que refrescara la pieza por el mucho fuego que había hecho, contestó: MIENTRAS SE REFRESCA PIERDO UNA PORCIÓN DE DISPAROS, y continuó haciendo fuego; el Segundo Condestable Don José Suárez Pérez, en el destroyer “Plutón”, después de partido éste en dos y abandonado por la imposibilidad de sostenerse en sus dos mitades, continuó solo haciendo fuego mientras tuvo a mano municiones que consumir.
El Cuerpo de Condestables, también llorar debe y seguro que llorará a sus queridos compañeros; pero les queda el recuerdo orgulloso e imperecedero de que los finados conservamos en alta estima lo que constituye su principal lema: LA VIRTUD MILITAR, por lo que todos y cada uno de los que aquí quedan pedirán al Todopoderoso, paz y descanso para sus almas un lugar tan preferente en el cielo, como en la tierra han dejado conquistado.
HEROES Y MARTIRES:
Condestables muertos y heridos más o menos graves, en los combates navales de Cavite y Santiago de Cuba, en los días 1º de Mayo y 3 de julio del año 1.898.
EN EL DE CAVITE.-
MUERTOS:
Primer Condestable D. Mateo Durán y Bornás.
Tercer Condestable D. José Alonso Pérez.
Tercer Condestable D. José Lorenzo Rey.
HERIDOS:
Primer Condestable D. José García Domínguez.
Segundo Condestable D. Antonio Revert Migues.
Tercer Condestable D. Juan Lamadrid Rueda.
Tercer Condestable D. José López Marín.
Tercer Condestable D. Joaquín Ventura Amuden.
Tercer Condestable D. Salvador Hermida Rodríguez.
Tercer Condestable D. José López Lafuente.
Tercer Condestable D. Manuel Fernández Campos.
Tercer Condestable D. Domingo Freijomil Gomez.
EN EL DE SANTIAGO DE CUBA.-
MUERTOS:
Primer Condestable D. Cristóbal Aguilar Jiménez.
Segundo Condestable D. José García Solano.
Segundo Condestable D. Luis Salvatella Baeza.
Segundo Condestable D. Rosendo Escrigas Marcos.
Tercer Condestable D. Antonio Alba Jimenez.
Tercer Condestable D. Abelardo Rivas Lago.
Tercer Condestable D. José López Campos.
Tercer Condestable D. Francisco García Pueyo.
Tercer Condestable D. José Lago Gil.
Tercer Condestable D. Juan Espiñeira Martínez.
Tercer Condestable D. José Vila Cobas.
Tercer Condestable D. Ramón Rodríguez Larrañaga.
Tercer Condestable D. Manuel Martín Zabala.
Tercer Condestable D. Francisco Vicencio Sanchez.
Tercer Condestable D. Alfredo del Ojo Corral.
Tercer Condestable D. José Martín Vendrell.
Tercer Condestable D. Francisco Zaragoza Such.
Tercer Condestable D. Cipriano Grela Pallarés.
Tercer Condestable D. Francisco Martínez Cánovas.
Tercer Condestable D. Alfredo Somoza Valiente.
Tercer Condestable D. Manuel Rodríguez Barrios.
Tercer Condestable D. José Arnosa Lamas.
Tercer Condestable D. José Aldao Corbeira.
Tercer Condestable D. Damián Cerdán Conesa.
Tercer Condestable D. Pedro Nondedeu.
Tercer Condestable D. José Hernández Cayudo.
HERIDOS:
Primer Condestable D. Juan Marroig Mesquida.
Segundo Condestable D. Luis López Zuazua.
Segundo Condestable D. Juan Rosas Alcón.
Segundo Condestable D. José Suárez Pérez.
Segundo Condestable D. Santos Paredes Campos.
Tercer Condestable D. Rafael Garcia Morales.
Tercer Condestable D. Florencio López Viñas.
Tercer Condestable D. Antonio Serrano Facio.
Tercer Condestable D. Francisco Fuentes Serantes.
Tercer Condestable D. Juan Perez Hidalgo.
Tercer Condestable D. Antonio Tinoco Sánchez.
Tercer Condestable D. José Pérez Romero.
Tercer Condestable D. Juan Serra Bonet.
En el reducido personal de Condestables que tripulaban nuestros buques, resultaron pues 29 muertos y 22 heridos, de estos algunos inútiles para siempre. En Cavite, ni uno solo resultó ileso y en Santiago, solo los que tuvieron la suerte de pertenecer al crucero “Colón”
¡51 Condestables fuera de combate!
Triste consecuencia de oponer tan solo pechos de valientes a potente y numerosa artillería, servida a cubierto de inexpugnables corazas. Honor y gloria eterna para los que han sabido morir como buenos y que el Dios de las justicias haya premiado a todos y cada uno de ellos, eligiendo un descanso para sus almas en lugar tan preferente en el Cielo, como por sus gloriosa muerte lo han dejado conquistado en la historia Patria, y en la página dolorosa y sublime añadida a la brillantísima del Cuerpo, en el que aprendieron a tener en alta estima, lo que siempre fue, ha sido y será su principal lema: LA VIRTUD MILITAR.
LA ARTILLERÍA NAVAL EN LA GUERRA HISPANO AMERICANA DE 1898.
Eran motivos de controversia, la eficacia de los cañones de distintos calibres, bajo el aspecto de su aprovechamiento útil en el fuego; la sanción práctica de los cañones de tiro rápido, las ventajas e inconvenientes de la pólvora con humo y sin humo en los combates de escuadra a escuadra, de barcos con baterías, o en batalla campal; el empleo de los torpedos, torpederos y destroyers, el uso de los proyectores eléctricos para iluminar amplias zonas marítimas y terrestres desde grandes distancias; la aplicación de los monitores y baterías flotantes en la defensa de los puertos; la manejabilidad de los proyectiles cargados con explosivos fuertes, y como caso particular, los cañones neumáticos, capaces de lanzar sin riesgo enormes cantidades de dinamita, cañones que entran en el armamento de algunas plazas de los Estados Unidos, tales como las de New York y San Francisco de California, y que también lleva un barco experimental, el “Vesuvius”, que jugó algún papel en barrear la boca del puerto de Santiago de Cuba; el uso de los globos militares , y de otros mecanismos de guerra teóricamente discutidos.
USS Vesuvius Referencia: http://www.histarmar.com.ar/InfGral/USSVesubius.htm
En la puja permanente entre el proyectil y la coraza, se presentaban, como punto culminante, las planchas de acero Harvey, que la fama había ensalzado por encima de todas las otras conocidas; y en cuanto a la defensa de las plazas costeras, se esperaban enseñanzas del combate de la escuadra americana con alguna relativamente bien fortificada, para poder comprobar datos sobre calibres; dotaciones; agrupación de piezas; distancias usuales de tiro; influencia de las cotas de nivel de las obras; resistencia de las grandes masas cubridoras de arena, tierra y cemento armado; acción del fuego curvo sobre las cubiertas acorazadas de los buques modernos; sistemas telemétricos, entre los cuales se presentaba en actividad el eléctrico del Teniente americano Fiske, que funciona en los buques de la escuadra yankee; las minas submarinas; la iluminación eléctrica de los repuestos para el municionamiento y de las superficies marítimas batidas por los cañones para evitar las sorpresas y apuntar de noche; todo aquello, que faltaba por ver en el verdadero aspecto fundamental, en el campo de batalla, donde surgen dificultades imprevistas que se escapan al más perspicaz teorizante.
Prescindiendo ahora de los detalles del encuentro más tremendamente trágico, del combate naval de Santiago de Cuba, y señalando únicamente la cantidad de fuerza, resulta, hasta en este hecho, superioridad tan abrumadora por parte del enemigo, que no permite llegar a conclusiones precisas, que deban admitirse sin réplica y que sean convincentes y decisivas y que señalen las características del combate naval del porvenir, porque es poco probable que puedan volver a presentarse casos semejantes en que el desequilibrio sea tan marcado.
COMPARACIÓN DE FUERZAS:
El teatro de las operaciones en la guerra hispano-americana, puede decirse que era el mundo entero, puesto que comprendía a España, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los Estados-Unidos, las costas de esos países, el Océano Atlántico, el Océano Pacífico, el mar Mediterráneo, el mar de las Antillas y el mar de la China. Abarcar el dominio de todos esos lugares, sin escuadra poderosa y bien situada, era empresa loca.
Da tristeza comparar ahora lo que el enemigo reunía con lo que a nosotros nos faltaba. Hemos de hacerlo, aunque nos pese, ligeramente, pasando muy de largo, para recorrer pronto, deprisa, esas tristezas, esas amarguras, que, ya que no tienen remedio, pueden al menos servirnos, de escarmiento para impedir con buenas medidas, con buena base armada de tierra y mar, que algún otro atrevido se aproveche de nuestra debilidad y nos arrebate lo que nos queda.
La cantidad de nuestro ejército en tiempo de paz se descompone así:
Soldados.-
Infantería 64.190
Caballería 14.376
Artillería 11.744
Ingenieros 6.294
Administración Militar 1.500
Sanidad Militar 2.166
Guardia Civil 14.697
Carabineros 14.186
TOTAL.- 128.153
En pié de guerra, el efectivo sube a 337.680
La fuerza que teníamos al romperse las hostilidades era:
Marzo de 1898 en Cuba.
Del Ejército 151.343
Movilizados 35.181
TOTAL.- 186.524
Mayo de 1898 en Puerto-Rico.
TOTAL.- 7.580
Marzo de 1898 En Filipinas.
Del Ejército 10.771
Movilizados 14.000
TOTAL.- 24.771
Después de la declaración de guerra se hicieron por artilleros e ingenieros grandes alardes, para dotar de obras de defensa a Matanzas, Cienfuegos, Cárdenas, Santiago de Cuba, y otros puertos, pero faltaba material moderno para armarlas y tiempo para realizar los trabajos, por más que el espíritu patrio que a los defensores animaba hizo verdaderos milagros.
La Fuerza total de Estados unidos:
ESCUADRAS ESPAÑOLAS:
España, si bien contaba considerable número de cañoneros y barcos pequeños, sin verdadero valor militar, destinados en gran parte al servicio de las colonias, sólo poseía, en la exacta clasificación de combate, 13 buques acorazados y 12 no acorazados.
Los dos más fuertes, Pelayo (9.917 toneladas) y Emperador Carlos V (9.235 toneladas) y las dos fragatas acorazadas, cuya antigüedad data de 35 años, Vitoria (7.250 toneladas) y Numancia (7.035 toneladas), se hallaban en reparaciones, unos en el Havre y las otras en la Seyne, cerca de Tolón.
La Vitoria y la Numancia únicamente sirven para la defensa de las costas. Hallábanse en construcción otros barcos, pero la atención principal se reconcentraba en dos cruceros acorazados, el Princesa de Asturias y el Cardenal Cisneros.
En el momento de la declaración de guerra (21 a 23 de Abril de 1898), nuestra flota se hallaba distribuida del modo siguiente:
LA PRIMERA DIVISIÓN.-
La primera división de la escuadra, en Cabo Verde, al mando del Contralmirante Cervera, compuesta de los cruceros acorazados Infanta María Teresa, Almirante Oquendo y Vizcaya (de 7.000 toneladas), Cristóbal Colón (6.840 toneladas); contratorpederos de 30 millas de andar, Furor, Terror y Plutón (380 toneladas); torpederos Ariete, Azor y Rayo (120 toneladas) y el transporte Ciudad de Cádiz.
LA SEGUNDA DIVISIÓN.-
La segunda división de la escuadra, que había de mandar el Contralmirante Cámara, no se hallaba aún constituida en aquella fecha, y debía reunirse en Cádiz, formándola el acorazado Pelayo (9.917 toneladas), el acorazado Carlos V (9.235 toneladas), la fragata acorazada Vitoria (7.250 toneladas), cruceros acorazados Alfonso XIII y Lepanto (4.876 toneladas), contratorpederos de 30 millas de andar Audaz y Osado (380 toneladas), Proserpina y Destructor (368 toneladas); torpederos Halcón (128 toneladas), Orion y Retamosa (80 toneladas) y cruceros auxiliares Rápido (antes Normandía), Patria (antes Columbia), Antonio López y Giralda.
LA TERCERA DIVISIÓN.-
La tercera división de la escuadra, se hallaba en Filipinas al mando del Vicealmirante Montojo, y la componían los cruceros no protegidos Reina Cristina (3.520 toneladas), Don Antonio de Ulloa, Don Juan de Austria y Velasco (1.152 toneladas); cruceros protegidos “Isla de Luzón é Isla de Cuba (1.045 toneladas); cruceros no protegidos Elcano, General Lezo y Marqués del Duero (500 á 560 toneladas) y fragata de madera Castilla (3.260 toneladas), más los pequeños cañoneros destinados a la vigilancia de ríos y costas.
Crucero no protegido Don Juan de Austria.
LA ESCUADRILLA DE LAS ANTILLAS.-
La escuadrilla de las Antillas al mando del Contralmirante Manterola, compuesta de los cruceros no protegidos Alfonso XII (3.900 toneladas), Reina Mercedes (3.090 toneladas), Marqués de la Ensenada (1.064 toneladas), Conde de Venadito é Infanta Isabel (1.190 toneladas) y unos 50 cañoneros de pequeño porte.
ESCUADRAS AMERICANAS:
Los Estados Unidos llevaban muchos años de preparación naval, algo restringida por la ley que exigía que todos los buques se construyesen en el país, pero al declararse la guerra, abrieron un crédito de 50 millones de dólares para comprar barcos, y adquirieron fuera de Europa 64, que sumaban 111.493 toneladas, 424 cañones y 6.250 hombres. De ellos eran 11 cruceros, seis carboneros, dos talleres para reparaciones, 13 avisos, un buque-almacén, un buque-hospital, tres buques para el servicio de correos, una grúa de vapor, tres barcos faros y 14 vapores para el servicio del resguardo. Después compraron en Europa gran número de barcos.
Sin contar con esos, la flota de los Estados Unidos se componía de 16 acorazados, 15 buques de cubierta acorazada y 20 buques modernos no acorazados de más de 1.000 toneladas, repartidos en la forma que sigue:
PRIMERA ESCUADRA DEL ATLÁNTICO DEL NORTE.-
Primera Escuadra del Atlántico del Norte en Key-West a las órdenes del Almirante Sampson, formada por el crucero acorazado New-York (8.200 toneladas), que enarbolaba la insignia del Almirante; acorazados lowa (11.410 toneladas), Indiana (10.288 toneladas); monitores Puritan (6060 toneladas), Amphitrite, Miantonomoh y Terror (3.900 toneladas); cruceros acorazados Cincinnati (3.183 toneladas), Detroit, Marblehead y Montgomery (2.080 toneladas); cañoneros Nashville, Wilmington, Castine, Machias, Vicksburg y Helena (1.370 toneladas); aviso Dolphin (1.486 toneladas); crucero dinamitero Vesubios (829 toneladas); aviso-torpedero Mayflower; barco escuela Bancroft (829 toneladas); torpederos Cushing (105 toneladas), Ericson (150 toneladas), Foote, Rodgers, Winslow (132 toneladas), Porter, Dupont (182 toneladas); yachts transformados en torpederos Leyden, Samoset, Eagle, Wasp, Hornet, Wasp; barcos del resguardo marítimo Hamilton, Hudson, Manning, Morill, Windon, Woodbury, Mc’ Lane, Mezinscott, Osceola, Sioux, y de los auxiliares Tecumseh, Uncas, Wompatuk, Algonquin, Mangrove, Panther, Saturu, Niágara, Sterling, Merrimac у Supply.
Esta escuadra se completó más tarde con el acorazado Oregon (10.288 toneladas), y la cañonera Marietta (1.000 toneladas); crucero Buffalo (antes Nictkeroy, de 1.080 toneladas), comprado en el Brasil y que debía unirse en Río Janeiro a los dos anteriores.
LA ESCUADRA VOLANTE.-
La escuadra volante, concentrada en Hampton Roads, al mando del Comodoro Schley, que se componía del crucero acorazado Brooklyn (9.250 toneladas), buque-insignia; acorazados Massachusetts (10.288 toneladas) y Texas (6.315 toneladas); crucero protegido Minneapolis (crucero corsario, 7.375 toneladas), y crucero protegido New Orleans (3.600 toneladas).
USS “Massachusetts”
LA ESCUADRA DE MANIOBRAS.-
La escuadra de maniobras, reunida en Hong-Kong al mando del Comodoro Dewey, con los cruceros acorazados Olimpia (5.800 toneladas), Baltimore (4.413 toneladas); cruceros protegidos Raleigh (3.183 toneladas), Boston (3.000 toneladas), Concord (1.700 toneladas); cañonera Petrel (892 toneladas); aviso Mc’ Culloch; transportes Zafiro y Naushaií, y vapor de ruedas Monscacy.
LA DIVISIÓN DEL ATLÁNTICO NORTE.-
La división del Atlántico del Norte, á las órdenes del Comodoro Howell, que tenía por base de operaciones Princetown, compuesta del crucero San Francisco (4.078 toneladas), cruceros protegidos Colunibia (7.375 toneladas), buque ariete Katahdin (2.155 toneladas) y vapores auxiliares Yankee, Dixie, Prairie y Yosemite.
LA ESCUADRA DEL PACIFICO.-
La escuadra del Pacífico, á las órdenes del Almirante Miller, en San Francisco, formándola los cruceros acorazados Charleston (3.730 toneladas); Monadnock, Bennigton (1.710 toneladas); monitor Monterey (4.084 toneladas), y vapores auxiliares Albatross, Grant, Corwin, Rush, Perry, Iroquois, Vigilant y Active.
LOS ANTIGUOS MONITORES DE UNA TORRE.-
Los antiguos monitores de una torre construidos en 1875 (2.000 toneladas) en los puertos siguientes: Casikill, en Gloucester; Lehigh, en Boston; Nahaut, en New-York; Jason, Montanck, Canonicus, Mahopac, Manhattan, en League-Island (New-York); Nantucket, en Wilmington; Passaic, en Port-Royal, y el Wyandotte, en Boston.
LOS CRUCEROS AUXILIARES.-
Los cruceros auxiliares Saint-Paul (11.629 toneladas), en Fuerte Monroe; Saint-Louis (toneladas 11.629), Harward (antes New-York) y Yale (antes París), en Washington; Michigan, en Eric; cañonera Weling (1.000 toneladas), en Alaska; torpederos Gwin y Talbot (47 toneladas), en New-Port; crucero Topeka, en New-York; vapores Potomac y Choctaw, en Panzacola; Powhattan, en Mobila; Badger y Resolute, en New-York; Pensacola, en California; Golace, en Norfolk; Lancaster, en Boston.
USS «Talbot»
LOS BARCOS DEPÓSITOS.-
Los barcos depósitos, como el Iranklyn, Independence, Vermont, Wabash y Richmond, y los buques-escuelas Costellation, Alliance, Mohican, Saint Mary’s, Saratoga, Enterprise y FishHawk.
Por último, los buques que siguen, pueden aún ser considerados con algún valor militar según el Army and Navy Register: Chichasan, en League Island; Scorpion, en Fort Monroe; Vixen y Peoría, en League Island; Solltherby, en Boston; Armería, Maple, Suwance, Alice y Penelope, en Norfolk; Lebanoiv, Calumet y Oneida, en Boston; el Greshan, en Ogdenburg.
En construcción tenían, al declararse la guerra, los acorazados Kearsarge y Kentucky (11.525 toneladas) , botados al agua el 30 de Abril; el acorazado Alabama (11.000 toneladas), botado el 18 de Mayo, y sobre gradas los acorazados Illinois y Wisconsin (11.000 toneladas), llevándose en todos ellos los trabajos con gran actividad y poniéndose las quillas á otros varios del tipo del Alabama.
Los barcos americanos de las escuadras de operaciones, son del tipo más acabado y moderno. Los acorazados y cruceros acorazados, han sido botados al agua después de 1890; sólo algunos cruceros pequeños datan de 1888. La velocidad de los acorazados es de 16 nudos; los cruceros Columbia y Minneapolis pueden llegar á 23 nudos; el Brookling y el Olimpia 21 nudos; los otros 18 á 20 nudos.
Llevan verdadera protección acorazada y potente artillería de tiro rápido, además de los cañones de grueso calibre. La flota española poseía más y mejores torpederos que la de los Estados-Unidos, pues de los 22 que éstos tenían en construcción, sólo ocho, de 150 á 182 toneladas, estaban listos al declararse la guerra; los otros 14 aún no habían sido botados al agua, y para remediar esa deficiencia armaron de tubos lanzatorpedos algunos yachts rápidos, cual el MayFlower, y pusieron la quilla á 16 contratorpederos de 400 toneladas y 28 nudos de velocidad.
Los americanos tenían abundantes depósitos de carbón. Nosotros, hasta de eso escaseábamos, y en cuanto a la estructura de nuestros buques de combate, hay, según parece, unanimidad de pareceres en considerarla defectuosa, no sólo en armamento, sino en condiciones defensivas, en protección acorazada, a excepción del Colón, que contaba con coraza Harvey, pero que en cambio iba sin los cañones de grueso calibre que debían montar sus torres.
Es muy importante hacer una indicación: la de que los americanos, refractarios al corso, armaron con el nombre de auxiliares de la escuadra, numerosos vapores, que hicieron oficio de corsarios, y España, que tenía derecho al corso, anduvo tímida en tomar esa medida y no se decidió á adoptarla.
Acerca de esto, dice el Comandante D……. en el Journal des Sciences Militaires: «España se había reservado el derecho de decretar el corso y de armar corsarios, a pesar de las estipulaciones internacionales contrarias, a las cuales es verdad que no se había adherido; pero esa reserva de orden diplomático, sobre todo platónico, no pudo tener ni ha tenido hasta aquí ninguna utilidad para ella».
¡Lo habremos guardado para mejor ocasión!
La artillería americana, dejando a un lado los antiguos cañones lisos de hierro fundido, y éstos mismos rayados y transformados a retrocarga, con tubo de hierro forjado, se viene a parar a los de acero de retrocarga de gran calibre y de calibres medios, con cierre de tornillo partido sistema Bange, rayas cuneiformes, progresivas y parabólicas, dotados con tres clases de proyectiles: perforante de acero cromado, granada ordinaria de fundición y granada de metralla Shrapnel. La actividad de los Estados Unidos en estos últimos tiempos, tanto en las construcciones navales como en la defensa de las costas, raya en lo asombroso. Los presupuestos arrojaban a final del año 1898, 1.818 piezas de grueso calibre con sus montajes y proyectiles, cuya construcción estaba entre manos, distribuidas en la forma siguiente:
Cañones de 40 cms…………… 32
Cañones de 30 cms…………… 200
Cañones de 26 cms…………… 180
Cañones de 20 cms…………… 100
Cañones de tiro rápido………… 250
Morteros de 30 cms…………. 1.032
Morteros de 25 cms……….…. 24
De tiro rápido poseen cañones de distintos sistemas, entre los que sobresalen los Canet, Hotchkiss, Driggs Scheroeder y las ametralladoras Gatling.
La artillería que montaban las escuadras:
Queda demostrado, por la simple inspección de esas tablas, que la escuadra americana tenía doble número de cañones que la de Cervera, con el aditamento de que ésta sólo disponía de seis cañones de gran calibre (28 cm.), y aquélla contaba 14 de calibre superior a esos seis (33 y 30 cm.) y 38 de 20 cm., de los cuales no montaban ninguno nuestros barcos, en los que el calibre desciende rápidamente de 28 á 14 cm.
No se toma en consideración la artillería de tiro rápido que llevaban el Gloucester, Resolute y Wisen, porque no se conoce a ciencia cierta el número y calibre de sus cañones, pero siempre habrán de sumar cifra muy superior a la que tenían el Plutón y Furor, que en compensación, tampoco se pone en la cuenta.
Los buques americanos podían disparar con todas sus piezas, y los nuestros, sin contar el entorpecimiento gravísimo debido a los incendios, no tenían medio de utilizar más que los cañones de la banda de babor. Se cifra una proporción de 4 a 3 para acrecentar el triunfo, haciendo ver mayores dificultades que las que realmente había que resolver. Si la proporción de fuerza hubiese sido esa, se tendría la seguridad de que la batalla naval de Santiago de Cuba no les hubiese salido tan favorable.
EL TANTO POR CIENTO DE IMPACTOS.-
El número aproximado de proyectiles que recibieron los barcos de la escuadra de Cervera, fluctúe entre 180 y 200 y que el de proyectiles disparados se acerque á 6.000, llegase a la proporción, muy aproximada, de 3 por 100 de blancos, proporción que ha sido calificada por algunos, de muy reducida, atribuyendo la pequeñez del guarismo que la representa, a torpeza de los apuntadores americanos, despilfarro de municiones ,y a la inutilidad de los cañones de grueso calibre.
De la relación entre 6.000 disparos y 200 blancos resulta que de cada 30 de éstos se aprovechó uno, y que con 200 impactos pueden destruirse seis buques, pero en este caso, hay que tener en cuenta la facilidad con que se realizó el ataque del enemigo, sin pérdidas ni averías, en medio de una colosal fortuna y con superioridad grande de fuerza. Faltan, además, datos completos para poder apreciar la eficacia del tiro por calibres, puesto que, no sólo se desconoce el número de disparos por cada calibre hechos, y el efecto detallado que cada proyectil de distinto calibre causó, sino que también los cálculos de los contrarios disminuyen en la mitad el número de cañones suyos que hicieron fuego, con ánimo, al parecer, de aumentar el tanto por ciento de blancos por cañón y ensalzar la victoria, agregando que 200 proyectiles, bien puestos, bastan para destruir seis barcos de guerra.
EL TIRO RÁPIDO Y EL GRAN CALIBRE.-
Parecía imposible que el tiro rápido adquiriese otro concepto que el significado por la repetición en las armas portátiles. Luego, fué tímidamente extendiéndose la influencia de la rapidez del fuego, a los cañones de muy pequeño calibre (37 y 57 mm.), y más tarde alcanzó a las piezas de montaña y campaña (7 a 8 centímetros), dando después un salto prodigioso que le hizo subir a los cañones de calibres medios, hasta 15 cm.
No sólo se construyen cañones de tiro rápido de 20 cm., sino que se pretende atraer al mismo camino o sistema, las piezas de gran calibre. El tiro rápido, está caracterizado por el cartucho metálico, que lleva en conjunto la carga de pólvora y el proyectil, y esa clase de cartuchos, dadas las dimensiones y el gran peso de las cargas y proyectiles de los cañones de fuerte calibre, es probable que encuentre dificultades de fabricación, y como por otra parte, aunque se lleguen a vencer, nunca dejarán de ofrecerse verdaderos obstáculos en el manejo de esos pesos, que harán inevitable la calma y la pérdida de tiempo en las operaciones de carga, de aquí, sin duda, que no se pueda calificar las gruesas piezas así perfeccionadas, como de tiro rápido, sino que se les aplique la clasificación de cañones de tiro semi rápido o de carga rápida, dando a entender que, sin llegar a una aceleración del fuego análoga a la que se obtiene en los pequeños y medianos calibres, se consigue merced a los nuevos mecanismos e inventos, reducir mucho el tiempo invertido en las penosas manipulaciones de la carga, sin que ello suponga que el conjunto de la pólvora y el proyectil vayan congregados en un solo bloc, aunque no sea posible negar que eso se logre, porque tales son los adelantos de la industria, que ya no debe pronunciarse nunca la palabra imposible.
Tendremos, por tanto, piezas de gran calibre de tiro semi rápido, como ya existen de tiro rápido de los calibres medios hasta 20 cm., y para conseguirlo, se reduce en lo posible el calibraje de los cañones. Pero también ocurre, que esta opinión, que no ha de tardar mucho en hacerse efectiva en el armamento de las naves que en adelante se construyan, lleva en sí el inconveniente del gran consumo de municiones que el tiro rápido acarrea.
En contra de los gruesos cañones de 305 y 330 mm., que no pudiendo hacer más que un solo disparo cada seis a ocho minutos, quedan en desventaja al lado de los cañones de tiro rápido de menor calibre; en este mismo combate de Santiago de Cuba, se puede marcar, que el Oregon, el Indiana y el Texas, no hicieron uso de los cañones de grueso calibre (330 mm.), sin embargo el Iowa disparó 31 proyectiles de grueso calibre. Con argumentación lógica, eso ha de ser lo más usual y corriente en el combate.
Con el crecimiento de las dimensiones y del peso de las piezas, crece el espacio que ocupan, crece la cantidad de coraza, dificulta el servicio y el municionamiento, se produce un problema de mecánica difícil de resolver, porque esos enormes pesos sobre las cubiertas, perjudican a la estabilidad de la nave, y son la eterna pesadilla de los Comandantes de los barcos.
LOS PROYECTILES.-
Para dar idea de la estructura de estos proyectiles, el que representa la figura más abajo se reseña, es de un proyectil de 20 centímetros, de las piezas cuyos efectos han sido más ensalzados en el combate naval de Santiago de Cuba, y a las que los americanos atribuyen el papel principal en la destrucción de nuestra escuadra.
Son de acero. Los perforantes llevan la ojiva endurecida, revelando haber sido fundida en matrices metálicas; tienen gran capacidad, y el ánima parece haberse obtenido por embutición. Todos los que se estudiaron en situ, contenían pólvora fina de caza, algo parduzca, apisonada, muy rompedora y viva, y que al arder produce mucha llama. La explosión se efectúa por lo general en tiras longitudinales, escupiendo, casi siempre, el culote completo, cortado á raíz, y quedando suelto como si fuera una gruesa arandela. Se recogieron muchos sin reventar, por defecto de las espoletas.
El proyectil a que se refiere el dibujo, lleva el culote separado y sujeto a rosca, y en el centro de él va el alojamiento para la espoleta, que también aparece en el plano. Esta es de percusión, muy parecida a la antiguamente reglamentaria en nuestra Artillería, y la abundancia de proyectiles cogidos sin explotar hace su apología. En los de 10 centímetros, no está el culote superpuesto a rosca, sino que más bien se nota en el corte, que ha sido soldado y embutido a presión, después de haber obtenido por embutición el hueco interior del proyectil.
Los de 57 y 37 mm. no presentan diferencias esenciales con los nuestros de igual clase. Todos, lo mismo los de grueso calibre que los de pequeño, llevan una sola banda de forzamiento y parecen muy bien construidos. Principalmente la calidad de la fundición y forja y la gama de endurecimiento de las ojivas, que se nota troceándolos, son inmejorables, y dicen muy alto en favor de las fábricas de donde salieron. No así las espoletas, que, según antes indicamos, son toscas y defectuosas.
LIBRO DE MEMORIAS DEL CONDESTABLE PRIMERO D. PEDRO BARBA Y LLORCA.
La Escuela donde reciben su instrucción teórica y práctica los Condestables bajo la dirección del Cuerpo de Artillería de la Armada, fue creada por Real Orden de 25 Septiembre de 1845, y su primer reglamento, aprobado en la de 23 Diciembre de 1848, se modificó por otro del 26 Septiembre de 1860 y distintas Reales Órdenes hasta el Decreto de 10 Febrero de 1869, que disolvió la Escuela de Condestables y la de Cabos de Cañón, creando la Escuela flotante de Cabos de Cañón y Condestables, bajo un solo reglamento.
Posteriormente, en Decreto de 1º de Mayo de 1873 se modificó éste, adicionándose después por otro Decreto de 15 Noviembre del mismo año. Y por último, en virtud a la Real Orden de 6 Abril de 1875, volvieron a separarse dichas Escuelas, y quedó otra vez establecida en tierra la de Condestables, en el departamento de Cádiz, en San Fernando, rigiéndose por el Reglamento aprobado en 26 Septiembre de 1860, en lo relativo a ingreso y organización de la misma, aunque siguiendo vigente lo dispuesto sobre ascensos y haberes de los Condestables en el Reglamento de 1º Mayo de 1873 y órdenes posteriores que definitivamente se haga una nueva redacción que está acordada por la Superioridad. Según las últimas disposiciones, la Escuela consta de 80 artilleros alumnos cuyo haber anual es el del marinero (150 ptas.) y la ración diaria de Armada (1 pta.)
INGRESO EN LA ESCUELA DE CONDESTABLES.-
El ingreso en la Escuela de Condestables ha de ser precisamente por oposición, ocupando el número de plazas los aspirantes de las clases militares y paisanos, por orden de censuras, dando preferencias a los primeros, en caso de igualdad de éstas.
Las oposiciones se verifican generalmente en Enero y Julio de cada año en los tres Departamentos marítimos. Los aspirantes paisanos dirigirán instancia a los respectivos Capitanes Generales, acompañadas de la fe de bautismo legalizada, certificado de buena conducta y consentimiento paterno: deberán tener la edad de 16 a 20 años, buena presencia, robustez y la talla mínima de 1,560 metros. Los exámenes versan sobre las materias siguientes: Doctrina Cristiana, Leer con corrección, Escritura al dictado y con buena ortografía, Principios de Gramática Castellana, Sistema de numeración y las cuatro reglas de números enteros.
Según el Reglamento de Cabos de Cañón de 18 Marzo de 1879, los Cabos de Cañón de primera clase podrán ingresar en el Cuerpo de Condestables, en la clase de terceros, al terminar su campaña de cuatro años, si durante ésta han estudiado las materias que a aquellos se les exijan y prestan el correspondiente examen en la misma forma que prevenga el reglamento, para cuyo efecto dirigirán solicitud por el conducto de Ordenanza; y si no hubiera vacante, quedarán de supernumerarios. Últimamente, por Real Orden 24 Abril de 1883, se ha suspendido la admisión de alumnos en la Escuela de Condestables, y reiterado por la de 9 Febrero de 1884.
SALIDA DE LA ESCUELA DE CONDESTABLES.-
El curso de estudios en la Escuela, hecho con aprovechamiento, dura dos años; y una vez aprobados los alumnos del último semestre, ascienden a terceros condestables, incorporándose al escalafón de éstos, y embarcarán en la Escuadra de Instrucción para adquirir practica artillera y de mar durante seis meses, con arreglo a lo dispuesto en Real Orden 9 Febrero de 1878.
CUERPO DE CONDESTABLES.
Según diversas Reales órdenes, entre ellas la de 29 Enero 1818, todos los cuerpos de Marina tienen el privilegio de ser considerados como Cuerpos de la Casa Real para formaciones y demás distinciones. La antigüedad del Cuerpo de Artillería de Marina data del año 1710. Los Condestables forman un Cuerpo militar, dependiente del de Artillería de la Armada, que consta de tres Secciones correspondientes a cada uno de los tres Departamentos marítimos, entre los cuales se reparte el número total de Condestables, que es de 47 primeros, 79 segundos y 272 terceros, si bien el número de estos últimos es indeterminado, como lo era antes el de terceros de segunda clase que se han refundido en los de primera. (Reales Órdenes 18 Abril de 1860 y 10 Abril de 1861).
VENTAJAS DE LA CARRERA.
Las faltas militares, consideraciones, divisas, uniformes, ascensos y premios a que tiene opción los Condestables, después de salir de la Escuela, son como se expresan en los artículos siguientes del título V del Reglamento vigente de 1º Mayo 73, adicionados con el Decreto de 19 Noviembre del mismo año y Ordenes de 5 Mayo de 1873 y 3 Octubre de 1874.
Art. 56. Las faltas militares en que incurran los artilleros de mar y Cabos de cañón serán juzgadas y castigadas con arreglo a Ordenanzas, para lo cual y a fin de que no aleguen ignorancia, se hará que al sentarles su plaza llenen todas las formulaciones prevenidas por aquella al verificarlo.
Art. 57. Los Cabos de cañón ascendidos a terceros Condestables se colocarán en el escalafón por el orden con que hayan sido propuestos. Con este objeto, y para clasificarlos debidamente después de verificado el último examen, se formará una relación en que aparezcan las censuras y puntos que hayan obtenido en cada semestre en las clases principales, así como la suma total, que indicará el orden de la propuesta por mayoría de puntos y graduación.
Art. 58. Los ascensos desde terceros Condestables a primeros, tendrán lugar por rigurosa antigüedad, a menos que al que le toque ascender no tenga notas tan desfavorables que obliguen a postergarlo: se reserva el ascenso por elección para los casos que oportunamente se prevendrán.
Art. 59. Los Cabos de cañón y Condestables que después de haber servido el tiempo de su empleo quieran tomar su licencia absoluta, se propondrán para ella, y se les expedirá sin retraso en la misma forma que a las demás clases de tropa que sirven en el Ejército y Armada.
Art. 60. Los primeros Condestables, que se perpetúen en la carrera, tendrán opción a los premios y ventajas que se expresan a continuación:
1º. A los cuatro años de antigüedad en su clase y habiendo desempeñado dos o más años el cargo que les corresponde en los buques de guerra, parques, laboratorios, almacenes de pólvora, baterías, comisiones extraordinarias y cualquiera otro destino de la misma entidad, obtendrán la graduación de Alférez, con el sueldo designado para dicho empleo, conservando los premios de constancia que por sus años de servicio les corresponda.
2º. A los cinco años de antigüedad en la graduación de Alférez, habiendo desempeñado durante dos años los mismos destinos de importancia que quedan detallados, obtendrán la de Teniente sin mayor sueldo que el antes expresado, y cumplidos tres años en esta graduación, obtendrán el sueldo correspondiente a este empleo, conservando igualmente los premios de constancia.
3º. Cumplidos cinco años en la graduación de Tenientes, obtendrán la de Capitán sin mayor sueldo, hasta que tengan veinte años de clase, que obtendrán el asignado a dicho empleo y sus premios de constancia.
4º. A los cuatro años de obtenida esta última ventaja, se les concederá la graduación de Comandante sin mayor sueldo del que disfrutan.
5º. A los cuatro primeros Condestables más antiguos que lleven tres años de la graduación anterior, y si se hallan desempeñando los destinos de encargados de los parques en los Arsenales, se les concederá la de Teniente Coronel.
6º. Para obtener cualquiera de las graduaciones expresadas, es condición precisa la de no haber sufrido condena alguna por sentencia de Consejo de Guerra.
7º. Los primeros Condestables, a los dos años de haber obtenido la graduación de Capitán con sueldo según la regla 3ª, podrán solicitar su retiro del servicio, teniendo derecho al sueldo que le corresponda a Capitanes efectivos, según sus años de servicio, y uso de uniforme del Cuerpo; pero los que lo soliciten sin reunir dichos requisitos, lo obtendrán con arreglo a la Ley de 26 Abril de 1856, conservando siempre su graduación.
8º. Los que estuvieren en posesión de las graduaciones de Comandante y Teniente Coronel, podrán solicitar su retiro cuando quisieren con el uso de uniforme, pero sin mayor sueldo que el de Capitán.
Los que cumplidos 68 años de edad tuvieren la graduación de Teniente Coronel, se les concederá el retiro con el distintivo y honores de Coronel.
Art. 61. Los segundos Condestables, a los veinte años de servicio, contados desde su salida de la Escuela, optarán a la graduación de Alférez, pero sin otro sueldo que el que por su clase les corresponda.
Art. 62. Todo Condestable podrá solicitar su retiro del servicio o licencia absoluta cuando lo crea conveniente, después de cumplido el tiempo de su desempeño, cuya concesión se reservará el Almirantazgo según las circunstancias que motivaron la petición; pero cuando los recurrentes cuenten sesenta y ocho años o más años de edad, se les concederá desde luego.
Art. 63. Los condestables que hayan alcanzado la graduación y sueldo de Oficial reglamentariamente, tendrán opción al retiro con los derechos pasivos que les corresponda, según la Ley que rija en los demás Cuerpos de la Armada cuando lo verifiquen. Para clasificarlos y asignarles el sueldo que deben percibir en la clase de retirados, con arreglo a sus años de servicios, se considerarán como Oficiales efectivos por la graduación y sueldo de que están en posesión; abstracción hecha de las gratificaciones y premios de constancia, que perderán desde luego, quedando por lo tanto autorizados para usar las divisas correspondientes a la clase de Oficial que hayan obtenido y en cuyo concepto se expedirá el retiro. (Este artículo está intercalado por las órdenes citadas).
Art. 64. Los segundos y primeros Condestables tendrán por antigüedad al quinto de las vacantes de Alférez que resulten en el Cuerpo de Infantería de Marina; exigiéndose sin embargo a los segundos Condestables el mismo tiempo de clase que se exija para el ascenso a los Sargentos primeros de Infantería, y a todos, las condiciones de conducta y aptitud que son necesarios.
Art. 65. Los primeros y segundos Condestables que renuncien a pasar de Alféreces de Infantería de Marina, se entiende que optan por la perpetuación en el Cuerpo, y se les concederá la graduación y sueldo de Alférez, aunque no reúnan las condiciones que se exigen en la regla 1ª. del art. 60 de este reglamento, cuando el inmediato inferior pase a ocupar la vacante correspondiente en Infantería.
Art. 66. Los Condestables que en acción de guerra, faenas de servicio o accidentes fortuitos del mismo, uno y otro extremo debidamente justificados, se inutilicen para continuar en él, obtendrán el retiro con la efectividad del grado de que estén en posesión y el haber que según su sueldo les corresponda; y los que no fuesen graduados de Oficial, lo obtendrán con arreglo a las disposiciones que sobre el particular rigiesen en la fecha de la concesión.
Art. 67. Los sueldos y gratificaciones de embarco que han de disfrutar todos los individuos pertenecientes a las clases de Condestables, serán las siguientes:
SUELDOS.-
Primeros Condestables……….. 87, 50 pesetas mensuales.
Cuando se hallen disfrutando licencias por enfermos, los Condestables que tengan el grado y sueldo de Oficial percibirán el sueldo entero; y si es para asuntos particulares. Medio sueldo.
Art. 68. Los Condestables embarcados con el cargo de pertrechos disfrutarán las asignaciones mensuales siguientes:
SOBRESUELDOS.-
En buques de 1ª clase……………….. 150 pesetas.
En buques de 2ª o 3ª clase…………… 75 pesetas.
Los Condestables sin cargo, cualquiera que sea su clase, disfrutarán la gratificación de embarco de 60 pesetas mensuales. Cuando el buque esté en situación especial, dicha gratificación será de 30 pesetas.
Art. 69. El Condestable embarcado, con cargo o sin él, que fuere instructor de aprendices navales, tendrá además la gratificación de 25 pesetas. Los Condestables embarcados en los buques-escuelas en clase de instructores disfrutarán la gratificación de 30 pesetas mensuales.
Los Condestables embarcados en los buques-escuelas de aprendices marineros disfrutarán la gratificación de 45 pesetas. (Orden 5 Mayo de 1873)
Art. 70. Los que desempeñen destinos en Ultramar, cobrearán las mismas asignaciones a doble vellón.
Art. 71. Los Condestables afectos a comisiones especiales no comprendidas en este reglamento, se les señalará al destinarlos la gratificación de deban disfrutar.
Art. 72. Los primeros Condestables encargados de los parques de los Arsenales, disfrutarán la gratificación sobre su sueldo de 100 pesetas mensuales; y los segundos, aunque sean primeros, la de 50 pesetas igualmente mensuales.
Art. 73. Los Condestables destinados en el Laboratorio de mixtos, Comisión de Trubia u otra cualquiera extraordinaria del servicio, disfrutarán la gratificación sobre su sueldo de 50 pesetas mensuales.
Art. 74. Queda suprimida para todos los Condestables la ración de Armada, sea cualquiera la situación y destino que desempeñen; pero deberá abonárseles la de pan, como a las demás clases de tropa, a todos los que se hallen desembarcados y no disfruten gratificación alguna.
Art. 75. Las consideraciones y analogía de empleos de los Condestables con las demás clases del Ejército y Armada serán:
Primer Condestable…………… Sargento primero más antiguo.
Segundo Condestable…………. Sargento primero.
Tercer Condestable……………. Sargento segundo.
Cabo de cañón de 1ª clase….….. Cabo primero.
Cabo de cañón de 2ª clase……… Cabo segundo.
Art. 76. Los Condestables y Cabos de cañón tendrán opción a los premios de constancia que determinan los reglamentos vigentes, según la clase de cada uno representa.
Art. 77. Al ascender los Cabos de cañón a terceros Condestables usaran el uniforme que tienen en la actualidad con las divisas que a continuación se expresan:
Primer Condestable………. Tres galones de oro del mismo tamaño y en la misma disposición que los llevan los Sargentos.
Segundo Condestable……. Dos galones de la misma forma y clase.
Terceros Condestables…… Uno solo.
Art. 78. Los Condestables que se nombren para parques, baterías de tierra, laboratorios u otras comisiones, serán siempre aquellos que reuniendo las circunstancias de idoneidad y buena conducta, cuenten con más tiempo de embarco; y en todo caso estos destinos no se desempeñarán por más de tres años, a no ser que el mejor servicio exija la continuación de los que estén en posesión de ellos por circunstancias especiales.
Art. 79. Los destinados en Ultramar lo serán por dos años en la Habana y tres en Filipinas.
El título V del Reglamento, que aquí termina, está copiado a la letra con las alteraciones expresamente dispuestas en las ordenes que se han citado; pero es evidente que, habiéndose redactado para regir en la Escuela Flotante de Cabos de Cañón y Condestables, hay que considerar que hoy son los artilleros alumnos los que han sustituido a los Cabos de cañón en aquellos artículos en que así proceda la interpretación. Asimismo debe tenerse en cuenta la modificación que en los artículos primitivos introducen los que van intercalados según las órdenes que así lo determinen.
DESCRIPCIÓN DE UNA MAQUINA INGENIOSA PARA DEDUCIR LA VELOCIDAD INICIAL DE LAS BALAS.
Tanto para conocer la cantidad de velocidad que va perdiendo una bala, lanzada por un cañón del mismo calibre, según las capas de aire que atraviesa, como fijar la diferencia de velocidad con que las balas de distintos calibres salen de sus cañones respectivos, importa poner en práctica los medios propios para concluir la velocidad de las balas, bien sea la llamada inicial que llevan al salir de la boca de la pieza, bien sea otra cualquiera que conservan después de alguna perdida, en otro cualquier punto más distante de su camino. Entra las varias maquinas ingeniosas inventadas para este efecto, merece particularmente la siguiente, cuya estructura y uso de describe.
La pieza principal de esta máquina, es una rueda horizontal “AB”, sostenida en su parte superior “C”, por un eje vertical “CD”, y la cual gira por medio del peso y contrapeso “Q”, que se fija al condón “GG”, y que se mueve por el manubrio o palanca “N”, también se la puede hacer girar por cualquier otro medio que crea conveniente; lo que si importa es que su movimiento no sea interrumpido ni a saltos, sino antes bien rápido y uniforme, alrededor de su borde o toda su circunferencia exterior debe levantarse una especie de barandilla de papel común de escribir, que tenga la elevación “AE, BF”, igual próximamente a 1/3 de pie. El cañón que debe servir para las experiencias se ha de sujetar con la solidez necesaria para que permanezca inmóvil. Este se coloca a la distancia “MH” de la rueda a vista de pájaro, como muestra la figura, de unos 10 a 12 pies, y se le dirige o apunta de manera que la bala, al atravesar la barandilla de papel en los dos puntos opuestos “H”, “K”, describa una línea “HK”, igual a un diámetro “AB” d la rueda. Finalmente se pone a la distancia ”KR” de unos dos o tres pies de la rueda un blanco inmóvil “R”, de madera de olmo, a fin de que el agujero de la bala sea más regular.
Para servirnos de esta máquina es necesario conocer el instante en que la rueda comienza a girar con un movimiento igual y uniforme, y también saber el espacio o cantidad de tiempo que gasta la rueda en dar o hacer un giro entero. Los medios para averiguar uno y otro pueden ser diversos y de ninguna dificultad. Conocidos estos dos datos, y puesta la rueda en movimiento, se dispara el cañonazo, y sobre el acto se para la rueda. En cuanto a los dos agujeros que la bala abrirá en la barandilla de papel a su entrada y salida, será muy fácil distinguir aquel por donde entró de aquel por donde salió, porque en este último se advertirá en el papel una especie de reborde que dejará la bala a su salida; tiéndese luego un hilo, según la dirección “MR”, y colocando según esta misma dirección el centro del agujero “H” por donde entró la bala, se ve por este medio la cantidad en que el agujero “K”, que la bala hizo a su salida, se aparta de la dirección “MR”; esta distancia indica el camino que ha hecho un punto de la rueda durante el tiempo que la bala ha empleado en correr el diámetro de la misma.
Penetrados bien del mecanismo y uso de esta máquina, será fácil encontrar la velocidad uniforme con la cual la bala corre el diámetro “AB” de la rueda y consiguientemente su velocidad uniforme durante un segundo de tiempo. Representen “D” el diámetro de la rueda “C” su circunferencia, “t” el tiempo que la rueda emplea en hacer una revolución entera, “m” el espacio que ha corrido un punto de la circunferencia de la rueda mientras que la bala ha discurrido por su diámetro; esto supuesto, será “m:D::C:CD/m”, cuyo último término expresa el espacio que corre la bala con una velocidad uniforme, durante el tiempo que la rueda completa una revolución; si representamos por “n” el espacio que la bala ha corrido uniformemente en un segundo de tiempo, o de otro modo su velocidad inicial, tendremos “t:I::CD/m:CD/tm, cuyo último término expresará la velocidad que se busca.
Supongamos que en la máquina de que hemos hecho uso, cuando la rueda gira con un movimiento igual o uniforme, sea “t”, o lo que es lo mismo, el tiempo que la rueda emplea en hacer una revolución entera, igual a 3/5 de Segundo, “D” igual a seis pies y por consiguiente “C” igual a 22X 6/ 7, así substituyendo estos valores por la expresión de la velocidad, resulta “CD/tm igual a 3960/21m igual a la velocidad”. Si el valor de “m” es una fracción o quebrado de pie, la velocidad será expresada en pies. Por ejemplo, si por una experiencia nos resulta “m” igual a ¼ de pie, se tendrá 3960/21m, igual a 3960/21 X ¼ , que es igual a 756 pies 6/21 por el valor de “u” o de la velocidad.